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Críticas de Javier Serrano
Críticas 4
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
29 de enero de 2021
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... un buen día Héléne (Vanessa Paradis) le comunica a su esposo, Jacques Blanchot (Vincent Macaigne), que su cercanía le produce alergia y que tiene que abandonar la casa. «Blanchotitis aguda» llaman a esa enfermedad rara. Jacques deja su casa, su mujer y su hijo y empieza a buscarse la vida. Se compra un perro, un caniche que, según el vendedor, Max (un papel interpretado por Bouli Lanners pero que en un principio estaba pensado para Jean-Claude Van Damme), se parece a Hitler, y se apunta a un curso para adiestrar al caniche. Poco a poco, la vida le irá despojando de todos los asideros que le quedaban para aferrarse: casa, trabajo... incluso su recién adquirido perro. Jacques se va a vivir a casa de Max, el vendedor-adiestrador, y comienza a mantener una extraña relación de dominación con él. Se trata de un tipo autoritario y brutal que no duda en maltratar a sus animales, incluida su nueva mascota: Jacques. Perdida ya su dignidad, Jacques se irá despojando progresivamente de lo poco que le queda de su condición humana, abandonándose a los placeres más elementales de su nueva condición canina.
Esta absurda y kafkiana comedia que es Chien nos muestra a un hombre, Jacques Blanchot, que no está cómodo en un mundo de hombres y mujeres. Es demasiado primario en lo sentimental, ingenuo incluso. Se diría que no está preparado para el día a día de una sociedad capitalista como la que muestra la película: un paisaje anodino y periférico, lleno de carteles publicitarios, autopistas, grandes superficies... Todos lo ven como un hombre mediocre, un perdedor que merece que lo maltraten. Alguien así es carne de cañón en un mundo competitivo, egoísta y violento. Por ello no es extraño que Jacques se sienta como un perro, un animal de compañía que para ser feliz solo necesita un amo que lo domine y al que serle fiel a cambio de un poco de comida y alguna caricia ocasional. Chien es una párabola, violenta por momentos, de una sociedad alienada y consumista, formada por individuos que aceptan sin discusión toda autoridad, incapaces de rebelarse y donde parece que a lo único que aspiran es a un elemental confort y seguridad, a que no les quiten lo poco que tienen. Según Benchetrit, su director, la idea le surgió al descubrir que su perro despertaba más atención, materializada en forma de caricias, que un sintecho que pedía justo al lado.
Chien es una coproducción franco-belga y está basada en una novela del mismo título escrita por el director Samuel Benchetrit...
https://uninstantedecaos.blogspot.com/2021/01/chien-perro-2017-samuel-benchetrit.html
Javier Serrano
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En el sótano
Documental
Austria2014
6,5
1.300
Documental, Intervenciones de: Alfreda Klebinger, Manfred Ellinger, Inge Ellinger, Josef Ochs ...
8
21 de enero de 2019
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como su propio nombre indica, Im Keller es un documental que va sobre sótanos, más concretamente sobre sótanos en Austria, tema insustancial donde los haya, al menos a priori. Y sin embargo a poco que uno se tome la molestia de rascar, verá que el tema de los sótanos no es un asunto tan anodino. ¿Recuerdan el caso Fritzl? En 2008 se conoció el caso de Elisabeth Fritzl, encerrada por su padre durante 24 años en un sótano construido bajo la casa familiar, en Amstetten (Austria). Josef Fritzl, al que pronto se empezó a llamar «el monstruo de Amstetten» tuvo con ella siete hijos sin que, en apariencia, su esposa llegara a sospechar nada de los tejemanejes que ocurrían bajo su casa. ¿Y qué decir de Natascha Kampusch, la joven liberada dos años antes, secuestrada cuando tenía 10 años y encerrada por su captor durante ocho años en el sótano de una casa unifamiliar en un suburbio de Viena?
Y es que un sótano, oculto a la mirada indiscreta de los vecinos y de la sociedad en general, da mucho juego. Puede servir para infinidad de cosas, desde guardar todos aquellos enseres de los que uno no quiere desprenderse pero tampoco quiere tener a la vista, hasta ser escenario de prácticas poco habituales, que van desde lo inocuo hasta lo peligroso, que es básicamente en lo que se centra Im Keller.
