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Críticas de alegar373
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Críticas 20
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
4
24 de abril de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La nouvelle vague rompió con las tradiciones técnicas y temáticas audiovisuales de la mano de Truffaut y otros muchos que abogaron, en los años 50 franceses, por la plena libertad de expresión. Algo así como una revolución. En Francia. Triunfaron, claro. El director y coguionista de Un été brûlant, Philipp Garrel, fue concebido cuando las ansias de libertad se estaban peleando, pero arrastra hasta hoy la ambición libre de contar el qué y el cómo a su manera. Los juicios, en libertad, son menos juicios.

Frédéric y Angèle viven en Roma: él es un pintor acomodado que vive la vida, ella es una actriz que empieza a darse a conocer en Italia. El artista invita a pasar unos días en su casa a su amigo francés Paul, que llega acompañado de su reciente conquista, Elisabeth. A pesar del planteamiento inicial, las parejas no se intercambiarán entre sí ni el sexo se interpondrá entre ellos. No es una de esas películas. Garrel quiere desentrañar las relaciones amorosas, el dolor de la posesión soñada y la mirada furtiva que se pierde entre la amistad.

El peligro de convertir a alguien en el único motivo para vivir, el miedo al vacío, el suicidio, el desengaño y los celos: las parejas según Garrel. Está bien explicado, se enmaraña pocas veces, aunque la espiral de recelo y odio-amor es demasiado larga para una intensidad tan fuerte como pretende transmitir. La fotografía logra hacer esperar al espectador, dejar que los planos descansen y que la mirada se limpie. Sin embargo, eso hace que muchas escenas sean prescindibles y algunos minutos coleen sin demasiado sentido.

La historia transcurre apta aunque monótona, pero lo estético no es el punto fuerte cuando todos los actores lucen un pelo demasiado descuidado y un maquillaje sucio, cansado, que desmerece las sensaciones para caer en lo común mientras quiere ser especial. Las pretensiones de gozar de una Monica Bellucci ya entrada en cierta edad que poco le favorece se encuentran con la genial actuación de Louis Garrel (Soñadores), hijo del director, que convence una mirada intensa que siempre encuentra una caída de párpados perfecta para cada toma.
alegar373
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5
24 de abril de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde El Indomable Will Hunting (1997) Gus Van Sant ha pasado casi desapercibido para el gran público. Ahora vuelve junto a ese actor protagonista que le hizo grande, Matt Damon, en una historia coescrita por éste y John Krasinski (The Office), ambos dos principales del filme. Con un tema polémico en el medio ambiente como es el fracking (método de perforación de la tierra para la extracción de gas que se realiza con productos químicos contaminantes), Van Sant plantea un arco de guión típico, sin sorpresas, pero aceptable, al menos, por la crítica que subyace a las grandes multinacionales frente a la destrucción del paisaje.

Steve (Matt Damon) y Sue (Frances McDormand, Fargo) trabajan para una gran compañía extractora de gas en Estados Unidos. Su objetivo es convencer a los dueños de las tierras -generalmente granjas- en las que la empresa está interesada en taladrar para conseguir sus derechos a cambio de una gran suma de dinero para los campesinos, aunque ínfima comparada con las ganancias que aportará a la susodicha empresa. En un pequeño pueblo agrícola, cuando parece que van a lograr la autorización de todos los habitantes para llevar a cabo el fracking, aparece un ecologista cabreado (John Krasinski) que les dificultará su labor, por lo que su estancia allí se alargará más de lo previsto.

Una pareja protagonista que convence más de lo que parece y se gana la confianza del público a pesar de pertenecer al lado oscuro es ya un paso sobre firme. McDormand y Damon saben hacerse querer, mientras que John Krasinski prometía alguna carcajada más que no llega nunca. Detrás de ese trío protagonista, las interpretaciones de los secundarios que habitan el pueblo rozan en ciertos momentos la parodia del mundo rural, acariciando la exageración en lo palurdo más obvio.

La fotografía abraza la naturaleza con su calidez, y, aunque el primer time lapse resulte del agrado del espectador, el tercero cansa y logra elevarse como un recurso demasiado mañido para ahorrar trama y fotogramas. La producción de la mano de Van Sant y Damon evidencia su buena relación, a pesar de que e resultado no es original. El guión está resuelto de una forma tan típica y llana que decepciona la última media hora, a pesar de tener un giro eficaz que eleva las expectativas anteriormente. Quizá humaniza demasiado al vendedor toxico: un cierre más potente y fuerte era necesario para la humildad del espectador se reapuntale después de tal perforación.
alegar373
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6
24 de abril de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La infancia y los conflictos que se producen durante ese mágico proceso de crecimiento y maduración son difíciles de tratar. Los malos episodios vividos por un niño pueden conllevar un trauma de por vida. Saber llevarlos es importante, para padres, madres y jóvenes. He aquí una clase maestra de Boudewijn Koole, seleccionada en la carrera hacia los Oscar pasados como representante de los Países Bajos y proyectada en más de 20 festivales por todo el mundo. Los adultos quieren aprender.

Jojo tiene una situación familiar complicada: vive con su padre, marcado por la ausencia de su pareja y madre del niño. Con mucha ira reprimida por parte del adulto, Jojo se encuentra solo muchas horas al día y sólo su madre le escucha por teléfono. Un día, caminando por el bosque, se encontrará con una cría de grajo, un pájaro que se convertirá en su cura para la soledad y en la principal causa de su sonrisa.

