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Críticas de No es cine todo lo que reluce
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Críticas 6
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
9 de junio de 2021
6 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Disomnia coge un poco de aquí y un poco de allí para dar forma a una historia sobre lo que pasaría si algo sucediera y nadie pudiera quedarse dormido. Más concretamente se plantea qué sucedería si nadie pudiera dormir excepto una persona. ¿Y si esa persona es uno de tus hijos? ¿Sacrificas a uno para salvar al otro? De ahí surge toda la base para esta historia de supervivencia familiar a la par que supervivencia de la raza humana.

El personaje principal de Jill es interpretado por Gina Rodríguez, quien parece que el guion le llegó en un momento perfecto dado que su esposo estaba pasando por una mala racha de insomnio mientras ella lo leía. Gracias a eso comenzó a cuestionarse cómo sería nuestro mundo sin electricidad, en una época en la que no podemos vivir sin un teléfono en la mano, y gracias a ese trabajo previo se nota que ha sido capaz de sacar adelante este rol de una madre coraje que debe enfrentarse a un mundo hostil por la supervivencia de sus hijos.

Disomnia cuenta también en su reparto con Shamier Anderson, que a pesar de ser un personaje secundario, si es un ejemplo claro de superación y bondad en una sociedad destinada a la desaparición, capaz de comprender a sus semejantes aunque no sea en las mejores circunstancias posibles. Completan el reparto

Como problema real que es, la disomnia genera distintos tipos de trastornos según los individuos, y la película muestra cómo es la experiencia del insomnio de diferentes maneras en diferentes momentos, así cómo las personas reaccionan en un momento de necesidad: algunos recurren a la ciencia, otros a la religión y algunos al crimen.

Vemos, con bastante credibilidad, las diferentes consecuencias de padecer el insomnio, desde las reacciones físicas hasta las mentales, con los síntomas dependiendo de cuántos días sin dormir lleven, lo que aporta un nivel diferente de “apocalipsis” al de otras películas en las que la catástrofe hace reaccionar por igual a todos los humanos afectados.

Como cualquier película que se precio del fin del mundo, la acción no puede faltar. En Disomnia no es el eje central de la trama, pues aquí es la huida de la familia hacia un futuro esperanzador, pero en su camino deberán enfrentarse a criminales, ejércitos y personas que piensan en su propio bienestar.

Disomnia es una película que nos dará que pensar sobre ciertos trastornos del sueño y lo malo que es la ausencia del mismo, sin necesidad de llegar a ese extremo, además de poner de relieve nuestra dependencia de la tecnología y lo necesario que es a veces un reinicio en nuestra vida. Después de ver la película, tengo claro que debo dormir más y mirar el mundo de una manera diferente, al menos fuera de una pantalla.

Crítica de David Pérez (@davicine79) para "No es cine todo lo que reluce"
https://noescinetodoloquereluce.com/2021/06/critica-disomnia-awake-pelicula-netflix.html
No es cine todo lo que reluce
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8
18 de febrero de 2021
12 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Internado: Las Cumbres está escrita por el equipo de guionistas formado por Asier Andueza, co-creador de esta nueva entrega, junto a Laura Belloso, Sara Belloso y Abraham Sastre, quienes ya participaron en los guiones de El Internado: Laguna Negra, lo que supone un aliciente adicional y cierta tranquilidad para los fans de la original.

Esta nueva temporada, o reinicio, como prefiráis llamarlo, transcurre en un internado ubicado junto a un antiguo monasterio, situado en un lugar inaccesible entre las montañas, aislado completamente del mundo. Los alumnos son chavales rebeldes y problemáticos que vivirán bajo la estricta y severa disciplina impuesta por el centro que les prepara para la reinserción en la sociedad. El bosque circundante alberga antiguas leyendas, amenazas que siguen vigentes y que les sumergirán en aventuras trepidantes y terroríficas.

