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Críticas de Anakin23
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Críticas 9
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
2
6 de enero de 2024
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Todavía al otro día de verla, no estaba del todo seguro de si me había gustado, de si era una buena película o no, porque hay determinadas cuestiones que me costaba admitir en ella, y porque realmente me sentí muy mal al verla, fueron ochenta minutos muy agotadores. Tanto es así que, incluso de leer sobre ella, me llegó a provocar náuseas. Ahora ya puedo decir con seguridad que no, no me gusta y no me parece una buena película.

Elephant está inspirada en la masacre de Columbine, un tiroteo masivo que ocurrió el 20 de abril (día del nacimiento de Hitler) de 1999 en una secundaria en los Estados Unidos. Fue uno de los primeros tiroteos escolares famosos en los medios estadounidenses, por supuesto, luego han venido muchos otros. En ese, dos estudiantes pusieron explosivos en la escuela, mataron a trece personas, dejaron heridos a una veintena más y luego se suicidaron.

El caso es que su director, Gus Van Sant, que ha rodado películas como Good Will Hunting, My Own Private Idaho o Milk, que poco tienen que ver con Elephant, falla estrepitosamente en algo. En un intento de narrar la calma antes de la tormenta, narrar el día cotidiano en la secundaria, para luego desencadenar el infierno (lo cual sí me parece una idea interesante), Gus Van Sant se olvida por completo de sus personajes. No le interesan, son solo accesorios para la trama.

Vuelve una y otra vez al mismo momento, minutos antes de que se desate la locura, sin ninguna verdadera intención narrativa más que generar tensión, porque uno sabe que la muerte de los personsajes es inminente. Por ese lado es sádico y por tanto irrespetuoso e irresponsable con las víctimas de la masacre real. Imagino que los padres, los amigos, familiares, conocidos de las víctimas, incluso los que sobrevivieron, si vieron esta película, se deben haber sentido muy mal. Yo, que no lo soy, lo hice.

Y, para colmo, Gus Van Sant se regodea en el trabajo de cámara, en sus planos secuencias, su estilo frío y distante, la narrativa no narrativa de su película, su visión supuestamente poética del asunto... En fin, a mí acaba pareciéndome más una pedantería alrededor de la persona del director, que está más interesado en mostrar lo buen director que es, que en contar una historia que respete a sus personajes. Lo peor es que en efecto obtuvo el premio al mejor director en Cannes y la Palma de Oro.

Por otro lado, en el momento en el que nos presentan, o más bien nos adentran más en la vida de los asesinos, los tenemos viendo un documental sobre Hitler, tenemos a uno de ellos jugando un videojuego shooter y al otro tocando Für Elise, de Beethoven, y por último una escena en la que se besan en la ducha. A ver, evidentemente no es necesario que estos personajes tengan un motivo para asesinar a nadie, de hecho, parte de la película consiste en la "banalización del mal", en la frialdad con la que estos dos muchachos cometieron el crimen. Pero de la manera tan superficial en que se trata, tal parece que los motivos de los asesinos son la homosexualidad, el fascismo y la obsesión con los videojuegos.

Ahora, en ese momento de la película, ¿qué sentido tiene que uno toque Für Elise? Si es solo por la asociación entre Beethoven y los nazis, es en exceso descarada y banal, además de racista (hubiera sido preferible La cabalgata de las Valkyrias, de Wagner); si es para mostrar algo de sensibilidad a pesar de todo en uno de los asesinos (que no creo que sea el caso) o tan solo como contrapunteo emocional, en ambos casos, es demasiado superficial, y en el segundo, además, carente de un sentido narrativo, y por tanto injustificado e innecesario.

En fin, un ejercicio cinematográfico en el que el ego es tan grande que se olvidaron de la humanidad.
Anakin23
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8
27 de septiembre de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué película tan bella. Lo más curioso de todo es que a medida que uno avanza, puede sentirse mucho como Delphine, o puede identificarse con ella por momentos en los que se ha sentido así. A medida que uno avanza pudiera también tan solo pensar en el personaje, explicárselo a sí mismo. Pero, al menos para mí, más allá de ese momento bello del final, el golpe de la película viene cuando se acaba por completo y empiezo a pensar aún más en ella, en todo lo que estuve viendo antes de llegar al final. Y es entonces cuando ese final se vuelve más hermoso.

Todos esos "fracasos" que Delphine acumula. Todas esas personas con las que no logra conectar, toda la gente a la que aleja, todos esos que le dicen que necesita salir de su zona de confort, todas esas veces que trata de hablar y se traba, todo lo que Delphine siente o piensa y el resto no comprende (nosotros mismos pudiéramos no entenderla a veces, incluso entiendo que haya quien la encuentre insufrible), todos esos momentos en los que la esperanza va y viene (casi siempre que viene es en pequeñas cantidades que pronto desaparecen)..., cobran mayor fuerza en el final. Ese final que es la esperanza que a pesar de todo tuvo Delphine. Ese sentimiento que se ha pasado la vida buscando. Y en ese momento más que nunca, nosotros somos Delphine.

