Caramba, cuánto lo lamento, James. Te han usado, han usado tu nombre y tu fama para hacer una película de acción torpe, pseudo sentimentaloide y que por momentos más parecía un video juego donde el usuario se carga a todo el que se mueva (todos torpes, por supuesto). Tal vez sea cuestión de gusto, pero si la comparo con Casino Royale, con Vesper en todo su esplendor, esta no le llega ni a los talones. En fin, mi apreciación es subjetiva (como la de todos, seguramente) y estoy decepcionado. Apenas terminé de verla. Y Rami... ¡¡Rami MAlek!! En fin, un bodrio. Punto.

Al empezar a ver la película, esperaba encontrar algo diferente, atrapante, original. Sin embargo, sólo encontré retazos de muchas historias contadas en otras películas. Un toque de racismo (justo en una época cuando el racismo, la homofobia y el ansia de juventud eterna sobresalen), trasplantes de cerebros (o de médulas, qué sé yo), mentes en cuerpos ajenos (Body snatchers) con un resplandor de conciencia anterior que aflora ante ciertos estímulos y algunos sustos que no llegan a ser tales, por lo remanido que resulta este recurso en tantos filmes.
No digo que sea una mala película, pero sí que saber que está en el top de importantes premiaciones genera una expectativa que, para mí, no se cumplió. De todos modos, a verla y a sacar conclusiones propias. Esta es sólo una opinión.

Llevado por la alta nota de esta película, le dediqué el tiempo necesario para verla con atención, preparándome para el disfrute. Me gusta el cine que trata de jurado, juicios y dialéctica entre fiscales y defensores. 12 hombres sin piedad es un ícono para mí. En Runaway Jury, la viuda de un hombre asesinado a balazos (entre otra docena de personas) por un desquiciado que luego se suicida, decide presentar una demanda contra una empresa de la industria armamentística, culpándola de facilitar los medios (armas de venta libre en E.E.U.U.) para que el asesinato se haya consumado.
Debo decir que este punto ya apaciguó mis ganas de ver una buena película, aunque dije: veamos qué hace este reparto estelar. Culpemos también a la empresa automotriz de los accidentes de tránsito.
Y me quedé con las ganas. Todo tan irreal, tan falso, tan pensado para salir del paso y presentar una crítica hacia las armas, que podía hacerse de otra forma mucho más sutil. Al fin, se trata de una película de venganza y los buenos, los torpes y los malos están bien delimitados.
En fin, no hallé nada que rescatar. De todos modos, tampoco recomiendo no verla, pues la subjetividad me domina.

Esta película es sinónimo de carencia. En todo sentido. No emociona, no asusta, no interesa, ni es creíble. ¿Vengarse de una manera tan compleja, sometiendo al asesino a un difícil cambio de sexo? Operación de la cual despierta él-convertido-en-ella totalmente sana ya, sin dolores, sorprendida por sus nuevos atributos físicos. No bajó ni un kilogramo pese a haber estado ¿meses? en la camilla (entre operación, convalescencia, etc.). ¡Y la larga, larga, larga exposición - pretenciosa - de la doctora (Sigourney Ripley venida a menos): impertinente, tediosa y aburrida! En fin, si no la vieron, no se pierden nada.

Me pregunto qué tiene de extraordinario ver que los personajes son todos forzados. Nadie actúa naturalmente. ¿De veras es creíble que un marido traiga a su casa (matrimonial) a una bella joven mientras que la esposa ha viajado por varios días? Y que a la vuelta ELLA NI SE INMUTE al saberlo. Penosa la visión de las mujeres que tiene el guionista y patética la forma de actuar de cada hombre. En fin, una parodia de la vida.