Tiene algunas cosas para sostener la espiral de intriga y oscuridad que plantea. Lo postural no está mal, los personajes están insertos, en cuanto a cómo socializan, dentro una línea avant-garde, por decirlo de algún modo, y eso agrega tensión a la propuesta.

En contrapartida, la fijación en cuanto a la promiscuidad no levanta demasiada temperatura en casi ningún momento, y en no pocas veces parecen innecesarias -o demasiado extensas- algunas escenas propuestas como ¿eróticas?... La estructura-recurso, ya trillado, de ir y volver en el tiempo para dar cuerpo a lo que se muestra, por momentos satura.

Gala no está mal pero puede o podría estar mejor; la que más destaca es su compañera. La producción es algo austera.

Muy poco por destacar. La temática que propone el guión no merece tal liviandad: la hija "rebelde" del gobernador de una provincia del sur argentino que vuelve a su tierra natal, como parte de una ONG, con el afán de demostrar el daño que una explotación minera le hace a los habitantes.

El eje, la cuestión ecológica de no-armonía con la tierra que habitamos mientras el presente de la sociedad del capital transcurre, se vuelve así desde sus comienzos un mini culebrón desordenado en torno a las vivencias de la protagonista (Cipriota), donde las actuaciones son inverosímiles exceptuando a Javier Marrale (el gobernador). Ni siquiera parece aprovecharse del todo la potencialidad de la fotografía que ofrece el enclave natural.