Tal y como se aprecia en la trama, mantiene la esencia de El Internado: Laguna Negra, con misterios que acontecen alrededor de un grupo de adolescentes con las hormonas alteradas, pero El Internado: Las Cumbres aporta algo más, y es que, junto a los ingredientes que hicieron de su predecesora todo un éxito, ahora tenemos una potente drama que nos engancha y nos intriga sin despistarnos con otras tramas secundarios que poco aportan. Una historia de tensión para enganchar al público de cualquier edad, que no es poco en estos tiempos donde tenemos en las plataformas tantas y tantas series orientadas a sectores muy diferentes de espectadores.

A rasgos generales, hereda mucho de El Internado, pero según avanza la historia nos van enseñando muchos más decorados de los que cabría esperar en un drama juvenil, y es que desde el increíble paraje donde se ubica el monasterio en el que viven los personajes, hasta las cuevas subterráneas, la ambientación es perfecta para dotar a esta serie de un tono mucho más oscuro y tenebroso que la original.

De la misma forma, igual que la ambientación ayuda a crear tensión, la reducción en la duración de los episodios es un plus añadido. Lejos quedan los tiempos en los que las series se realizaban para los canales en abierto, y tenían que durar más de una hora y veinte minutos para introducir publicidad. Ahora se pueden permitir el lujo de crear series con episodios de tres cuartos de hora, por lo que los guiones no necesitan introducir relleno para ese tiempo adicional, y pueden mantener la tensión mucho mejor, con montajes más impactantes, que ayuden al espectador a no salirse de la historia ni un momento.

Amazon Prime Video ha conseguido al fin una serie española con potencial, pues El Internado: Las Cumbres ha llegado para convertirse en todo un éxito a nivel internacional, y en un año llegará a Antena 3 para vivir una segunda explosión de espectadores que no tengan la plataforma y deseen resolver este misterio, fueran o no espectadores de la original en su momento.

Crítica de David Pérez (@davicine79) para "No es cine todo lo que reluce"

https://noescinetodoloquereluce.com/2021/02/critica-el-internado-las-cumbres-serie-amazon-prime.html
No es cine todo lo que reluce
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5
19 de mayo de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tal vez hayan oído hablar del DSM (Diagnostic and Statistic Manual) como obra de referencia para el diagnóstico de todo tipo de trastornos y enfermedades psiquiátricas que desde hace varias décadas edita la American Psichiatry Association (APA) y que, si no me equivoco, corre por su quinta edición. En la primera de sus ediciones, en consonancia con el pensamiento imperante en la sociedad de la época, la homosexualidad era considerada un trastorno psiquiátrico sobre el cual se podían ejercer toda suerte de terapias de aversión incluyendo descargas eléctricas y otras agradables medidas para cambiar las preferencias sexuales de los pacientes. En 1973 la APA dejó de considerar la homosexualidad como un trastorno pero siguió considerándola un desorden de la orientación sexual hasta 1987 en que se eliminó completamente del manual. La OMS tardó tres años más en eliminar la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales. Es decir, solo hace 29 años de ello.

Dicho esto, no sé si es de extrañar que todavía queden en el mundo mentes estrechas que consideren que se puedan “curar” a los homosexuales y que en pleno siglo XXI, 36 estados de los EEUU de América permitan legalmente realizar terapias de conversión a menores de edad en centros de internamiento, generalmente de marcado carácter ultrarreligioso. Identidad borrada es el segundo film que veo en el plazo de unos meses sobre este tema tras The Miseducation of Cameron Post (Desiree Akhavan, 2018). En ambas he tenido la misma sensación de incredulidad ante lo que veía en la pantalla y de desazón ante algunas de las barbaridades escuchadas, si bien en la película de Akhavan se respiraba un ambiente más distendido que en este largometraje escrito y dirigido por el actor Joel Edgerton que se reserva el papel de terapeuta en el “Programa Refugio” al que es enviado el protagonista, un muchacho llamado Jared interpretado por Lucas Hedges (Manchester frente al mar) hijo de un predicador baptista (Russell Crowe) y su ferviente esposa (Nicole Kidman).

