Los interesantes entresijos de «la doncella» mantienen al espectador alerta, aunque también Park Chan-wook se encarga de teñirlo con una estética perversa que en muchos momentos acompaña el thriller y en otros divaga en una muestra de lo potente que puede ser el cine del surcoreano.

Sin embargo, «la doncella» no alcanza el magnetismo que desprendía «Old boy». Al thriller se le anexa, como una verruga, una historia secundaria sórdida, con estética cuidada, pero que se presenta más como el lucimiento del director que como algo sustancial en la historia.

Otra característica de la película es el alto erotismo y contenido sexual. Chan-Wook no solo no muestra reparos por imágenes impúdicas, sino que se recrea en ellas, las fortalece por medio de perspectivas creativas. Aunque de nuevo Park peca por exceso.

La inmensidad de Los Ángeles divisada desde una colina como una ciudad ajena al entorno. El desierto Estadounidense con sus destartaladas construcciones que parecen estar más cerca de un pobre decorado que de un lugar habitable. Los hoteles de carretera con decoración austera pero extravagante. O el de Houston, demostrando la magnitud de la ciudad pero intangible por desde un piso quince. Y un gabinete de striptease, separado por un vidrio donde la stripper no puede ver quién se encuentra al otro lado. Los escenarios elegidos tienen un hilo en común. Lugares apartados, por donde los hombres y mujeres vagan desorientados intentando dar sentido al propio entorno. Musicalizados por dos vías, la del clásico banjo de los Westerns americanos y por una melancólica melodía, Wenders elige unos escenarios ausentes (a pesar de la multitud de la gran ciudad), con pocos personajes, además de los cinco principales.

Una historia de familia en la que dos hermanos se cruzan después de no verse durante más de cuatro años, y en la que comienza una búsqueda por dilucidar el pasado. Uno de ellos no lo recuerda, o no lo quiere recordar, ni se acuerda de su propio hijo que quedó al cuidado de su hermano. Empieza una búsqueda en la que poco a poco rememorará las causas de su ausencia.

Aunque la duración de la película puede convertirse en una obra de difícil digestión, Wenders disecciona la cinta con un comienzo apabullante, hasta un final que perdurará en la historia del cine. «¿Te puedo contar una historia? Es un poco larga», le dice Travis a Jane. Los recuerdos y el pasado se entremezclan para convivir con los remordimientos y la inquietud de descubrir que somos responsables de lo ocurrido.

No se han escatimado recursos para que la saga de Blade Runner consiga alcanzar el paraíso de las películas de culto al que llegó su predecesora. Así lo demuestra su fotografía con planos que retendremos solamente por su belleza, tomas que se sustentan por sí solas dentro del hilo narrativo; por su cuidada puesta en escena que abduce al espectador para transportarle a un futuro sórdido gobernado por poderosos sedientos de supremacía; por su banda sonora que acompaña para intrigarnos, estremecernos; por sus efectos especiales que abrillantan para convertirla en mucho más espectacular que la primera; o por unas actuaciones soberbias, Gosling no mueve una ceja en toda la película, y únicamente con el gesto impertérrito conmueve. Blade Runner no defraudará, todo está hecho para convertirla en un mito, en una obra maestra. Ahora bien, los ortodoxos e iconoclastas la compararán con su predecesora para posiblemente desmejorar el trabajo de esta.

Y es cierto que la cicatriz que dejó la primera de las Blade Runner es imposible que sea repetida por 2049. El cráter ya lo abrió la anterior, pero para nada Villeneuve hace un mal trabajo, sino más bien todo lo contrario. La película mantiene la estética de su predecesora, también la esencia, juega con los diálogos que podrían dar lugar a dobles lecturas, la interpretación política de un futuro lóbrego dominado por poderosos y mísero para el resto: «los más humano es morir por una causa», le dice una replicante al oficial K. Desiertos sin horizontes donde el rojo tonifica la imagen y que a pesar de su amplitud de campo siguen agobiando y generando claustrofobia. Arquitectura futurista, minimalista y onírica. Acción, efectos especiales y una trama que intriga y desvela los claroscuros que dejó su predecesora.

La película es larga, casi dos horas y media, y debido a las alusiones que realiza con la original, es necesario ver la película del 82, pero para nada la película es tediosa o aburrida. Villenueve dirige y es generoso con la distribución de las tomas, con el reparto de la acción, con los diálogos más sostenidos, más políticos, y con el juego de los ambientes cerrados y abiertos.

Sin dudas Blade Runner pasará a convertirse en un ícono, esfuerzos no le faltan. Un ícono que merece la pena ser visto en la gran pantalla.

Amenabar abandona el género biográfico de sus dos anteriores largometrajes para retornar a sus inicios con una película de intriga utilizando elementos reales de sucesos acaecidos durante los años 90 de Estados Unidos. Como había manifestado en sus inicios, Amenabar es un maestro del género, pero con «Regresión» se despeña para producir una cinta capciosa más cerca de un cine comercial que de las libertades creativas y del ingenio de «Tesis» o «Abre los ojos».

La película es una madeja enredada de numerosos conceptos en la que no queda claro la intención del director: pederastas, satanismo, una investigación policial y un proceso científico poco riguroso retuercen la trama hasta asfixiarla. El desenlace, en el que se desvela la intención, vomitado a trompicones en los minutos finales, todavía acrecienta más la duda de por qué el director no realizó una trama mucho más sencilla en lugar del galimatías de «Regresión». Las actuaciones acompañan el resultado, la de Ethan Hawke carece de empatía y la de Emily Watson es paupérrima con insuficiente tiempo en pantalla. Amenabar hace esfuerzos constantes para que el espectador no se crea la película desde el primer minuto, pero lo más llamativo de todo es de la falta de rigurosidad del proceso científico que termina por decantarse como la trama principal: un psicólogo colocado con intención pero sin consideración que más que un experto parece un acompañante de la policía.

No obstante, la película no supone ningún reto para el espectador, se mira con la misma empatía con la que se puede observar una pared en blanco. Amenabar abusa de los efectos sonoros, en algunos momentos la tensión es generada por los silencios, y de los lugares comunes del género. En ciertas escenas tantea el género de terror, aunque no abusa de él.

«Regresión» ha supuesto la vuelta a los inicios de Amenabar, pero es un mal trago torpe con el que pasar el rato.

Lírica y conmovedora película de Cuerda adaptada de la novela de Wenceslao Fernández Flórez. El bosque, elemento coyuntural de la vida de los aldeanos de un pueblo gallego, ambienta los sucesos que acaecen en él, hasta el punto de alcanzar voz narrativa en la obra. Las historias o cuentos de los personajes, algunas al límite de lo fantástico, otras fabulosas, se conectan unas con otras hasta formar un entramado que da coherencia a la película.

El trabajo de ambientación y de fotografía es brutal, las imágenes hablan por sí solas, la belleza estética de toda la obra conmueve y da sentido a los vacíos que pudieran quedar entre las historias; y, a pesar de las discontinuidades del hilo narrativo global, la película mantiene la expectación.

Ahora bien, la narración no es la habitual (presentación, desarrollo y fin), y aunque esto no sea necesario, a algunos espectadores les puede chocar. El bosque animado no es una obra convencional, pero tampoco creo que sea rupturista o innovadora, sino más un bien un arduo trabajo de adaptación para conseguir un belleza en cada toma que, como el propio bosque, den vida a las historias de los aldeanos.