Ayer terminé de ver la tercera temporada de Hannibal. Siendo una serie muy buena de principio a fin, pienso que es de destacar sobre todo la sobresaliente primera mitad de la tercera temporada, que es de un barroquismo fascinante. Quizás el hecho de que estos capítulos sean tan buenos explique que la segunda parte de esta temporada resulte en apariencia más floja, de ahí su caída de audiencia. Pese a ello, la serie tiene un final bastante bueno, que puede servir como adecuado y poético desenlace definitivo, pero que también deja abierta la puerta a una cuarta temporada (o a una película, según su productor).

Si observamos que los varios tipos de CSI's varios llevan miles de temporadas en antena, y Hannibal ha sido cancelada en su tercera temporada, cuando se pensaba en cinco, no podemos más que reafirmarnos en nuestra conclusión de que el gusto televisivo de gran parte de la humanidad está donde se crían las hemorroides...

La verdad es que leer las opiniones no sólo de público, sino de "críticos profesionales", que ponen a "Mad Max, furia en la carretera" como una obra maestra de nuestros días, como una fábula feminista o incluso como una obra ecologista, da una clara idea del páramo cultural e intelectual en el que estamos sumergidos.

La película es un divertimento con buena facturación visual y excelentes persecuciones y explosiones. Punto. Todo lo demás son paranoias mentales que pretenden sacar de donde no hay.

A la película le sobra media hora larga. Media hora que la transforma de film divertido para pasar un rato en rollo interminable. Los diálogos son absurdos y están formulados para niños de cuarto de básica. Los personajes son totalmente planos. El guión es previsible y repetitivo.

Se puede perdonar que unos vestidos blancos permanezcan impolutos toda la película, tras persecuciones, explosiones y sangre por doquier, porque visualmente quedan muy bonitos. También que los héroes sean indestructibles, pese a quemarse, pasar por explosiones o golpearse en brutales impactos de coches, pues es la esencia del superhéroe: sobrevivir a todo in extremis. Pero lo imperdonable es alargar la cosa hasta las dos horas sin que la historia lo justifique. En realidad, para ver persecuciones y explosiones, bastaba con hora y media, y una "versión del director" de siete horas viendo más, pero en blue-ray, para quienes quieran más de lo mismo.

En definitiva, la película no pasa de ser un entretenimiento alargado, que algunos han querido elevar a gran obra. Pienso que le bastaba con seguir manteniendo la mitología del personaje. Todo lo demás, es viento.

Nightcrawler es una película oscura y a ratos hipnótica que narra la historia de un ladrón de poca monta que descubre su vocación en la filmación, para la televisión, de sucesos que suceden por la noche en una gran urbe. Acompañado de un becario que, poco a poco, se va transformando en su alter ego -como una especie de Sancho con un Quijote pasado por la adrenalina y la insensibilidad humana- se dedica a recorrer la ciudad buscando -cuando no provocando- las noticias que venderá a una productora de telediarios -estupenda René Russo en su decrepitud- que intenta seguir manteniéndose en su puesto a través de la generación de noticias de impacto.

Louis Bloom -escalofriante y brillante Jake Gyllenhaal- es un psicópata que habla con frases tópicas de coaching y psicología organizacional sacadas de la cultura actual de fomento del emprendimiento y del triunfador. Un ser amoral que es capaz de triunfar en un mundo, el de los medios de comunicación de masas, que fabrica las noticias del desayuno para una sociedad enferma y acrítica deseosa de morbo y espectáculo reality-gore. Y lo más triste es que, viendo lo que, en nuestro mundo real de cada día, sigue la gente por la pequeña pantalla, uno termina por sospechar que no estamos tan lejos de ser esa sociedad enferma.

En definitiva, una película fascinante y absolutamente recomendable.

Paul Ekman es un importante psicólogo de la vida real fundamental en el estudio de las emociones. Aquí se nos presenta como un superhéroe que es capaz de detectar todo tipo de mentiras y emociones en general procesando instantáneamente las microexpresiones faciales de sus interlocutores (o, sencillamente, de aquéllas personas a las que observa). Tiene una ayudante casi tan talentosa como él. Además, reclutan a otra joven ayudante con -otra vez- el mismo talento, pues pertenece al 0,002 por ciento de personas que tienen ese don "innato"... (aquí podemos hacer un silencio con canto de grillos al fondo...).

Es una serie de ficción, claro, pero que el cien por cien del guión gire en torno a la misma habilidad de detectar mentiras de forma "suprahumana", es cargante a más no poder. Por supuesto, las "habilidades deductivas" de los personajes de "Forever" o "El mentalista" son también exageradas, pero al menos se incorporan personajes con otro tipo de "habilidades" que complementan las dotes deductivas de sus protagonistas. En "Miénteme", casi todo el equipo goza de las mismas destrezas y el que no, es alguien que profesa una "sinceridad radical", pues nunca miente... (más sonido de grillos...). Otros personajes (fiscal, policías) son los típicos peleles planos que representan el escepticismo (y erróneo, claro) de una forma bastante antipática. Como siempre, el superhéroe se alza triunfante frente a ellos demostrando que sus métodos son infalibles.

En definitiva, "Miénteme" es una serie que deja bastante que desear incluso como producto palomitero, ya no digamos si te interesa algo la psicología. En este último caso, te recomiendo que, en lugar de perder el tiempo con esto, cojas un buen libro, como "Cómo detectar mentiras", de Paul Ekman y apagues la televisión.

Esperaba The following con mucho interés, ya que su argumento, a priori, prometía bastante. Tras tragarme el décimo capítulo me ha dado por pensar que los guionistas intentaron, en su día, entrar en las filas del FBI y los rechazaron. El rencor les ha llevado a escribir un guión en el que los agentes del FBI son una pandilla de chapuceros que no saben ni dónde se tienen en pie.

Kevin Bacon, con cara de haberse fumado algo ilegal antes de entrar al rodaje, se luce en cada capítulo metiendo cada vez más la pata y, como bien dice el malo en este décimo capítulo, "sigue sin enterarse de nada". He de reconocer que si yo fuera amigo de Ryan Hardy no me llegaría la camisa al cuerpo, ya que tendría todas las papeletas para que me dañaran de algún modo el estómago, que es lo que parece ocurrirle a sus pocos allegados.

James Purefoy, el inolvidable Marco Antonio de "Roma" es tan sabihondo y tan repelente en su "carisma" que termina por ser empalagoso (tendré que volver a ver "Roma" para no terminar detestándolo). Que un asesino en serie desde la cárcel haya conseguido montar una secta a nivel nacional (de momento) sólo con su sonrisa de niño bueno no hay quien se lo trague. Su poderío para lograr que todo el mundo alrededor de Hardy sea de su secta hace que la serie parezca más el retrato de un caso de esquizofrenia con delirios persecutorios del ex-agente que el desarrollo lógico de un thriller.

En fin, como dice otra de las críticas de por aquí, la única manera de seguir viendo esto es tomándoselo con humor, como si fuera una comedia homenaje a Buster Keaton o Harold Lloyd, en la que sólo nos queda esperar a ver cómo se riza el rizo de los despropósitos.