Presiento que yo la veré varias veces, quizá porque puede que con una sola se me escape algún que otro detalle (igual es una película corta). De verdad, sé que muchos se verán identificados. O al menos a mí me pareció encontrar a mucha gente que conozco y a la que quiero en Delphine.
Anakin23
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10
1 de agosto de 2023
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El otro día hablaba con unos amigos sobre cómo esta es una de las películas más transgresoras y progresistas de Disney. Lo hice con tanta pasión que me quedé con ganas de verla. Así que anoche la descargué y, cómo no, la vi. Lilo & Stitch es una película que, como otras, vi muchísimas veces en mi infancia ( Yu-Gi-Oh! La pirámide de la luz, El libro de la selva, Tarzan, Bambi, Mulán, casi todas en VHS). La tenía en un DVD original con materiales extras que hasta incluían juegos. Como me sucede con muchas películas de la infancia, tenía miedo de que no fuera tan buena como pensaba (aunque la recordaba prácticamente de inicio a fin). Pero como me ha sucedido en algunas ocasiones con películas de la infancia, resultó ser incluso mejor.

Hubo varios detalles que no recordaba, gags que me arrancaron carcajadas: cuando Stitch rompe un cuadro pintado por Lilo y ella dice That's my blue period, o cuando Lilo llama a Cobra Bubbles, en la escena en que la casa acaba destruida, y dice con una indiferencia total Oh good! My dog found the chainsaw. Pero mi detalle preferido fue al principio, cuando Lilo llega mojada a la clase de baile y explica que es día del sandwich. Es un diálogo completamente absurdo, divertidísimo, en el que Lilo dice que tiene que alimentar a Pudge, un pez que controla el tiempo. Más adelante en la película Lilo nos revela cómo murieron sus padres: en un accidente automovilístico una noche de tormenta. Lilo se preocupa de alimentar a Pudge porque quiere que el tiempo esté bien, que no haya otras tormentas. No quiere que nadie más tenga que pasar por lo que ella pasó con la pérdida de sus padres.

Es realmente asombroso lo mucho que dice esta película en tan poco tiempo, lo tan bien delineados que están sus personajes, lo seria y profunda que es y el tratamiento tan humano de sus temas, tan complejos y sin embargo resueltos de una manera tan sencilla y natural. Y todo eso sin dejar de ser una película genuinamente divertida.
Anakin23
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8
27 de febrero de 2023
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En la filmografía de Wong Kar-wai podemos, casi siempre, encontrar varios temas que se repiten:

1-el amor a destiempo (persona correcta, momento equivocado), que bien lo representa una técnica utilizada por Wong en gran parte de su filmografía, el step-printing: en Chungking Express lo vemos en esa secuencia inolvidable en la que Tony Leung está comiendo en el Midnight Express, Faye Wong apoyada en el mostrador lo observa, abstraído en sus pensamientos como está, congelado en el tiempo, mientras en el fondo pasan personas con una velocidad mucho mayor que lo normal;

2-la soledad y la compañía: y no lo digo únicamente en un sentido romántico, tómese de ejemplo la historia de Takeshi Kaneshiro con Brigitte Lin en Chungking Express o la de Maggie Cheung con Andy Lau en Days of Being Wild; en estos casos, los personajes de Wong solo están ahí para ser ese hombro en el que apoyar la cabeza de vez en cuando, y así sucede en toda su filmografía: pueden tener un interés romántico o no, pero sus personajes siempre se van a acompañar en sus soledades;

3-la memoria y el olvido: las películas de Wong son siempre profundamente nostálgicas y melancólicas, y sus personajes van desde el extremo que no quiere olvidar hasta el que quiere olvidarlo todo, aunque curiosamente aquellos que quieren olvidar son los que nunca parecen hacerlo (el vino de Ashes of Time y su resultado en Tony Leung Ka-fai, quien lo bebió por soberbia y no porque deseara olvidar realmente y sin embargo perdió la memoria, y su resultado en Leslie Cheung, quien queriendo olvidar bebió toda la botella y sin embargo el vino no surtió efecto; el argumento entero de 2046);

4-y por último, la ciudad como protagonista y en su relación con el hombre, relación que, por lo general, es abrumadora; el hombre es pequeño ante ese monstruo que puede ser el Hong Kong de los 60 o el de los 90, esa cosmópolis donde convergen la cultura oriental y la occidental, donde se escucha a Rebecca Pan y a Nat King Cole, a Faye Wong y a The Mamas and the Papas; el hombre es pequeño ante esa criatura más viva de noche, con forma de luces de neón, comida rápida y delincuencia, con forma de aglomeraciones de gente enajenada que se mueven demasiado rápido a contraprotagonista, o acaso el protagonista se queda congelado a contragente, da igual, en conclusión, al hombre lo agobia la vida moderna, al hombre lo aplasta la ciudad.