Desde el mismo inicio del film, Edgerton deja clara una marcada voluntad melancólica, los personajes son presentados con una pátina de tristeza existencial con la que el trío Hedges-Crowe-Kidman parecen sentirse cómodos y realizan unos excelentes trabajos interpretativos que suponen el punto fuerte de un largometraje en el que, a causa de su parsimonioso ritmo, cuesta entrar. Le falta a Edgerton cierto atrevimiento narrativo y capacidad para evitar ciertos lugares comunes que restan fuerza dramática al conjunto. Los personajes secundarios, especialmente los compañeros de Jared, están desdibujados cuando no estereotipados y resulta bastante previsible lo que acaba ocurriendo con algunos de ellos.

El relato de la terapia está someramente abocetado en un guion un tanto escuálido. Las clases de masculinidad, la historia familiar indagando en todos aquellos antecedentes que han podido determinar la “desviación” o el inventario moral que a modo de lista de pecados deben realizar todos los “pacientes” sirven para mostrar el sinsentido de la idea misma. “Finge hasta que lo consigas” es el mantra que se repiten continuamente hasta entender que puede ser reversible. Del “finge que no te atraen las personas de tu mismo sexo hasta que lo consigas interiorizar” al “finge que la terapia funciona en ti hasta que consigas que te den por curado y te dejen largarte de aquí”.

La falta de ritmo y de potencia narrativa pueden ser disculpadas gracias al convincente trabajo interpretativo de un Lucas Hedges en grave riesgo de encasillarse en personajes atormentados, la sutileza de Nicole Kidman apoderándose del tercio final del film y la fuerza de un Russell Crowe que da la sensación de haberse comido a Gladiator.

Emotiva banda sonora, elegante fotografía y académica puesta en escena para una película que, por la bisoñez de su director, se queda lejos de lo que sus reputados intérpretes y la potencia de su trasunto podrían hacer esperar.
No es cine todo lo que reluce
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6
19 de mayo de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esto del cine se producen circunstancias que me provocarían risa sino fuera porque me sacan de mis casillas. Resulta que la sociedad bienpensante ha denostado a un genio del cine como Woody Allen y su última película, ya terminada, reposa en el cajón de los productores de Amazon (aunque en el momento de escribir estas líneas comienza a sonar la noticia de que se estrenará en Italia) pero el nombre de Woody Allen es usado alegremente como reclamo publicitario para vender otras películas que, perdónenme, poco tienen que ver. Viene esto a cuento porque en el cartel español de Dobles vidas, la más reciente película de Olivier Assayas, se rotula en letras de generoso tamaño y en el centro del cartel: “Una comedia a lo Woody Allen pero con mucho más vino”. En fin, si me pusiera ahora a desgranar las mil y un diferencias entre Dobles vidas y la esencia del cine de Woody Allen ocuparía todo el espacio de esta crítica y no hablaría de una película que, peregrinas comparaciones al margen, tiene varios aspectos más que estimables.

Olivier Assayas (Viaje a Sils Maria) escribe un guion que bebe de cierta tradición del cine francés (Eric Rohmer sería la referencia más evidente) para desgranar ciertas cuestiones que, para bien o para mal, determinan ciertos hábitos y costumbres del mundo contemporáneo en su versión clase media-alta occidental. Con un tono distendido y de aparente intrascendencia, Assayas compone una doble disertación que a pesar de ser distinguibles una de otra, se funden para elaborar un único discurso. Por un lado las relaciones humanas entre los personajes que bajo un barniz de superficialidad esconden la complejidad de cierta indefinición entre la verdad y la mentira, lo perdonable y lo imperdonable, lo perdurable y lo cambiante. Y estos mismos límites, llevados a un constructo más teórico sobre la transformación digital de la sociedad, especialmente en el mundo de la cultura, componen la segunda de las disertaciones, presente en la mayoría de los continuos y fatigosos diálogos que llegan a saturar los oídos del espectador.

