Vivir sumergidos en un océano de información nos ha hecho conscientes, como nunca antes, de la complejidad de nuestro mundo. Nuestra aldea se ha expandido hasta alcanzar un tamaño global, mientras que el tiempo de cada uno sigue teniendo veinticuatro horas. Intentamos darle sentido a todo ese maremágnum de datos para no naufragar, pero no podemos evitar desorientarnos. Nos sobra información, nos falta narración. He aquí la demanda.

Naomi Klein viene de una familia con tradición en el activismo de izquierdas. Por ello, su particular rebeldía adolescente consistió en irse de tiendas y entregarse en las perchas del consumismo. De su casa aprendió la narrativa de la lucha y de los centros comerciales el estilo de seducción. En su primer libro -No logo- denunció las marcas, el marketing, las multinacionales y la globalización. Con un diseño efectivo y un relato adecuado a su público y su tiempo, el libro se vendió globalmente mejor que unas zapatillas Nike. Terminó convirtiéndose en su propia marca. He aquí la oferta.

En un mercado hay personas que demandan cosas y otras que ofertan cosas. Cuando los que demandan y los que ofertan hacen un acuerdo voluntariamente se le llama mercado libre. "La doctrina de shock" es un exitoso producto de ese mercado, a pesar de que su mensaje consista en el caos semántico de confundir el mercado libre con el corporativismo. Klein y Winterbottom nos ofrecen una narración simple de tipo conspirativo que explica este complejo mundo, con buenos (nosotros) y malos (ellos) claramente delimitados. Como protagonistas, la heroína es Klein, el supervillano, el economista y padre del monetarismo Milton Friedman (murió un año antes así que no puede protestar). El relato mezcla hechos históricos con interpretaciones dudosas, manipuladas o manifiestamente falsas. Muchas veces las relaciones se sugieren de forma implícita y la imagen ayuda a establecer vínculos emocionales tal y como haría la publicidad. El resultado es un efectivo producto de propaganda, esta vez de iniciativa privada y que cumple perfectamente el objetivo de satisfacer a su nicho de mercado. La ideología antimercado también es mercantilizable. Queda la duda de si Naomi Klein también se aplicaba a sí misma lo que decía en una entrevista al Financial Times:

"La ideología puede ser un gran facilitador para la codicia, sobre todo cuando tu ideología te dice que su aplicación ayuda a tantas personas como sea posible."

Le doy la mínima nota por el tratamiento engañoso que tiene de no ficción, eso no lo puedo comprar. No gracias, prefiero quedarme en esa desasosegante complejidad del mundo. Cuando pasen los años y tengamos claro que es un documental de propaganda estaría dispuesto a subirle la nota, aunque no llegue ni de lejos a la calidad cinematográfica de "El acorazado Potemkin" o "El triunfo de la voluntad".

Por ser de Robert Altman vi esta película sin muchas expectativas y terminó gustándome a pesar de tanto estrógeno. Retrata ciertos aspectos que me parecieron interesantes:

- Las opulentas, neuróticas y banales mujeres inundan el metraje con sus conversaciones "small thing", sus compras, preparativos y reclamos de atención. Toda esa insubstancialidad tiende por propia inercia al caos y se asemeja al tornado que hace aparición. Son de Dallas pero podrían ser de cualquier parte del primer mundo.

- El Dr. T es condescendiente y atento con las mujeres, satisface sus necesidades materiales y emocionales cual caballero de brillante armadura. Tiene una inmejorable opinión de ellas y estas lo adoran. Es un tipo de hombre que es una función de ellas, su carácter está construido a la medida de parámetros femeninos. Vale, los hombres también se van de caza pero ni ellos mismos se lo creen. Ser tan complaciente no resultará ser sostenible, claro está.

- El personaje de Helen Hunt es el contrapunto al resto de las mujeres: es serena, decidida, dura e independiente. La única que se rige por sí misma en vez de por los demás. Pero ella como golfista profesional no dudará en golpear las bolas que se pongan en su camino. Surge la pregunta, ¿es una mujer desarrollada o masculinizada? Con ella ya no hay lugar para enfoques románticos ni derivas emocionales, nein.

- La mujer del Dr. T pierde la razón en forma de regresión a la niñez cuando consigue todo lo que pudiera desear. En la película la felicidad no es el final sino el principio, conforme avanza todo se reduce al absurdo y toma el formato de farsa.

Robert Altman, lejos de proponer una moraleja hace un diagnóstico "ginecológico" de la sociedad de la abundancia siguiendo su habitual estilo coral. No encontrarás diálogos ingeniosos ni la típica confrontación de sexos sino un retrato satírico blanco e imprevisible, incómoda para bien pensantes y con cierto existencialismo. Por ello no me extraña que esta película no encuentre su hueco en una clasificación o público determinado.