Y nunca al hombre lo ha aplastado más ni de una forma más bella la ciudad que en esta película.
Anakin23
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8
4 de enero de 2023
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I
Mise en abyme

INT. CORREDOR – NOCHE
ALEJANDRO ALONSO (35), de expresión noble, aspecto adolescente y mirada curiosa, que conserva intacta la fascinación con que un niño descubre el mundo, mira hacia un espejo al incierto final de un corredor oscuro que pareciera no acabar nunca.
Alejandro voltea hacia el lado contrario. Junto a él, otro espejo. Y otro Alejandro. Y otro. Y otro. Y otro…

INT. CUARTO – NOCHE
Alejandro despierta sobresaltado. La frente perlada de sudor, la respiración agitada. Alejandro se sienta en el borde de la cama. Junto a esta, un espejo. Alejandro se mira en él.
En el espejo: RAUDEL (35), de rasgos severos, piel curtida por el trabajo físico, por las horas al sol, y mirada curiosa, que conserva intacta la fascinación con que un niño descubre el mundo.
Raudel mira extrañado el espejo. Se acerca a él. Abre los ojos como platos.
En una pupila de Raudel: un corredor oscuro que pareciera no acabar nunca, Alejandro repetido infinitas veces.


II
Uqbar y las ciudades invisibles

Me gusta creer que Alejandro Alonso Estrella ve en Borges un referente. Me gusta creer que su obsesión con los sueños, que la poética de sus universos donde conviven lo real y lo fantástico, que los espejos y los hombres fractales multiplicados en ellos no son una mera casualidad. Me gusta creer que cuando realizaba Abisal (2021) Alejandro Alonso pensaba en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, como me gusta creer que pensaba en Las ciudades invisibles, de Italo Calvino, cuando realizaba Terranova (2020), junto a su tocayo Alejandro Pérez.

En Terranova Alejandro Alonso fotografiaba La Habana y reinventaba el mito de la torre de Babel, de manera que la ciudad era ella misma y todas las ciudades a la vez (uno de sus personajes, El Sirio, decía que las ciudades no se repiten, sino que se transmutan). Alejandro recogía una ciudad etérea y real al mismo tiempo, que se estaba destruyendo para formar otra, como lo sugiere la etimología de su nombre. Retrataba una ciudad en declive, apocalíptica, habitada por una serie de personajes (y acaso viva solo a través de ellos) que componían un mundo fantástico y espectral y que formaban parte del gran rito litúrgico en torno a la desaparición de la ciudad.

En Abisal, Alejandro se desplaza hacia un desguace de barcos donde la línea entre la realidad y la ficción (acaso el mundo de los sueños), la línea que separa el mundo de los vivos del de los muertos, se difumina. Alejandro nos adentra en un universo opresivo, en el que se alternan los interiores sombríos, húmedos, estrechos, y los exteriores signados por el percebe en los cascos de los barcos, por el óxido, por el sol, el humo y el fuego; en el que se alternan lo lóbrego y lo árido y casi se sienten, a la vez, el frío de las cámaras de los barcos y del faro y el calor de las horas de trabajo físico. En Abisal se respira un aire enrarecido, los sonidos hidráulicos y mecánicos nos sumergen en ese clima tenso, cercano al de un filme de ciencia ficción; en ese abismo en el que, pareciera decirnos (desde el propio título) su director, están atrapados sus personajes; en ese limbo en el que están suspendidos.

Si Terranova era un filme apocalíptico, Abisal es uno postapocalíptico. Y, si bien aquella era una película grandilocuente y acaso más trascendental, esta es más intimista, por el acercamiento a los personajes y, en especial, a su protagonista: Raudel.

III
Raudel, la paloma y el diluvio

La persona que no sueña cuando duerme está muerto, dice sonriente Raudel hacia el final de la película a un personaje al que luego, al buscarlo, parece haber desaparecido. Antes escuchábamos a Raudel contar entre tartamudeos una historia de ultratumba sobre una luz que vio en medio de la noche y de la que desconocía su naturaleza, aunque la sospechaba diabólica. Sin embargo, para su interlocutor estaba claro, esa luz era un muerto: Pero los muertos no tienen nada que ver con el diablo.

Son estas escenas, a modo de mise en abyme, acaso algunas claves para decodificar la mística del universo de Abisal, que encuentra no solo en el clima y en la belleza de sus imágenes, sino también en la poética de su diégesis, los medios para manifestarse. Quizá la otra escena a través de la que más claro se logra esto sea aquella en que Raudel y otro de los trabajadores del desguace persiguen un animal por los corredores y cámaras del barco. Finalmente, cuando lo atrapan, descubrimos que se trata de una paloma blanca, como la que en el Génesis envió Noé a buscar vida en el mundo tras el diluvio.

Si son los hombres que trabajan en el desguace los sobrevivientes de un cataclismo, si es la paloma otro producto de sus ensoñaciones, o si son ellos mismos sueños, no lo sabemos del todo. Pero algo sí es seguro: son todavía soñadores. Todavía tienen la esperanza en los ojos. Todavía tiene Raudel esa mirada curiosa, que conserva intacta la fascinación con que un niño descubre el mundo. Y todavía la tiene Alejandro Alonso.
Anakin23
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