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Críticas de Diego Nasarre
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Críticas 27
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
2
19 de febrero de 2023
0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los años 40 y 50 la productora española Cifesa viviría su época de mayor pujanza, no exenta de considerables vaivenes a consecuencia de las carencias materiales y de las decisiones del régimen sobre tal o cual producción o distribución. En todo caso, y gracias a la política de crédito sindical que se vivió durante esos años, Cifesa pudo llevar a efecto algunas superproducciones que, en teoría, le debían permitir competir con el omnipresente cine norteamericano. Dentro de esta política cabe ubicar a “Agustina de Aragón”, superproducción que iba a cuajar plenamente con el tipo de cine que quería el franquismo, especialmente en esos años de penuria.

Si bien los medios no permitieron realizar un film en color; era una superproducción a lo pobre, si se puede ver que hay una cierta holgura de medios en el empleo de extras en las escenas bélicas en campo abierto, en el cuidado del atrezzo, y en el concurso de actores y equipo cotizados en el panorama cinematográfico español.

Para la dirección del film se escogió a Juan de Orduña, quien ese mismo año dirigió, con mucho más acierto, “Pequeñeces”, probablemente su mejor película. Se trataba de un director ya experimentado, que había sido también actor, y que conocía bien el género definido como “españolada”. Asimismo, dentro del plantel propio de la productora se situaba ya la protagonista principal del film; Aurora Bautista, quién también había coincidido con Orduña en la citada “Pequeñeces”. La fotografía, corrió a cargo de otro habitual del cine español; el alemán Sigfrido Burmann, mientras que la música fue compuesto por el maestro Quintero, también usual en las bandas sonoras de muchos films de la época.

En todo caso, las dos características más significativas del film son, sin duda, las siguientes:

Por un lado, el papel de los actores, donde la sobreactuación es tal que la interpretación se ve hoy como algo ridículo. Es cierto que el papel principal era algo pintiparado para la vehemente y chillona Aurora Bautista, pero en los demás actores resulta demasiado forzado. Sin embargo, el esfuerzo de Cifesa obligó a muchos conocidos y brillantes actores a participar en la película, con papeles destacados, como Fernando rey, o incluso en actuaciones menores. En este último caso se encuentran Guillermo Marín o José Orjas, por citar solo algunos. Resulta curioso empero que, en semejante producción, no encajasen Alfredo Mayo, actor prototípico del franquismo, o el galán Rafael Durán, actores bajo contrato con dicha mercantil.

Por el otro, el guion, a cargo del inefable Vicente Escrivá, con un argumento que hubiese podido escribir el mismísimo Franco y que no tiene nada que envidiar a “Raza” en cuanto a patriotismo trasnochado, empeñado en convertir a la Virgen del Pilar en patrona de la hispanidad, y que tiene por objeto exaltar la españolidad de valencianos, catalanes y aragoneses. En esta ocasión se pretende además conjugar “episodios nacionales” con dramatismo y humor, experimento harto complejo y fallido que redunda también en la baja calidad del producto. Menos mal, y es de agradecer, que en la introducción los rótulos explicitan que la película no pretende ser veraz históricamente hablando, porque, verdaderamente, el guion no tiene reparos en manipular las figuras históricas y convertir a los catalanes Agustina Saragossa y su marido Joan Roca (militar profesional de clase tropa) en aragoneses, y, para mayor descaro, en casarlos al final. Por supuesto, no solo hay colofón matrimonial sino también medalla del nefasto Fernando VII, debidamente exaltado en el desarrollo del film.

El desarrollo argumental, desde el inicio, está cogido con pinzas, y así Agustina sale de Barcelona sin que se explique qué diablos hacía allí (resulta archisabido que nació dicha ciudad y de familia totalmente catalana, pero inventa, que algo queda). Se añade, como si de los ingredientes de una salsa se tratase, a típicos y graciosos catalanes, impagable Fernando Sancho como catalán, y aragoneses. De estos últimos, pocos con imitación de acento y menos aún uso de lengua aragonesa, cosa que si se hace de la catalana y de la valenciana, metida ésta con calzador al principio de la película por obra y gracia del valenciano Escrivà. Por supuesto, tampoco falta el traidor, prometido con Agustina y debidamente rechazado por ella, que se redime al final arrastrado por el ejemplo de la protagonista y del furor patriótico.

Como no podía ser de otro otro modo en una producción destinada a adular al régimen y por tanto, beneficiarse de un éxito seguro, el film recibió al año siguiente el premio del Círculo de Escritores Cinematográficos.

