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España España · San Fernando
Críticas de Harry Callahan
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Críticas 9
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
19 de septiembre de 2015
31 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
“B” es una suerte de flor del desierto, de bicho abisal, inconcebible en un entorno mediático dominado por el establishment corporativista; que ha sabido encontrar el modo de no quedar abortada, como lo está el cine político contemporáneo en este país.
El crowdfunding, última puerta a la que llamar agotado de que te cierren todas en las narices, sumado a la obstinación y la audacia, han permitido la encarnación en película de una pieza sobrecogedora de la triste historia del pillaje nacional.
Porque la cinta es una patada en los cojones que deja sin aire, en primer lugar, al espectador, que palpa horrorizado la que sería una realidad confirmatoria de lo que ya imaginaba, pero también al presunto participe en las idas y venidas del dinero B, que contempla como, tras ser señalado sin remilgos, sus vergüenzas quedarían impíamente expuestas.
El filme del debutante David Ilundain respondería muy bien a porqué no se hace más cine de política real aquí. Si quieres comer salchichas, nunca veas cómo se hacen. Nadie quiere que veas cómo se hacen sus salchichas, y aquí da igual de qué partido o negocio se hable, pues las habas cocidas parecen ser alimento de todos.
No obstante todo el poder incisivo que este casi documental posee por lo que reproduce (literalmente, las declaraciones de Bárcenas a Ruz), y que ya de por sí te demuelen en la butaca, cinematográficamente, la película tiene también su valía.
Y es que, sobrepuesta a su carácter de ópera prima, a su activismo, fines denunciatorios y limitaciones presupuestarias, es capaz de transportar lo que fue en origen una pieza teatral a un producto que consigue la agilidad audiovisual necesaria para el que la ve no se ahogue en un mar de datos, nombres y cifras. La clave, sobre todo, dos actores como la copa de un pino, Manolo Solo y, en particular, Pedro Casablanc, encarnando éste último a un Bárcenas al que insufla una veracidad que pasma.
No se puede engañar a todos todo el tiempo. Llega una película libre y salvaje que pretende demostrarlo.
Harry Callahan
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9
21 de febrero de 2015
12 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El francotirador” es una americanada, un panfleto proalistamiento para las huestes guerreras del tío Sam. Y la apología de un modo cobarde de luchar. Y, claro, una loa filofascista, justificadora de los desmanes imperialistas de los yanquis… Amigos, quien diga esto, o bien no ha visto la película, o está consumido, enfermizamente, por los prejuicios.

Y es que Eastwood, pese a enfrentarse a poner en imágenes la autobiografía del más letal francotirador de la reciente (y controvertida) Historia bélica de los EEUU, acomete esta tarea, eludiendo caer en el más obvio patrioterismo, e incluso en el más entendible patriotismo, y va directo a lo que realmente le interesa, contar la historia de un soldado y como la guerra le deja una huella difícil de borrar.

El filme, de hecho, no es un romance del héroe en el que se vitorean sus mortales records, cual si de un gladiador en circo romano se tratase. Todo lo contrario. El autor de “Cartas desde Iwo Jima” se cuida muy mucho, de cuestionar, continuamente, la ratio de la guerra, dando respuesta a ello, siempre, con la metafórica parábola del perro pastor, con la que casi principia el filme, definiendo prodigiosamente que tipo de personaje protagonizará la cinta.

La violencia como respuesta defensiva para evitar que el lobo te devore, y ello, pese a que esa violencia sea un fuego que quema, consume y, finalmente, aniquila. De esto va “El francotirador” y no de geopolítica o geoeconomía. De eso y de devolver la dignidad y la humanidad a quienes luchan por otros, incluso por los que creen que los lobos no existen.

