Visualmente muy atractiva, el argumento roza en ocasiones un lirismo un tanto ñoño y excesivo, aunque se deja ver fácilmente. El diálogo silencioso entre los protagonistas no siempre está bien resuelto, pero es que acertar con el silencio ideal es tan difícil como hacerlo con el diálogo perfecto.
Quizá la historia del chico habría dado para otra película totalmente distinta.

Un típico ejemplo de sobrevaloración de una película que ante todo adolece de falta de ritmo y a la que, al menos, hay que estar agradecidos por su corta duración (84 min).

Si bien posee golpes del humor más genuino, alocado e irreverente de los Monthy Python, aún le falta demasiado pulimento para llegar a la casi redondez de La vida de Brian.

Desde luego hará las delicias de cualquier adepto a esta genial pandilla de cómicos británicos pero, para un espectador desprevenido y desconocedor del humor Monthy Python, el choque puede ser brutal.

Por último, para situar más justamente a estos artistas en su faceta cinematográfica sería bueno recordar que su filmografía como grupo se reduce a tres películas (cuatro, si añadimos una especie de recopilatorio con los mejores momentos de su serie televisiva), y que son tan fáciles de clasificar como la vida misma: Los caballeros de la mesa cuadrada son los comienzos, la ilusión, la falta de presupuesto y la inexperiencia en un medio nuevo, aunque ya apuntan maneras; La vida de Brian es la madurez, la redondez y el buen hacer, el cénit de su carrera; y El sentido de la vida, el ocaso, la repetición y el cierre de una, no por escasa, menos interesante etapa fílmica.