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Críticas de Giorgia Macassi
Críticas 2
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
10
1 de marzo de 2024
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The seventh seal (El séptimo sello), estrenada en Suecia en el año 1957, es una película trascendental en la filmografía de Bergman pues conlleva un antes y un después en el desarrollo de su obra. Basada en su guión teatral "Tramaining" (1955), fue dirigida y escrita por el genio, cosmovisualizada por el gran Gunner Fischer y musicalizada por Erik Nordgen.

Nos encontramos en el siglo XIV, la peste negra consume la vida de Europa. Antonious Block (Mac Von Sydow) ha regresado junto a su escudero a Suecia de una misión de diez años en tierra santa, donde la cercanía con la sangre y la desgracia han desgastado su fé. Rodeado de mar, enfrenta a la muerte con quien empezará una partida de ajedrez, consciente de su inevitable derrota, pero deseoso de un poco más de tiempo para intentar resolver las dudas que lo atormentan respecto a la existencia de Dios, el cielo o el infierno, y su profundo miedo a la nada después de la muerte.

Entonces el show empieza entre cómicos impulsados por la ternura, herreros inocentes, una procesión de cilicio, el sin sentido de la vida, la naturaleza egoísta del hombre, una hoguera, la religión como un bálsamo para los vacíos existenciales, problemas terrenales, el silencio, el deseo de la muerte, el terror hacia la misma y el arte como una alternativa al absurdo. Toda una danza de emociones, de intelecto, una danza macabra.

Si bien, Bergman nos presenta una gran variedad de personajes con mundos internos tan surtidos, los logra entrelazar mediante su condición de seres finitos, están todos tratando de entender la vida y la muerte. Antonious está directamente jugando ajedrez, apostando su vida y ganando un poco más de tiempo para intentar responder sus dudas, para apaciguar su miedo a la inexistencia de Dios, a la prevalencia de la nada. Los muertos yacen donde están los que aún no han nacido. Y esto lo tenía bien claro el héroe absurdo de la historia, Jons, el escudero, quien parece reconocer la nada existencial con tranquilidad. La muerte no tiene por qué ser algo negativo, y él lidia con ella a través de la ironía y la comedia. El herrero, la inocencia. Su esposa, la lujuria. Los viejos de la taberna, que se persignaban ante la idea del infierno o de la nada, pero que seguían siendo egoístas y crueles, la chiquilla acusada de bruja que en realidad sólo conocía el miedo, los flagelantes que, impulsados por su ignorancia y fanatismo, buscaban la manera de librarse del sufrimiento... con más sufrimiento, la mujer rota que no decía una sola palabra y esperaba así la muerte...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Giorgia Macassi
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9
25 de febrero de 2024
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Ikiru (Vivir) es un drama post guerra del maestro Akira Kurosawa estrenada en 1952, un contexto en el cual el 'significado de la vida' era un tema recurrente, aunque nada novedoso, pues "el sentido" ha sido desde siempre una de las cuestiones existenciales más discutidas. A pesar de ello, esta película es atemporal en su objetivo, trama y estructura, lo cual veremos a continuación.

La obra empieza con un narrador omnisciente el cual nos presenta al Sr. Watanabe (Takashi Shimura), un viejo gris y apagado que ha dedicado su vida a trabajar ignorando los deseos y el disfrute propios. Un muerto viviente que sólo ha estado pasando el tiempo, la encarnación de la inautenticidad de Heidegger, cual Ivan Ilich. Sin embargo, en el momento en que se entera que le queda poco tiempo de vida, decide revelarse, cae en consciencia de que no ha vivido "como se debería" y toma las riendas del sendero, esperando el momento de su innevitable destino.
Más allá de la crítica a la burocracia, Ikiru es una carta de esperanza. Kurosawa nos transmite de manera sublime y estéticamente preciosa la necesidad del Ikigay, creencia japonesa que consiste básicamente en crear un sentido a nuestra existencia. Watanabe, acepta que, si bien había desperdiciado su vida hasta ese momento, podía darle una razón de ser al poco tiempo que le quedaba y, lejos de sucumbir a los encantos del hedonismo por los cuales lo guía el Mefistófeles en traje de escritor bohemio; elije un camino más dulce y valioso, dejar una marca, un pequeño cambio indeleble y hermoso.

Así, este maravilloso filme, necesario para cualquiera que ame el séptimo arte, se recibe como un regalo para el alma. Y nos enseña al estilo de Kurosawa, entre escenas llenas de movimiento, actuaciones espectaculares, expresiones exageradas y líneas llenas de emoción; que no somos distintos a Cayo, la muerte nos unifica y acecha por igual y la finitud es una condición fundamental de nuestra existencia. No hay que esperar treinta años para disfrutar de un atardecer, ni que el horror en forma de radiografía nos empuje de manera tardía a vivir.

Vive.
Giorgia Macassi
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