Sentado esto, “American Sniper” es además una lección de cine. La que imparte un abuelo de ochenta y cuatro años que no tiene nada mejor que hacer que irse a Marruecos a rodar un filme bélico, con todos sus consustanciales elementos. Y digo una lección de cine porque la trinidad formada por el oscarizable guión de Jason Hall y la economía narrativa que Eastwood apoya en un montaje soberbio, dan como resultado su mejor película en años. Y es que nada hay superfluo. El arranque es un tiro que va certero al conflicto. Las escenas bélicas, las precisas para conformar la evolución psicológica y vital del protagonista, ajustadísimamente encarnado por Bradley Cooper. Y tiene instantes vibrantes, emotivos, terribles… Gracias maestro por otro peliculón, aunque no todos sepan o, mejor, no quieran verlo.
Harry Callahan
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9
1 de febrero de 2015
8 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un mundo que se alimenta del aprendizaje online de las reglas del mercantilismo y de la voladura de cualquier frontera que impida la deshumanización, excreta diarreicamente tipos como Lou Bloom. El american way of life ya no es un anuncio de Malboro. Ni el sueño americano se resume en las palabras iniciales que en "El Padrino" monologa el funerario Bonasera. Dream is Over. La ahora pesadilla yanqui se emparenta más con la peripecia codiciosa de los paletos anabolizados de “Dolor y Dinero”; o, yendo al meollo, con la sanguijuela repugnante que encarna un aterrador Jake Gyllenhaal, en este “Nightcrawler”, primo, en sociopatía, del Travis Bickle de “Taxi Driver”.
“Luna Nueva”, “El gran Carnaval” o “Network” son clásicos Disney risibles, irónicamente cómicos, superados por el hoy que, con incomodante veracidad, vivisecciona la opera prima de Dan Gilroy, que desnuda, sin concesiones, la voracidad rivalista y cainita de una sociedad que, como suerte de nuevo Saturno post Lehman Brothers, devora a sus hijos con fruición en cualquier restaurante fastfood.
Y es que, “Nightcrawler” no solo tira con bala de punta hueca (y obviedad) al periodismo de tinta roja, del que apostataría cualquiera de los santurrones de la redacción de "The Newsroom"; sino que ecografía con vividez el fracaso (nunca oficialmente reconocido) del capitalismo sin domesticar, como supremo mandamiento laico de un país que lo lleva en su ADN, atávicamente.
No obstante todo ello (y su vocación indie) no hablo de un filme de arte y ensayo. La película encima tiene la bendita chulería de enascarase como thriller de los soberbios, emparentado en lo estético y conceptual con Michael Mann, el Wind Refn de “Drive”, o el Walter Hill de “Driver”, en el que se quema rueda en una urbe nocturna de neón y asfalto, de viento en las palmeras, de sonido de escáneres policiales, de amaneceres que nunca traen las alas con las que escapar de una ciudad en la que ya no quedan ángeles, pese a su nombre.
Harry Callahan
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8
18 de octubre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me cuentan los que pescan que la clave para capturar al animal es dar y tirar de sedal, anticipando sus movimientos, con firmeza pero delicado, convenciéndole a la postre de que se entregue. Qué es estéril resistirse. Que haga lo que haga, terminará en la buchaca.
Sí, sí, parece fácil, me aclaran, pero en el toma y daca, es muy posible que el bicho gane la partida, la tanza tense demasiado y se rompa, siendo ya imposible recuperar al pez que se irá libre, lejos, muy lejos, de donde no volverá, pues sabe bien lo que hay.
Damián Szifron es un consumado pescador. De esos que podría dar mil y un consejos como los que apuntaba. Y todos impagables. Curtido en televisión (“Los Simuladores”, “Hermanos y Detectives”) donde el share te puede convertir, de un día para otro, en picadillo para surimi, sabe cómo hacer que el espectador muerda el anzuelo y ya no lo suelte jamás.
“Relatos Salvajes” es paradigmática de cuanto digo. En ella las historias se tensan dramáticamente y se destensan con comicidad, para al final, de con un certero golpe dejarte como pez fuera del agua, desarmado y presa de quién te ha sabido guiar a donde no esperabas.
Entre los valiosos aparejos del autor de “Tiempo de valientes”, encontraremos un manejo de las herramientas audiovisuales pasmoso, en el que aspectos como la fotografía, el montaje o los insertos musicales actúan en apoyo envidiable de unas historias que embaucan y prenden así definitivamente.
Si tuviese que quedarme con uno de los relatos salvajes, ejemplificante de todo lo que comento, lo haría, sin dudarlo, con el último. Una mascletá de recursos narrativos que tensa hasta límites insospechados una historia que camina siempre al filo del abismo, y que bien podría romperse en cualquier instante, malográndose por ridícula con el consiguiente cabreo del personal, pero que su director (y guionista, y montador, y…) sabe coronar del único modo posible, después de habernos hecho vivenciar una montaña rusa de sensaciones.
Visto lo cual, no me resisto, ningún inconveniente en seguir picándole, señor Szifron, me tiene usted en su red.

