La anatomía es un análisis o estudio minucioso de algo, diseccionando cada parte o episodio y poniendo en relevancia aquellas más significativas.

Esta película comienza con el trágico fallecimiento del padre de familia tras caer desde una ventana, la autopsia no puede determinar la causa de la caída siendo compatibles el suicidio o el crimen. Utilizando el artificio de un juicio ilusorio, en el que acusan a su pareja, la directora va desgranando la complicada realidad del matrimonio al que la sociedad y su hijo pequeño asisten como espectadores, estableciéndose todo tipo de conclusiones sobre los hechos, sus posibles causas y como se llevaron a cabo. Será su propio hijo el que actuará como juez pero pagará un alto precio al descubrir una realidad sobre la personalidad de sus padres que desconocía.

La película destaca por la originalidad de su tratamiento, la buena actuación de los actores (muy destacable madre e hijo) y por un excelente guion con una secuencia de una discusión entre la pareja sensacional.

Preciosa película en la que por algo más de dos horas acompañamos a su protagonista en su rutina diaria como limpiador de servicios de la ciudad de Tokio, trabajo que realiza siempre con esmero, honorabilidad y aparente alegría. Mi percepción es que es un hombre que de alguna forma huye del pasado, del que solamente rescata, su música en cintas de casete (banda sonora de la película) y su vieja cámara con uso de carrete con la que a diario disfruta tomando imágenes de la copa del árbol que le da sombra en sus descansos. Su rota relación familiar y su vida solitaria parecen ocultar un trauma pasado que de alguna forma intenta evitar con su actual tipo de vida, donde obtiene momentos de satisfacción con sus repetitivas fotos, sus visitas rutinarias a los mismos sitios y leyendo cada noche fragmentos de libros de segunda mano. Para mi una obra maestra del cine con una escena final concluyente en la que el protagonista (gran actuación) sonríe y sufre al mismo tiempo mientras escucha música ... es un nuevo amanecer, es un nuevo día, es una nueva vida, dormir en paz cuando acabe el día.

Paul y su mujer necesitan un cambio de rumbo en su vida rutinaria, los escasos ingresos familiares impidieron que Paul pudiera estudiar medicina convirtiéndose en terapeuta ocupacional, una profesión menos onerosa, la pareja encuentra dificultades para prosperar hasta que un día surge la posibilidad de vivir con su actual patrimonio en un mundo mucho mejor, siendo propietarios de una lujosa mansión en una gran urbanización paradisiaca, con todos los servicios de ocio al alcance y sin delincuencia ... el único requisito someterse a la reducción irreversible de su tamaño. La reducción produce importantes cambios en la vida de Paul, pasando por muchos momentos difíciles que llevan a nuestro protagonista a un cambio de mentalidad y a descubrir la verdadera felicidad.

Una vez mas, Alexander Payne (Entre copas) construye una película redonda, en la que los personajes y sus diálogos trascienden el ámbito de la ciencia ficción y nos alertan sobre el sentido de la vida que llevamos y nuestro futuro inmediato.

No se puede criticar muy negativamente a una película que cumple ampliamente con su propósito de concentrar a la familia frente a la pantalla, en este caso para ver a una colosal criatura muy particular, mostrando además, muy buenos efectos sin disponer de los grandes recursos del cine norteamericano. La historia sigue un patrón muy similar al de otras películas del género empatizando con la figura del gigante, con un claro mensaje de defensa de la naturaleza y de lo diferente, mostrando imágenes de gran belleza de los paisajes nórdicos ... en definitiva recomendable sin pretensiones.

Tengo que reconocer que para un espectador que ha normalizado los excesos patrióticos y la fantasía del cine norteamericano asimilar algo parecido en una cinematografía menos conocida como la hindú resulta algo chocante, sin embargo RRR te mantiene frente a la pantalla desde su comienzo por los efectos espectaculares y escenas con desenlaces imprevisibles, muy bien ejecutadas, todo ello bajo un halo de exaltación patriótica desbordante que muestra al invasor inglés como un ser despiadado al que hay que derrotar utilizando la cualidades locales personificadas en dos superhéroes de carne y hueso con capacidades inusuales para realizar movimientos sobrenaturales, manejar objetos de peso grúa y resistentes, muy resistentes al dolor. En definitiva una alegoría cinematográfica plena de fantasía en la que se expresa la grandeza del pueblo hindú y que, a pesar de su larga duración. entretiene y sorprende.