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España España · sevilla
Críticas de drelles
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Críticas 40
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
10
20 de enero de 2024
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película no puede juzgarse con los mismos criterios que aplicamos a un film convencional. Se trata de una obra única e irrepetible: el testamento fílmico de un gran amante del cine, que lo ha sido en toda su obra conocida, desde su etapa de crítico hasta esta última declaración con la que se despide del arte por excelencia del siglo XX.

Con esta obra Erice hace un ajuste de cuentas consigo mismo, desdoblado en los dos personajes principales, con su escasísima filmografía, mermada por el olvido al que la industria del cine lo ha sometido.

Durante tantos años hemos visto ensalzar toda clase de pegaplanos, mediocridades, "pelis", reflexiones vacuas, efectos especiales, héroes galácticos y plagios de aquí y de allá. Casi todo este material ha sido galardonado con óscares, goyas, globos...y ensalzado en los mil y un festivales que pululan por todo el planeta. Nada para el mejor director español de la historia. Hasta un mediocre esquirol como Fernando Trueba se atrevió a destrozar "El embrujo de Shanghai", la mejor novela de Juan Marsé cuyo frustrado trasplante fílmico pudimos sentir en el espléndido libro con el que Erice se desquitó.

"Cerrar los ojos" es antes que nada amor al cine, capaz de realizar un milagro como el de Ordet. Por ella desfilan sentimientos rescatados de todas sus otras películas en una despedida melancólica, sin odios, llena de sabiduría y que nos redime de tanta nadería acumulada en las pantallas en estos años de ausencia.
Con este final Erice entronca con otros grandes genios expulsados por los mercanchifles: Stroheim, Keaton, Welles.

Gracias, maestro.
drelles
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1
9 de diciembre de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin lugar a dudas la peor película de Sturges, autor de muchas obras estimables, entre ellas los dos westerns que la anteceden y preceden en su filmografía: El último tren de Gun Hill y Los siete magníficos.
En esta ocasión nada salió bien: el personaje de Frank Sinatra es detestable y está interpretado con evidente desgana; algunos personajes secundarios resultan ridículos, como el inglés con monóculo, el médico incompetente o el general bonachón que aparece al final; el personaje de Gina Lollobrígida, pésima actriz, roza lo patético; los japoneses y chinos que luchan contra los americanos son una colección de inútiles, lo que parece un mal chiste.
En fin, una película para olvidar
drelles
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1
18 de abril de 2016
10 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
La enorme figura del director letón se merecía algo mejor que este infame subproducto con el que un siempre pretencioso Greenaway trata de encumbrarse.

Nada sobre el proceso creador del film fallido que, por lo que se pudo rescatar, hubiera sido una más de sus obras maestras. Nada sobre el dolor que tuvo que causar en el genio la frustración de no poder acabar su obra y no poder disponer del numeroso material rodado, al que hubiera dado forma con su mejor arma: el montaje.

Lo único que le interesa al fantoche que firma este engendro es el morbo y para ello recrea una falsa historia de homosexualismo. Ni los más estudiosos biógrafos del maestro se ponen de acuerdo con esta característica del personaje. En todo caso, sería un aspecto por el que deberíamos guardar respeto y dignidad, todo lo contrario de esa ridícula y permanente exhibición del personaje en pelota, haciendo el imbécil.

Todo resulta falso en este libelo, pero como ejemplo este exceso: ¿En qué cabeza cabe que nadie civizado reciba en cueros a la esposa de su mecenas? A la vuelta a Estados Unidos, ella informaría al miserable de Upton Sinclair para que cortara la raquítica subvención al maestro, quien dilapidaba su dinero en un lujosísimo hotel, gozando de placeres anales.