Hay una secuencia al inicio del documental que ilustra a la perfección su espíritu provocador. Dentro de un terrario hay una enorme serpiente amarilla y frente a ella un diminuto roedor. Junto al terrario hay un hombre que observa, inmóvil, la escena. Ambos animales, víctima y victimario, se observan, la serpiente yace inmóvil, el roedor acorralado en un rincón parece dudar sobre qué hacer, el tiempo se congela, y sin embargo todos sabemos que la suerte está echada.
Bajo tierra existe un submundo perturbador habitado por seres extraños que realizan prácticas secretas que probablemente serían censuradas por los de arriba, por ese otro mundo de maneras cordiales que habita sobre la superficie. El subsuelo es un enorme subconsciente de bajas pasiones dominado durante la mayor parte del día pero al que sus habitantes siempre vuelven de manera indefectible; día tras día encuentran un rato para escaparse y entregarse a su afición, dando rienda suelta a su vicio inconfesable. En la intimidad del subsuelo todo es posible. Prácticas sadomasoquistas, maternidades imposibles y bebés «reborn», un museo con trofeos de caza en forma de cabezas y cuernos (el tema de la caza vuelve a aparecer en su película Safari), una galería de tiro subterránea con hombres armados hablando sobre inmigración, lavanderías industriales, un improvisado local de ensayo para músicos aficionados, un salón de juegos infantiles (minibar incluido), una piscina reducida donde hacer unos largos, un lugar de reunión fraternal para antiguos camaradas donde tomar unos tragos y recordar los viejos tiempos en medio de abundante parafernalia nazi… Como se ve, un enorme y oscuro iceberg, un mundo insospechado de acceso exclusivo para iniciados.
El estilo de Ulrich Seidl (director de la trilogía Paraíso) es reconocible: sitúa su cámara frontalmente, como si fuera a tomar una foto, estática, buscando siempre una geometría tan fría como desasosegante. Un plano fijo y a menudo en silencio, estirando el tiempo. Es ahí, en ese escenario iluminado por una luz artificial e irreal, sepultado varios metros bajo tierra, donde los protagonistas se dejan filmar, donde se sinceran y nos cuentan sus secretos, como ese matrimonio compuesto por una dominatrix y su marido-esclavo, sometido este de buen grado a todo tipo de vejaciones mientras se mueve por la casa completamente desnudo y encadenado como un perro (la mazmorra del sótano la reservan para las prácticas más bestias). Otras veces, los protagonistas no dicen nada, se limitan a posar en silencio, petrificados como una serpiente amarilla, mirando directamente a la cámara, observando al observador. Seidl, habituado a mostrar en sus películas los aspectos más sórdidos y las verdades más incómodas de una sociedad que se proclama civilizada, no se inmiscuye en la vida de sus protagonistas, no pregunta, no juzga: deja que sean ellos los que se muestren tal cual son y que el espectador saque sus propias conclusiones. Pero cuidado: vistos de cerca, todos somos un poco raros.
Extraído de Un Instante de Caos: https://uninstantedecaos.blogspot.com/2019/01/im-keller-en-el-sotano-ulrich-seidl.html
Javier Serrano
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7
17 de enero de 2019
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Four Lions es una comedia negra que aborda el espinoso asunto del terrorismo islámico. Está ambientada en Londres, donde un grupo de terroristas trata de llevar a cabo una acción espectacular que atraiga la atención sobre el islam. Como se ve, un tema de actualidad y cuyo efecto se extiende por buena parte del mundo desarrollado. Uno podría imaginar que material tan delicado requeriría un tratamiento cuidadoso si no se quiere ofender sensibilidades de uno y otro lado. De hecho, son pocas las películas que han tratado este tema y mucho menos en clave de comedia. Pues bien, Chris Morris no duda en hacerlo de una manera tan burlona como irreverente, valiéndose de armas tan peligrosas como la parodia o el humor ácido.