En definitiva, una producción que abusa de los tópicos, encima sin acierto, y que fuera de su contexto histórico muy peculiar, resulta hoy, cuando menos, kitsch en el mejor de los casos.
Diego Nasarre
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Félix, el último héroe (TV)
DocumentalTV
España2015
7,6
57
Documental
8
24 de diciembre de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A penas me salía el bigote cuando Félix falleció en un misterioso accidente. Fue un golpe tan generalizado, que en el colegio nos encargaron un trabajo a cada alumno, entonces eran individuales, sobre su figura y lo que, ya en pasado, había representado. Porque el doctor Félix Rodríguez de la Fuente parecía, y era, alguien irrepetible. Con él moría no solo un verdadero héroe, sino también alguien que parecía podía alcanzar el sueño de trazar las bases de una nueva sociedad. Aunque en aquella época no creo que mucha gente fuese plenamente consciente de lo que él quería. Así, para casi todo el mundo, Félix era el amigo de los animales, de los pueblos primitivos, o de la naturaleza en su conjunto, y como decían los medios; también el de los niños. En realidad sus metas eran mucho más ambiciosas, ya que producto de sus experiencias personales, de sus múltiples viajes y aventuras, juntamente a su cultura, bastante autodidacta, y, por su puesto, a su gran inteligencia, se había dado perfecta cuenta de que el camino que el ser humano llevaba era opuesto al de la vida y que el fin de ésta sería trágico e inminente. Las catástrofes medioambientales, la destrucción de los ecosistemas y la extinción masiva de especies, todas y cada una irrepetibles, le golpeaban incesantemente. Contra ello su esencia espiritual se rebelaba.

Félix era alguien que no solo formaba parte de la existencia cotidiana, sino que parecía eterno. En definitiva, alguien que, como los más grandes, no podía morir. Sin embargo, precisamente el hecho de ser un personaje incuestionable, alrededor del cual existía un consenso generalizado de respeto y admiración, llevaba aparejado su trágico final.

En todo caso, a cuarenta y pocos años de su muerte, su figura, si bien inolvidable para los que tenemos una cierta edad, ha sido casi completamente borrada del imaginario colectivo. Precisamente, el mérito de este documental de Iker Jiménez, consiste en devolverlo un tanto a la vida. Al margen de los aspectos más misteriosos y premonitorios, relacionados todos con su muerte, se trazan tibias pinceladas sobre su más que probable eliminación. Y ahí está, junto con el sentido homenaje y reivindicación, el valor del trabajo, el dar un paso en el gran misterio de su muerte y la de sus compañeros en aquel día, curiosamente de su cumpleaños, en que la mitad del equipo de “El hombre y la tierra” se estrellaba con una avioneta en las heladas tierras de Alaska.

La destrucción de todas las pruebas relacionadas con el misterio que puso fin a su vida y a la de sus compañeros, acredita el hecho de que, indudablemente, Félix molestaba y mucho. Todavía es totalmente desconocida su faceta relacionada con el gran mundo; la política, los personajes influyentes…sin duda, la clave de todo ello, como declara el documental.

Iker Jiménez, puso la primera piedra de lo que debió ser, muchísimo antes, no solo la reivindicación de nuestro último héroe, sino también un clamor de indignación que destapase las hediondas cloacas del poder. Pese a que a raíz de su emisión, alguien puso una denuncia en los tribunales para reabrir el caso de su desaparición y esclarecer los hechos, el sistema judicial dio carpetazo legal a cualquier atisbo de luz.

Desgraciadamente, el reportaje lleva camino del olvido, y así como el papel de los medios y de los grupos de presión fue, salvo contadísimas excepciones, repugnante, esta primera piedra parece que será también la última.

El silencio deliberado, las mentiras y el tiempo han resultado inexorables. Pese a todo, y sin perjuicio del fracaso absoluto del ser humano, Félix descansa en el olimpo de los héroes.
Diego Nasarre
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6
6 de junio de 2021
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia ambientada en la ciudad de Madrid y protagonizada de manera casi absoluta, dada la brevedad de los papeles secundarios del resto de actores, por José Luis Ozores y Trini Montero, una actriz de corta singladura hoy prácticamente olvidada.

El desarrollo de la trama por las céntricas calles y extrarradio de Madrid, previas al feroz desarrollismo, se ven con agrado y están bien filmadas, lo mismo que las escenas de estudio. Su desarrollo es correcto y tan solo se ve algo deslucido por el final, con escena de relleno en el interior del edificio de la Bolsa, y cierta moralina, inevitable en la época. El film, de metraje breve, corresponde a la mejor época del muy irregular director José María Elorrieta y, probablemente, se trate de su producción más conseguida.