Y es que los personajes, escritores, editores, actrices… hablan tanto que a veces son meros vehículos del discurso, y esto, por muy interesante que sea lo que dicen y por mucha lucidez que haya en las palabras de Olivier Assayas acaba por agotar incluso al espectador más interesado en el tema. Y confieso que soy uno de esos espectadores, las cuestiones de las que hablan a menudo me han llevado a la reflexión e incluso a acaloradas conversaciones/discusiones con amigos que, por ejemplo, se han comprado un ebook y han prescindido de comprar libros de papel, algo a lo que, a Dios pongo por testigo, me niego rotundamente.

Entre estos personajes tenemos a un escritor que se repite a si mismo libro tras libro (Vincent Macaigne) y que no consigue que su editor de siempre (Guillaume Canet) le publique su nueva obra mientras otro escritor alardea de tener más lectores en su blog que en sus libros de papel. Una actriz (Juliette Binoche) trata de autoconvencerse de que su alimenticio trabajo en una serie policiaca de televisión no es desaprovechar su talento mientras revive mentalmente éxitos pasados y considera, medio en broma medio en serio, que Fedra es un papel para actrices viejas.

La desmaterialización de la cultura, el abocamiento de las bibliotecas a convertirse en meros contenedores de libros que nadie consulta porque todos están a golpe de clic digitalizados en internet, la obsesión de gran parte de la sociedad porque todo lo que lleve el marchamo de “cultural” ha de ser gratis, la diatriba entre libertad de expresión frente a la incontinencia verbal de los que hablan hasta de lo que no saben, la vacuidad de los políticos que, incapaces de encarnar unas convicciones, son productos de marketing al albur de lo que sus potenciales votantes quieren escuchar, el futuro de la crítica literaria (¿y por añadidura de la cinematográfica?) frente a algoritmos de internet que aconsejan al lector qué libro debe leer en función de gustos pasados sin moverle a ninguna reflexión. De todo esto y de muchas más cuestiones peliagudas habla Olivier Assayas en un guion incuestionablemente inteligente pero un tanto desmedido en palabras por minuto.

Dobles vidas se ve con agrado y con verdadero interés si a uno le mueven todas estas cuestiones, pero le falta gracia y un punto más de mala leche para funcionar como comedia y le sobran diálogos para adoptar la estructura de un ensayo literario en forma de película. Guillaume Canet y Juliette Binoche dan lustre a un reparto en el que destaca Vincent Macaigne como paradigma de un mundo analógico que se desintegra ya no a golpe de clic sino a deslizamiento de dedo sobre una pantalla.
No es cine todo lo que reluce
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7
19 de mayo de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras décadas disfrutando de Pikachu y sus amigos (y enemigos) en videojuegos, series, películas animadas, y cualquier cosa que se pueda vender tras estamparse la tierna y blandita figura amarilla de Pikachu, llega a los cines la primera aventura Pokémon de acción real, Pokémon: Detective Pikachu.

Protagonizada por Ryan Reynolds en el papel de Pikachu, el actor traslada sus gestos y voz, así como su personalidad, a la cara icónica del fenómeno mundial Pokémon, uno de los productos de entretenimiento multigeneracional más populares del mundo y la franquicia de medios más exitosa de todos los tiempos.

La historia arranca con la misteriosa desaparición del detective Harry Goodman que obliga a su hijo Tim, de 21 años, a averiguar lo que ha sucedido. El detective Pikachu, antiguo compañero Pokémon de Harry, va a ayudarle en su investigación. Se trata de un súper-detective adorable y muy divertido que asombra a todo el mundo, ¡incluso a sí mismo! Tim y Pikachu descubren que pueden comunicarse entre sí de forma absolutamente increíble y juntos emprenden una emocionante aventura para desenmarañar el extraño misterio. Buscan pistas por las calles iluminadas con neón de Ryme City, una enorme metrópoli moderna donde los humanos y los Pokémon comparten un mundo hiperrealista de acción real. Obviamente, por el camino se encontrarán con distintos personajes Pokémon y descubrirán un escalofriante complot que podría destruir esta convivencia pacífica y amenazar a todo el universo Pokémon, pues no todo iban a ser escenas divertidas.