He visto en mi vida de cinéfilo numerosa películas horribles, pero no recuerdo ninguna que me haya irritado tanto como esta. Por eso he escrito esta modesta reparación de la noble figura de Su Majestad Eisenstein.
drelles
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9
9 de septiembre de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El amor es una aventura arriesgada y sorprendente. En un instante puede llevarte de la cima a la sima, desde la cumbre de la exaltación y la alegría de vivir hasta las profundidades en las que se sitúa la antesala del Infierno. Hay quienes viven varias experiencias amorosas en sus vidas, pero los fracasos previos apenas les sirven para evitar errores futuros. Dicen que hay quienes solo conocen un único amor en sus existencias que sea pleno y satisfactorio. La mayoría, sin embargo, no conoce el vértigo de la pasión y pasarán por la vida sin esta imprescindible experiencia, conformándose con sucedáneos.

De este asunto tan trillado trata esta maravillosa película. Sus protagonistas se entregan al amor de forma distinta. Ella, parece que vive un fugaz pasatiempo veraniego, no llega a sumergirse del todo en el torbellino de la pasión, aunque en algún momento de la trama parece dudarlo. Él, por el contrario, se entrega al amor con el ansia de un náufrago que trata de asirse a un clavo ardiendo.

Desde luego se trata de un amor difícil, pero habría que haberlo intentado con la misma ilusión que la del niño que completa el trío. La apuesta es desigual: ella apenas arriesga nada, quizá en el futuro incluso llegue a olvidarse de la experiencia; él, por su parte, lo apuesta todo. La suerte está echada.

Esta trama amorosa está tratada con mucho esmero y sutileza por el gran director Mario Camus, autor de excelente trayectoria que aquí logró su obra cumbre. El guion es de gran perfección, muy superior a la liviana trama del cuento de Aldecoa en que se basa la historia; pero es en la realización donde alcanza el virtuosismo con planos de gran intensidad como los que se desarrollan en el bar de copas, en los que utiliza un arma que pocos directores saben manejar como él: el juego de las miradas, la más delicada esencia de la gramática cinematográfica. Otros momentos de gran emoción son el plano sobre la nuca de Elisa en el restaurante, un instante de gran tensión; la escena a tres en el cine con el tierno intercambio de asientos; la visita al amigo poeta, con el brillante recital de poemas y los fogonazos que iluminan los recuerdos de la protagonista; aparte, claro está, del memorable final que no comento.

Lástima que no hubiera tenido la paciencia o el dinero preciso para pulir algunos aspectos: los planos iniciales son impropios de una obra de tanta profundidad, la secuencia de la fiesta es algo chirriante y mejorable; por último, la música del siempre excelente García Abril es poco variada.

Pese a estos defectos, la considero la mejor película de Camus y una de las diez mejores de nuestro cine. Es tan buena que hasta los programadores de TVE se olvidaron de interrumpir los títulos de crédito finales.
drelles
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7
5 de mayo de 2013
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta breve película de 71 minutos ocurren nada menos que estos sucesos, entre otros:

Cobardía y heroísmo. Drogadicción. Despido libre. Desintoxicación. Altruismo. Dos historias de amor, una de ellas soterrada. Un inventor genial, furibundo comunista, que se transforma en capitalista de pro. Una represión policial que acaba con la vida de la mujer y la injusta condena del protagonista. La depresión económica que acaba con el trabajo pero no con las conductas solidarias.

Todos estos asuntos están tratado con el uso ejemplar de las elipsis y algunos planos de detalle que eliminan explicaciones tediosas; por ejemplo:

El plano de la mano que aprieta la condecoración injusta.
La historia de amor contada en cuatro planos, entre ellos el de la pareja que se abraza frente a la ventana y el de la amiga que los contempla
La desintoxicación, contada exclusivamente en las anotaciones de la ficha
La injusticia del capital, resumida en el puro que se fuma el poderoso mientras plantea el despido colectivo.
La empresa poblada de trabajadores se sustituye por una nave prácticamente vacía tras la implantación de la maquinaria

En resumen, un modelo de concreción y síntesis, ciertamente elemental, pero que dan el resultado de una película sumamente amena y emotiva que deberían contemplar todos los presuntos genios del ampuloso cine de hoy, capaces de torturarnos durante más de dos horas sin el menor recato.
drelles
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