Omar (Riz Ahmed) es el cerebro de la célula de descerebrados, el hombre capaz de poner algo de sentido común; vigilante de seguridad y ciudadano corriente, bien integrado en la sociedad y padre ejemplar cuyas mártires pretensiones son apoyadas por su esposa y por su pequeño hijo. Waj (Kayvan Novak) es la fuerza bruta, el torpe y manipulable primo de Omar. Barry (Nigel Lindsay) es el blanco convertido al islam y quizás por ello el más radical. Hassan (Arsher Ali) es un rapero aprendiz de terrorista. Y por último, Faisal (Adeel Akhtar), el «especialista» en explosivos.
Estos son los cuatro peligrosos protagonistas (Faisal acabará probando de su propia medicina y volando por los aires), que se ven a sí mismos como cuatro fieros leones, aspirantes (sin demasiada convicción en algunos casos) a ganarse el cielo mediante la acción violenta. La realidad es que no pasan de ser una panda de inútiles, y más que tratar de reivindicar una religión parecen querer reivindicarse a sí mismos, trascender de alguna manera y salir, por fin, en televisión, de ahí su preocupación por grabarse continuamente. No deja de ser paradójico que pese a querer destruir la sociedad en que viven, estos yihadistas disfrutan de algunos de los elementos de esa sociedad occidental que tanto denostan, como es el caso de la música, con esa secuencia en que aparece la célula integrista cantando una pegadiza «Dancing in the Moonlight», de Toploader, en el interior de una furgoneta cargada de explosivos.
En lugar de rezar piadosamente en alguna mezquita, estos fanáticos prefieren la acción directa, como queda patente durante su preparación a la yihad, un entrenamiento que se parece más bien a una compilación de tomas falsas (así lo describe el propio Omar), como esas que acompañan los DVDs.
El espectador asiste, a través de una cámara de movimientos nerviosos, a discusiones en el seno de la célula en las que sus integrantes debaten sobre el plan que han de seguir y el objetivo a destruir: inmolarse, poner un explosivo en algún lugar que haga especial daño al enemigo infiel, realizar una acción de falsa bandera y colocar una bomba en alguna mezquita para que la masacre haga movilizarse a sus hermanos musulmanes… Finalmente, es el cabecilla Omar el que se lleva el gato al agua: será un atentado en el maratón de Londres, repleto de infieles y de cámaras de televisión, y donde es habitual que algunos participantes acudan disfrazados de manera ridícula.
Lejos de debates sesudos que podrían explicar el proceso de radicalización de los personajes, lo que hay en Four Lions son diálogos, a menudo diálogos para besugos, y situaciones que recuerdan a los Monty Python. La película está repleta de todos los tópicos que rodean el tema terrorista y con los que desgraciadamente estamos familiarizados gracias a los medios de persuasión: cinturones con explosivos, barbas, yihad, viajes a campos de entrenamiento en Pakistán (con una secuencia que remite al inicio de The Party y a Peter Sellers haciendo de actor incompetente), vídeos reivindicativos, Osama Bin Laden, cielos con jardines y esposas purificadas… Y todo ello salpimentado con corrosivo humor negro, con algunos gags bastante hilarantes, como la preparación de un atentado con un cuervo cargado de explosivos (que como no podía ser de otro modo resulta fallido) o esa memorable secuencia final en el maratón de Londres, con los cuatro chapuceros protagonistas ataviados con disfraces patéticos y siendo perseguidos por policías no menos estúpidos.
Extraído de Un Instante de Caos https://uninstantedecaos.blogspot.com/2019/01/four-lions-chris-morris.html
Javier Serrano
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7
3 de enero de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Es un año en la vida de una familia y un país», así resume el director mexicano Alfonso Cuarón su última obra, la muy aclamada y de manera sospechosamente unánime Roma. En ella Cuarón describe los recuerdos que guarda de su infancia en México D.F., más concretamente en la Colonia Roma, un distrito de clase alta construido a principios del s. XX, donde habita la familia protagonista. La acción transcurre en 1971, justamente un año después del mundial de fútbol celebrado en México, uno de los momentos de mayor esplendor del país. El título también alude a la infancia, ese periodo de felicidad inmensa, esa «Roma» imperecedera en que el tiempo se dilata y los días se hacen interminables, donde el tamaño de las cosas y de los sucesos es enorme (el paso de los años se encargará de relativizarlos), ese lugar en que habitan los niños, ajenos a los posibles dramas que acontecen a su alrededor, y que está condenado a su inevitable desaparición. Cuarón no oculta su admiración por la película El espíritu de la colmena, de Víctor Erice, sin que llegue a alcanzar su grandeza, ni por otros cineastas, como Steven Spielberg, que también han tocado el tema.