By @magnumcallahan
Harry Callahan
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6
1 de junio de 2014
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Imagino que entre los objetivos de “Dallas Buyers Club”, no estaba rendir confeso homenaje a “La Lista de Schindler”, por aquello de que se cumplían veinte años de su estreno. Pero lo cierto es que, el personaje protagónico de la cinta comparte con el que fuera “justo entre las naciones” más de una concomitancia.
Sé que la Historia está llena de gente despreciable que hacen un agosto de la calamidad, pero que, paulatinamente, mutan en individuos altruistas arrebatados por la injusticia que les circunda, de la que se convierten en fustigadores. Sin embargo, de todos ellos y de las películas que los han hagiografiado, creo que Spielberg y el otro Steven, Zaillian, su guionista, contaron este tránsito vital hacia la metafórica luz de un modo maestro, convirtiendo el filme en cita referencial obligatoria.
Oscar Schindler pues, como digo, era uno de estos tipos, y también lo es, o lo fue, Ron Woodroof, un cowboy de rodeo, yonqui hasta las trancas, que se jalaba, además, a cualquier descarriada que se le pusiera a tiro de bragueta. En los ochenta, esto te hacía carne de cañón del VIH. Y este kamikaze tejano de los placeres urgentes cayó cual mosca sin remisión ni perdón posible.
Pero, una vez vista de cara la parca y lo vetado que para él estaba cualquier tratamiento, decidió darle esquinazo al sistema y buscarse la vida, nunca mejor dicho, procurándose soluciones medicinales alternativas. El tipo aguantó el tirón y el mes de existencia al que le sentenciaron, se transformó en años y el infortunio en negocio. Concretamente, el de proveer tratamiento a tantos infelices como por miles el SIDA había puesto en el patíbulo en aquellos ominosos años de marginación y abuso de las major farmacéuticas.
Así Ron como Oscar, fueron carroñeros de las desgracia, a la que sacaron pingües réditos, hasta que poco a poco, se convirtieron en repentinos paladines de sus víctimas. Más Schindler que Woodroof, que nunca terminó de abandonarse a la causa y siguió hasta el final viviendo de su buenismo libertario individualista.
De todo esto va esta nueva “Lista de Schindler” que no es tal lista, sino un club muy sui generis. De eso y de, paralelismos aparte, tener el privilegio de ver como un actor se hace acreedor de un oscar por méritos imposibles de escatimar. McConaughey está portentoso en pantalla, empleando su transformación física, hechuras y dicción para crear oro puro interpretativo. Cierto es que su personaje es agradecido, pero él actor tejano lo sobredimensiona. A ello contribuye, por momentos, la recuperación para la gran pantalla de un tipo que con similares armas actorales, nos brinda otro rol no menos memorable, aunque, en este caso, secundario. Jared Letto está en estado de gracia, lo que también le ha valido el reconocimiento de la Academia.
Y es que, lo que mejor retrata el ojo del realizador Jean-Marc Vallée, es la encarnación de personajes potentes, subyugantes, llamados a empatizar con el espectador. Otros aspectos de la cinta son menos lúcidos y hasta algo confusos. Es el caso de su narrativa, sobre todo en la segunda mitad, cuando del retrato de sus protagonistas se pasa a la peripecia vital, burocrática o, meramente, histórica del que todo biopic es esclavo. Ahí el filme naufraga, incluso en las intenciones meramente reivindicativas por ausencia de pulso y definición.

by @magnumcallahan
Harry Callahan
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