Al frente de la dirección de Pokémon: Detective Pikachu tenemos a Rob Letterman, acostumbrado a trabajar con personajes animados e historias para toda la familia como Pesadillas y Monstruos contra Alienígenas. Con su currículo no hace falta mucho para darnos cuenta que inicialmente está dirigida a los más pequeños, pero el guión se acuerda de todos los espectadores de más edad que vamos a disfrutar la película, y no sólo por los toques de humor, sino también por una premisa más oscura de lo que cabría esperar inicialmente.

El guion no pierde mucho tiempo en explicar las cuestiones básicas del mundo Pokémon, desde su existencia hasta la caza pasando por su origen, pues da por sentado que casi todos los espectadores van a conocerlas, y aún no siendo así, la película logra explicarlo bien y nadie se pierde con lo que está viendo. La historia retoma en cierto modo el argumento de la primera película de Pokémon en versión anime (de 1998), siendo realmente su fuente original un juego relativamente reciente con el mismo nombre que la actual.

El reparto humano esté encabezado por Justice Smith como Tim y Kathryn Newton como Lucy, una reportera junior que trabaja en su primera gran historia, junto al nominado al Oscar Ken Watanabe como el teniente Yoshida, pero el director logra compensar la falta de interés en los personajes humanos con los Pokémon, estando claro que todo el peso de la película recae en Pikachu y la “nueva” personalidad que le han otorgado. Ver cómo habla este Pokémon, con un humor muy ácido, similar al que nos acostumbró Reynolds en Deadpool, pero suavizado para que la película llegue a más espectadores, hace que pueda ser disfrutada por igual por aquellos que conocen el mundo Pokémon como por aquellos que solo quieren pasar un buen rato sin haber cazado nunca con una Poké Ball. Reynolds le da ese toque irreverente al personaje que permite alejarlo de una historia “estilo Disney“, siendo mucho más “humano” que todos los hombres y mujeres de carne y hueso que le acompañan.

A nivel visual, el diseño de Pikachu y el resto de los Pokémon hace justicia a las entrañables criaturas, no sólo por ser fácilmente reconocibles, sino también por ser capaces de tener cada uno su propia identidad, y muchos de ellos con la suficiente personalidad como para lograr un spin-off. No podemos negar que nos deja con ganas de más, pero al menos cumple al presentarlos en pantalla desde el primer minuto, hasta el último, algo que claramente está dirigido para los fans, pero va más allá con una historia original de detectives.

Quién nos iba a decir que ver en pantalla grande una ciudad en la que conviven humanos y Pokémon no nos iba a resultar “algo postizo”, y la calidad de los efectos especiales y el trabajo por ordenador ha conseguido que no me sorprenda si giro mi cabeza y veo un Pokémon sentado en la butaca de al lado, pues se han esmerado mucho en recrear una urbe al más puro estilo Blade Runner donde los habitantes son tan convincentes y creíbles que los que podamos encontrarnos en la Cantina de Mos Eisley. El problema radica quizás en que los personajes humanos pierden importancia en este mundo de seres fantásticos que atrapan todas las miradas, y puede que se hayan reservado demasiadas especies de Pokémon, teniendo en cuenta la cantidad ingente que existe.

Pokémon: Detective Pikachu es lo que los fans podrían esperar de la primera aventura Pokémon de acción real de la franquicia, realizada con mucho cuidado para no defraudar y no ser un mero producto taquillero. La primera piedra ya está puesta, y si logra cazar a los espectadores, tendremos secuelas para rato.
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