Diao Yinan utiliza el desventurado final de un criminal de barrio bajo para retratar entre neones y planos pacientes la podredumbre moral de la China más marginal y violenta. En un thriller que, desconozco si hace levantarse del asiento a Tarantino, pero sí bebe con arte y talento de su cine. Lo hace en el uso de una estructura narrativa con saltos temporales mediante flashbacks del personaje Zhou Zenong (Hu Ge) y también construyendo escenas de acción envueltas de salpicaduras enormes de sangre y humor negro.

El lago del ganso salvaje nos presenta la historia de un líder pandillero que una noche, herido y desorientado, comete un error fatal. Es tras ese suceso, cuando su vida cobra un precio elevado y entorno a él se alza el cuerpo de policía que debe capturarlo, pandilleros que lo quieren muerto para que no delate todo lo que sabe de ellos, y Kwai Lun-me (Liu Aiai) -encargada aparente de ayudarle en su plan final-.

En esta asfixiante y peligrosa andadura del criminal, Diao Yinan nos retrata desde el costumbrismo a la sociedad más marginal de China, donde reina a sus anchas la prostitución, delincuencia, violencia, pobreza y destrucción. Gerentes de hoteles fregando charcos de sangre tras peleas campales de bandas, vecinas del barrio tirando la basura mientras la perseguida esposa de Zhou Zenong sufre un ataque de epilepsia rodeada de criminales, casinos clandestinos... Todo al ritmo sosegado de planos generales que, aprovechando ópticas de distancia focal corta, consiguen una gran profundidad de campo muy útil para contextualizar espacialmente las desgracias que suceden en un primer término. Además, reforzando esa intención audiovisual de relatar la historia de manera naturalista, el director apuesta por una banda sonora prácticamente inexistente, solo apareciendo en momentos concretos de la trama. Siendo, de esta forma el espectador, testigo por vía directa de los sonidos propios de estos barrios bajos: motocicletas, trenes, músicas populares, discusiones, gritos...

El director con esta película realiza la tarea de guía turístico por las calles que nadie quiere recorrer y viviendo la violencia sangrienta que nadie quisiera conocer. Todo al ritmo pausado que merece una ruta donde hay tanto que ver y más aún tantas cosas sobre las que reflexionar.

Crítica completa con imágenes y spoilers en Café Western ( cafe-western.blogspot.com )

Tim Burton en su pico de forma. Mezclando fantasía y cruda realidad a través de un Frankenstein que conecta desde el inicio con el espectador, una puesta en escena capaz de ridiculizar el modus vivendi contemporaneo con solo contemplarla y un guión que transmite una moraleja enriquecedora para el espectador. Cuento de hadas pero sin cursilerías. Aquí el ser diferente sufre y es perseguido. Y el final respeta al espectador con una moraleja sin masticar ni digerir. Optimista para muchos, pesimista y cruel para otros tantos.

Tim Burton nos muestra una película gótica, oscura, con personajes esperpénticos y cuentos de fantasía como siempre y tanto nos gusta a los que le admiramos, pero logra algo que desgraciadamente no es tan común en él: construir una historia redonda y que nunca pasará al olvido.

Cuando William y Tom cruzan las vallas de espino y se adentran en un campo de batalla aparentemente deshabitado, nosotros con nuestro ojo nervioso y en estado de alerta cruzamos con ellos. Pasamos miedo, nos asustamos con los aviones que nos sobrevuelan, sentimos el peligro de la misión y sufrimos las penurias de la guerra en primera línea. Y sin olvidarnos de fotografiar en nuestra retina los paisajes de la destrucción. Experiencia cinematográfica de las que no se olvidan, con un lenguaje audiovisual inmersivo como ninguno.

1917 es una película para mostrar en las escuelas de cine y aprender a realizar un plano secuencia brillante. Con gran cuidado de fotografía, ritmo narrativo y actuación (tanto en timming de movimientos como en interpretaciones). Porque realizar una película en plano secuencia en interiores o en el asfalto de Nueva York como planteó Iñárritu en "Birdman", tiene gran mérito y es espectacular, pero hacerlo en un campo de batalla con escena de acción incluidas es ir un paso más allá.

Película para la historia. De las que aportan a la evolución del cine. Enhorabuena a Sam Mendes y al equipo.

El fotógrafo de Mauthausen es una película cuya visualización solo se justifica en caso de equivocación. Como fue el mío. La historia es preciosa, bien es cierto. Nos presentan el drama de los españoles en los campos de concentración nazis desde el punto de vista de la fotografía. El arte visual, el drama y la violencia fusionados en un largometraje, puede pensar el espectador a priori, pero no es así.

La historia de base en ningún momento es explotada con maestría. Ni una interpretación creíble o de calidad, ni un plano bello, ni una escena para recordar, ni un montaje creativo ni si quiera una buena fotografía (escenografía muy pobre y localización de exteriores muy mejorable).

Por no hablar de la puesta en escena de los personajes: maquillajes horrendos e irrisorios, cuerpos fibrosos y musculosos en pleno campo de concentración con escasez de alimentos... Dientes amarillos y uñas sucias, sí, pero debía ser de comer y cocinar el arroz con pollo cada tres horas en el caso de Mario Casas. El cual nos regala otra interpretación en piloto automático. Mario Casas tiene carisma, sí. No me parece mal actor. Pero hay películas donde no pega ni con cola. Hay muchos actores de éxito con sus mismas características, pero más acertados para elegir interpretaciones. No imagino en una película americana sobre campos de concentración nazi a Vin Diesel haciendo el papel de preso de pijama de rayas.

En definitiva, película de diálogos sosos, escenografía pobre y belleza audiovisual inexistente. Aburre.

Padre de familia no es para todos los públicos, es solo para los que tengan el sentido del humor desarrollado y preparado para reírse de todo e incluso de las creencias de uno mismo. Porque todo en esta vida tiene grietas que dejan lugar al chiste y la burla. Padre de familia se ríe hasta de sí mismo, y busca que el espectador también lo haga. Es una comedia gamberra, llena de ritmo. Con un estilo que ellos han inventado y que ellos mismos han perfeccionado hasta el sobresaliente. Con unos flashbacks que ponen la guinda al pastel y que en algunos capítulos llegan a ser más deliciosos que el propio pastel.

Padre de familia es la serie que los hipócritas odian. Porque en una época en la que la adicción a las redes sociales y su efecto secundario de querer aparentar ser perfectos conducen a la sociedad a lo políticamente correcto, esta serie es necesaria para romper con el postureo soso y aburrido. Para mostrar en pantalla lo que tanta gracia nos hace en la intimidad pero pocos se atreven a admitir en público.

Por ello, los que vivan sin complejos y tengan sentido del humor, deben darle una oportunidad a esta obra maestra. Humor negro, sí. Muy negro. Pero el humor negro solo ofende cuando no es gracioso. Y en esta serie de cerca de 20 temporadas, todavía está por encontrar el gag que no lo sea.