El guion, de Daniel Ortiz, viene como anillo al dedo para el desarrollo de la mejor comicidad de José Luis Ozores, en un papel de picaresco vagabundo, emparejado con Trini Montero, como bella y virtuosa joven desamparada, recién llegada a la capital.

En conjunto, puede decirse que el visionado de la película resulta interesante e ilustrativo de una época de carpanta, bien reflejada en un film un tanto costumbrista aderezado al mismo tiempo con algunas gotas de casticismo.
Diego Nasarre
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7
5 de septiembre de 2020
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Mediante “Yo soy Brandel”, Arturo Fernández recuperaba su rol dramático para el espectador ajeno al mundo de las tablas, en una época en la que cinematográficamente era ya una estrella de la comedia. Esta incursión teatral, dentro del medio televisivo y bajo el formato de las siempre eficaces producciones de Estudio 1, venía a complementar su trabajo en el mundo de la función, donde sus trabajos no estaban tan encasillados como en el ámbito del cine.

Precisamente, la obra que nos ocupa, una adaptación de Cayetano Luca de Tena de dos piezas de su pariente de idéntico apellido, Juan Ignacio, había sido interpretada por el mismo Arturo Fernández con un éxito rotundo en los teatros, e incluso había sido llevada al cine, interpretada también por él mismo. En todo caso, la producción de Estudio 1, superior a la cinematográfica, nos muestra a un Arturo muy acertado en el doble papel de Mario Colomer, dictador de un país imaginario, y de su alter ego Juan Brandel. Es él el centro absoluto de la obra pese a que los secundarios ofrecen un magnifico acompañamiento, estando particularmente bien Maria del Puy como esposa/amante.

Aquellos a quienes guste visionar los trabajos del asturiano disfrutaran de esta gran interpretación y, asimismo, podrán apreciar sus dotes para aplicar al drama aquellas dosis de ironía critica y humor que tan bien podía aportar disponiendo de un buen argumento.
Diego Nasarre
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5
12 de mayo de 2019
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaya por delante que a mí, Jean Renoir me gusta como director. En esa faceta tiene obras de gran mérito, de las que recuerdo “Aguas pantanosas” (1941) o “Diario de una doncella (Memorias de una doncella)” (1946). En cambio, otras me parecen sobrevaloradas, como la que comento, mal envejecidas o incluso algo pueriles.

De esa misma etapa americana, de la que forman parte las dos citadas, “Esta tierra es mía” (1943) constituye un trabajo de propaganda dirigido a un público poco sofisticado al que hay que motivar y tornar implacable. El objeto del mensaje es incidir en la voluntad de victoria total, sin compromisos o acuerdos, y la pura eliminación del enemigo. Los medios como ésta se obtenga no tienen importancia; “los que nos bombardean son nuestros amigos” le dice la maestra (Maureen O’Hara) a una anciana que se queja de los ataques indiscriminados a las poblaciones urbanas. Se recurre, aunque con mejor estilo que muchas películas de propaganda hollywoodiana contemporánea, a la degradación del enemigo, en este caso caricaturizado por el austriaco Walter Slezak, como cínico y obeso mayor alemán, del que una vez borrado su barniz superficial se contempla como un ser deleznable y corrupto, convencido de la necesidad de que Alemania conquiste el mundo.

El clímax de la película, y del mensaje subliminal, es la actuación del tímido y cobarde profesor Albert Lory, muy bien interpretado por el gran Laughton, en la que éste lanza un gran monologo o perorata, donde, naturalmente, sale a relucir el amor, no podía faltar este elemento en un film norteamericano aunque sea a varias bandas, y donde sobre todo hasta los verdugos, juez y fiscal, quedan anonadados por la imparable “verdad” revelada. El papel de Laughton viene como anillo al dedo para inducir a la población más pacata a aspirar al heroísmo y al sacrificio; solo basta proponérselo, no importa que se sea entrado en años, gordo, feo y acomplejado.

Conceptos como democracia, libertad o derechos del hombre se repiten machaconamente para dejar bien claro quien representa a los buenos y quien a los malos. En definitiva, lo más viejo del mundo, aunque esta vez, y por aquello del progresismo coyuntural, no aparece lo de “Dios está con nosotros”.
Diego Nasarre
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