Spike Jonze es uno de los directores contemporáneos más raros y exitosos (justo con esos dos conceptos juntos) del mundo, y sin más, decidió adaptar al cine uno de los cuentos más raros y queridos de la literatura, el resultado es sublime.
Maurice Sendak publicó en 1963 un libro que él mismo ilustró, con poco texto y mucha imaginación la historia de Max, un niño malcriado que es envíado a su habitación sin cenar. En ese momento aparece una selva imaginaria y un mar imaginario; en una pequeña barca imaginaria llega a una isla habitada por monstruos, ellos coronan a Max como su rey…
Sin embargo, Spike, apegadísimo al transcurrir del cuento impreso, enriquece la obra con matices de sentimientos, de defectos y virtudes. Los monstruos de Jonze son idénticos a los ilustrados por Sendak sólo que con un valor agregado inmenso: tienen nombre, tienen personalidad definida, tienen un lazo que sólo un padre puede reconocer en sus propios hijos con “monstruos particulares”.
La película es una delicia para pequeños, con violencia gratuita pero justificada, misma que vemos en el berrinche de un crío o la que atestiguamos en sus efusivos juegos. Los adultos se sentirán en la infancia.
De antología resulta el diseño de producción, para agradecer, que no abusa de las tecnologías digitales en boga, dándonos monstruos reales que juegan y gruñen al compás de un soundtrack riquísimo de improvisación artística a cargo de Karen O (vocalista de los yeah Yeahs, se presenta como “Karen O and the kids”).
Donde viven los monstruos es muy especial: nostálgica, maternal-paternal y traviesa, una joya al igual que el cuento de Maurice Sendak: llega al corazón.

Con un elenco de voces argentinas “neutralizadas” reconocimos las frases que el icónico sicario de papel inmortalizara en sus aventuras publicadas, sarcásticas y muy, muy misóginas (he ahí la trampa del éxito, dejar intacta la genialidad del personaje). Con una chapucera animación tipo flash, unos rígidos renders 3D y apoyados en las penumbras, el diseño de personajes emularon los trazos y estilos que el “Negro” imprimió en sus historietas.
“Boggie” se burla de los estereotipos policíacos de cine gringo, también de los bélicos y hasta de los eróticos, dejándolo todo en una franca carcajada que se torna hasta cierto punto vulgar. Personajes de nuevo diseño son agregados para hilar la historia junto con los viejos gags que fueron dibujados en cómic. La película es resultona y desmadrosa, pero carente de arte de la animación tradicional la cual hubiera sido más homenaje al personaje y al autor. Mujeres sensibles y con fuerte cerrazón mental, absténganse.

El término visionario se lo han adjudicado muchos cineastas en los últimos tiempos, con el fin de ensalsar la promoción de sus películas; sin embargo los auténticos directores con esa “visión” , reconocen el potencial en otros, convirtiendose en mecenas de obras verdaderamente interesantes. Esto sucede con la simbiosis entre Peter Jackson y Neill Blomkamp, el primero como productor y el segundo como director de la nueva sensación de ciencia ficción llamada Distrito 9.
Fue a partir del corto de Blomkamp (“Alive in Joburg”, 2005) que Jackson se interesó en trabajar con él y apoyar su carrera como director, había planes de llevar juntos Halo a la pantalla, sin embargo, por las negociaciones de los derechos y los estudios el proyecto no llegó a culminarse, incluso se hablaba de que Guillermo del Toro tuviera algo que ver en la producción.
Blomkamp se arriesga a presentar un formato de filmación mixto que se complementa entre tomas de televisión, video de seguridad, vhs y cine digital que narra la hipotética situación de una invasión pasiva de alienígenas; una gran nave se posa en el espacio aereo de la capital de Sudáfrica provocando consternación en la población mundial. Entre entrevistas, declaraciones y supuestos archivos de video, la película va tomando el rumbo hacia el desalojo que organiza la MNU (Organismo de control de aliens y fabricante de armamanto) contra los “inquilinos espaciales” que han vivido en hacinamiento en una sucia zona de Johannesburgo, conocida como “Distrito 9″, en dode cohabitan con la escoria de la ciudad. Deben ser reubicados al distrito 10, el cual es una zona de mayor control.
El protagonista, Wilkus Van de Merwe, es un personaje gris y ñoño, el cual encuentra estrepitosamente en una situación que cambia la relación entre humanos y extraterrestres y se convierte en un fugitivo (seguido por una zigzagueante pero precisa cámara), Wilkus evoluciona en una convincente actuación a cargo de Sharlto Copley, dando incluso la nota cómica con su extraño acento y sus actitudes excéntricas. La película aborda la temática de la xenofobia sin miramientos, con toda la intención del mundo expone la hiperviolencia que ejerce el grupo social más fuerte, representado por la compañía WNU; una sutil comparación real con los pueblos refugiados.
La integración de los monstruos cgi es impecable, el diseño de las armas y mechas extraterrestres parecen salidos del mundo anime. Qué decir del ritmo intenso de “Distrito 9″ , el cual cierra el círculo con un final que deja con ganas de ver los próximos trabajos del sudafricano Neill Blomkamp. Tenemos un nuevo clásico de la ciencia ficción.

Benjamín Button fue un bebé abandonado a las puertas del asilo de ancianos, a finales de la primera guerra mundial en la ciudad de Nueva Orleáns.
Es rechazado por su padre, pues al nacer, su madre fallece; pero la principal causa es porque el recién nacido es un monstruo, una aberración de la naturaleza.

Así comienzan las aventuras y desventuras de un ser que no encaja en ningún lado, se enamora, se desilusiona, busca su autosuficiencia; busca la forma de dar y recibir amor, muy a su estilo.

Aunque la historia la veamos como una parábola imposible, se puede disfrutar como un cuento de hadas que nos invita a reflexionar de lo cruel que es el tiempo en nuestra vida, no importando la edad que tengamos, que nuestras decisiones influyen en su transcurso y que no importa cómo, pero al final de nuestros tiempos somos tan frágiles y débiles como un recién nacido.
Debido a la premisa de la película, el final resulta predecible, pero es ese transcurrir el que nos llena de curiosidad en un caso que peca de curioso.

Como toda adaptación fílmica de un cuento/novela original, ésta tambien sufre modificaciones en las que el director se mueve en aguas más cómodas. Y algunas veces estas terminan convirtiéndose en un naufragio. Tenemos al obsesivo fotógrafo que se expone a los asesinatos en serie más sanguinarios, al terrible asesino (Muy bien interpretado por Vinnie Jones, su cara de piedra asusta más que nada) y un secreto oscuro que hay bajo la gran ciudad.
Desgraciadamente los detalles se pierden al contar una historia con prisa, lo cual echa a perder el concepto final que tenemos de una pieza así y nos deja con más dudas. Las secuencias de asesinatos son genialmente frías, mas no así las hilaciones de la adaptación, las cuales nos tumban lo que pudo haber sido una buena película. Para ese caso, mejor leer el cuento corto de Barker.