Este melodrama merece su atención por varios aspectos. En primer lugar, el encanto de la actriz Sophie Nelisse, que interpreta el papel protagonista de Liesel Memminger. Desde la presentación, atrae de manera hipnótica al espectador. A su lado están el ya experimentado Geoffrey Rush y la impresionante Emily Watson, quizá en papeles que no les permiten grandes alardes interpretativos. Se trata de una de tantas películas con niño, niña en la Segunda Guerra Mundial. El imperio del Sol y La vida es bella pueden servir de precedentes, cada cual con sus distintas intenciones. Quizá por su cercanía, y por tratarse de una adaptación de una conocida obra literaria, sea más afín a El niño con el pijama de rayas. La literatura, al igual que la música para el Pianista de Polanski, se convierte en coraza contra la experiencia de una terrible y cruenta guerra. La narración de la historia es atractiva en una obra redonda, pero que no pasará a la historia como una pieza maestra del cine.

No creo que pueda añadir nada nuevo sobre la película. Está hecha desde la pura entraña, extraída de la misma emoción que llega al espectador de manera implacable. Las imágenes, las situaciones, la música, todo en consonancia va calando con hondura, sobre todo al espectador más sensible por cercanía o familiaridad con el asunto. Funciona como ficción, pero una invención que toca la realidad muy de cerca y esto no puede pasar desapercibido a nadie. Mi más sincera enhorabuena a los responsables de esta cinta imprescindible.

Siguiendo con la coherente línea de Películas de Alex de la Iglesia (Acción mutante, El día de la bestia, La comunidad...), Las brujas de Zugarramurdi da la nota afinada en un acorde de tonalidad mayor. El mayor acierto, la elección de las brujas, encabezadas por las excelsas Terele Pavez y Carmen Maura, sin menospreciar a su correlato masculino, con buena sintonía entre Hugo Silva y Mario Casas. Es un cine lleno de excesos, de ritmo, con un rock muy local. Además cuenta con cierto rigor en la parte documental (y si no, me remito a las analogías entre las brujas y las fotos de Angela Merkel o Margaret Thatcher). El resultado, un buen rato de risas en la butaca. ¡Qué más se puede pedir!

No puedo evitar la curiosidad cuando aparece alguna película sobre música, y más si es sobre nuestros clásicos, se llamen como se llamen. La película tiene grandes atractivos: la fotografía, el gusto por la elección de piezas musicales, una buena interpretación en general. Se podía haber cuidado más el montaje final, ya que la peli cojea un poco, parece demasiado abrupto en final con la incursión de John Cusack, más testimonial que otra cosa. Sobre los excesos del argumento y su verosimilitud... ¡es ficción!, no creo que tenga más pretensión que la de hacer pasar un buen rato. Y cumple con su cometido. Además, invita a quedarse a verla con sus títulos de crédito, por el mero deleite de seguir escuchando buena música.