Roma tiene dos tramas principales: la de Cleo (personaje central de la película, interpretado por una actriz no profesional, Yalitza Aparicio), la abnegada y estoica criada indígena, capaz de anteponer los intereses de la familia para la que trabaja a los suyos propios, y la de esa familia de clase media, capitaneada por la madre, Sofía (Marina De Tavira), una mujer que no soporta que su marido pase cada vez más tiempo fuera de casa, en misteriosos viajes de negocios, y que intuye la inminencia de la desaparición de la unidad familiar. Cleo queda embarazada de un hombre que al enterarse de la noticia pone tierra por medio. Ese maltrato que sufren ambas mujeres las une todavía más.
La intrahistoria de ambas protagonistas corre en paralelo a la historia del país. Tanto es así que será un hecho histórico, la masacre de Corpus Christi, la que desencadenará la tragedia en la vida de Cleo. Ese día, el 10 de junio de 1971, los Halcones, una formación de corte paramilitar, reventaron una manifestación de estudiantes en el Distrito Federal y provocaron 120 muertos.
Todo en Roma es hermosamente bello: el formato de 65 milímetros y en blanco y negro, los medidos movimientos de cámara en el interior de la casa, el incendio en mitad de la noche entre fantasmagórico y poético, los planos secuencia que acompañan a las multitudes, los travellings que recorren las calles del D.F.… Y eso es precisamente lo más destacable de Roma: su belleza formal. Una belleza que resulta fría si no sirve para ilustrar una historia sólida, que es el principal problema de que adolece el filme. A partir de sus recuerdos de infancia, y emulando la manera en que lo han hecho grandes directores de cine, Cuarón trata de armar un relato creíble, no exento de épica (como el parto que tiene Cleo o esa secuencia de la policía masacrando estudiantes) ni tampoco de aromas de telenovela, que puede resultar muy interesante para él o para el espectador que ha vivido esa época y en ese lugar, pero que no llega a ser ni mucho menos universal, algo que, sospecho, era la intención del cineasta. Es como si todo lo que ocurre en la cinta fuera una larga y lenta introducción para algo que ha de suceder después, y que de hecho sucede, en la que el espectador puede llegar a tener la desagradable sensación de que no está ocurriendo nada y perderse en el camino. «Probablemente —dice el cineasta mexicano en una entrevista— soy demasiado cinéfilo como para ser un autor».
Por si fuera poco, el sonido tampoco ayuda. El director ha optado por darle mucha importancia al sonido ambiente, usando para ello el sistema Dolby Atmos (con el sonido moviéndose alrededor del espectador), lo cual está muy bien, pues da credibilidad a la historia, pero hace que a menudo no se puedan escuchar o entender los diálogos de los actores, que alternan el castellano y el mixteco.
La película Roma llega a las pantallas envuelta en polémica. No son muchas las salas de cine que quieran proyectarla, pues algunas cadenas de distribución entienden que Netflix, la todopoderosa plataforma que produce y exhibe el filme (130 millones de abonados on line), no respeta los códigos de distribución vigentes. En España concretamente han de transcurrir tres meses entre su estreno en los cines y su salida a internet. Roma se estrenó el 5 de diciembre en solo tres salas y el 14 ya estaba disponible en internet, en streaming, a través de Netflix. Si se proyecta en salas de cine es porque es un requisito previo para poder hacerse con algún premio en los festivales a que se presente, algo que ya ha ocurrido en el festival de Venecia, donde consiguió el León de Oro.
Extraído de Un Instante de Caos: https://uninstantedecaos.blogspot.com/2019/01/roma-alfonso-cuaron.html
Javier Serrano
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