El cortometrajista y documentalista Koole retrata lo mejor y lo peor de ser un niño, la indefensión y la frustración de no asumir los hechos conjugadas con la energía de los 10 años. La mágica fotografía de Daniël Bouquet logra abrazar todas estas sensaciones con una calidez que los agrava en la eternidad o los hace etéreos en la proximidad más abstracta.

Con una interpretación majestuosamente agresiva de Jojo, el actor Rick Lens asusta y encandila a partes iguales en el que es su primer papel protagonista. Acompañado de Susan Radder -otra niña que mezcla a una infantil Scarlett Johansson con la mirada de Kristen Stewart- realizan el mayor trabajo de toda la película: atrapar al espectador, hacerle retroceder en el tiempo y volver a hacerle sufrir como un adulto mientras juega como un niño, en la catarsis del primer vuelo de un grajo.
alegar373
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3
24 de abril de 2013
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Han pasado casi cuatro años desde aquella sensitiva Mapa de los sonidos de Tokio que levantó polvo por lo explícito y por lo caricaturesco de la cultura japonesa, a la que, según dijo Coixet, se sentía tan cercana. Ahora, Ayer no termina nunca promete polémica también, porque es una crítica voraz a la situación de una España caótica, llena de basura y sin nadie que la limpie porque ya nadie queda. Y es una epifanía, porque aunque los elementos futuristas brillan por su ausencia, todo ocurre en el año 2017.

Javier Cámara (La vida secreta de las palabras) y Candela Peña (Una pistola en cada mano) se reencuentran después de cinco años sin verse, después de romper como pareja, después de no saber nada el uno del otro en todo ese tiempo. Un hecho que les traumatizó para siempre fue lo que les separó y lo que ahora les vuelve a reunir. El reencuentro se produce entre bloques de hormigón del cementerio de Igualada (Barcelona), con frialdad, eco y desnudez. Y así es como se muestran ellos hasta que la lluvia empieza a calar los poros del cemento y gotean las angustias, los reproches, los amores, las verdades.

Coixet apuesta por una escenificación arriesgada en un contexto desolador de esta adaptación de la obra teatral Gif, de la autora Lot Vekermans. El mismo chocolate y el mismo agua que en la original, sólo que el trasfondo elegido por la catalana es una voraz y poco sutil bofetada a los recortes y situaciones de pobreza provocados por la hambrienta crisis económica. Esa actualidad dotaría a la obra de pasión, si no fuera porque mezclar economía con amor nunca fue una buena idea. Las relaciones sentimentales son la principal excusa para contar esta historia, que se escuda en continuas escenas monocromáticas -monotemáticas- de cada personaje pensando en voz alta, junto a una silla, contando su monólogo interior en un descampado con vestigios de alguna civilización perdida.

No cabe duda de la valentía de Coixet (nunca se ha dudado de ella) al convertir teatro en cine teatralizado, adjuntando esos flashes que sólo permite la gran pantalla. Sin embargo, lo que sería de admirar se transforma más bien en algo que mirar con lástima, porque queda despedazado en un híbrido, con lo mejor del teatro y las licencias del cine, que se pierde en el cemento. Sólo queda el bloque, frío, inerte. Porque unos langostinos nunca deben tener tanto protagonismo.
alegar373
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8
3 de abril de 2013
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Saber envejecer es síntoma de estar haciéndolo bien, sin prisas, sin complejos y sin arrepentimientos. Luego está quien, además de saber hacerlo, puede aprovechar la ocasión de encontrarse dentro de la llamada tercera edad para demostrar que la técnica y la profesionalidad no caducan. Estos tres caballeros de la mesa redonda son una buena muestra de ello; no van a marcharse así como así.

Val (Al Pacino) sale de la cárcel tras 28 años encerrado y el único amigo que le queda es Doc (Christopher Walken). Juntos vivirán una única noche en la que deben recuperar el tiempo perdido como buenos gángsteres en mujeres, comida, drogas y crímenes. Con un bonito coche robado, pasarán a buscar a su colega Hirsch (Alan Arkin) por su residencia. Todo diversión hasta que un encargo de un exjefe a Doc provocará que tenga que elegir entre su mejor amigo o su propia vida.

No es la típica película de mafiosos envejecidos que sólo ofrece tiroteos y persecuciones. Si bien la presencia de Pacino y Walken ya hace prever un mínimo de calidad, la cinta logra entretener a la par que colar diversas reflexiones sobre toda una vida, la verdadera amistad y el saber elegir cuando llega el momento. Fisher Stevens, ganador de un Oscar a Mejor documental por el impactante The Cove sobre la caza de delfines en Japón, ha sabido dirigir a estos tres maestros que gozan de una elegante interpretación sin apensas esfuerzo.

El filme reflexiona sobre qué se siente al llegar a cierta edad, pero es Al Pacino el que sabe conjugarlo mientras esnifa pastillas para la tensión sin que resulte un chiste fácil o ridículo. Un argumento sólido rematado por un buen final que, sin duda, gana muchísimo con sus intérpretes, que le otorgan la elegancia y la tensión entregadas en su punto justo.
alegar373
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