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México México · San Luis Potosì
Críticas de Turenne1964
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Críticas 6
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
1
19 de enero de 2024
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacia las postrimerías del 2023 hizo su aparición en los cines una película que venía con toda una campaña previa publicitaria, en donde los medios obsecuentes le hacen el juego al englishman Ridley Scott para promocionar su porquer... que diga, su película. ¿Y qué decir de ésta? ¿Qué decir del último producto del que es también director de maravillas tales como "Blade Runner" (1982), o el inicio de la saga de Alien con su "Alien, el octavo pasajero" (1979).
Scott también es autor de esas infamias dizque históricas tales como "Gladiator" (2000), fantasía pseudohistórica que causó sensación, sobre todo entre los más débiles entre nosotros, que alaban la película como si fuera la octava maravilla: no, no lo es, es una infamia.
Pues bien, ahora, Scott se lanza a tratar de hacer un trabajo que ya lo había pensado, proyectado -y abandonado- Kubrick, un film sobre Napoleón. ¿Por qué el gran Stanley no hizo finalmente ese filme, y se decantó por esa maravilla que es "Barry Lyndon"?, por el fracaso de la gran película que el soviético Sergéi Bondarchuk -hoy sería ucraniano- tuvo a bien filmar en 1970: "Waterloo", donde Rod Steiger hace un mucho mayor y conviencente Napoleón, que el que ahora protagoniza Phoenix.
Mala película ésta de Scott, en donde se impulsa la carrera de Vanessa Kirby (la vimos ya en "Legion X", la gran serie que se puede ver en Netflix) al lado de un Joaquin Phoenix que se ve más bien cansino en su actuar, por lo que resulta chocante.
Sobre la veracidad de la película (todas estas chaquetas mentales del cañoneo a las pirámides de Giza, la tristeza de la representación de las batallas, un Napoleón cargando a caballo como si fuera húsar) no queda sino decir que quien quiera ver aquí una película "histórica", no se encontrarán sino con las tristes y seniles fantasías de un septuagenario que se cree la gran cosa, que vive a partir de sus legiones de obsecuentes y que conforme crece, la pretensión se hace monolítica.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Turenne1964
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8
18 de abril de 2022
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En primer lugar, me gustó. En segundo, sobre las motivaciones que el director Michel Franco tuvo para hacer esta película no nos queda sino hacer conjeturas. En tercer lugar, sobre lo que nos muestra esta ficción, me parece muy interesante desde donde arranca el cuento (pues tal cosa es, con todo el derecho del director, quien como autor, para comenzar su cuento de la mejor manera posible lo pensó desde este punto), desde la convocatoria a una reunión de personas privilegiadas en una colonia privilegiada (El Pedregal, en la Muy Leal y Muy Noble Ciudad de México) celebrando alegremente una boda de alta alcurnia al tiempo que todos y todas las invitadas son servidas por alguien... la y el invisivilizado, eso que tan románticamente nos enseñan series como Downton Abbey, una servidumbre leal y comprometida, aquí, por el contrario, se muestra que esos ricos, llegado el caso, tienen al enemigo en casa, ya que si hubiera una "revuelta" popular como la que aquí se sugiere, (pues, más que conciencia de clase), lo que los animará son los SIGLOS en los cuales estos ricos tratan a los inferiores a ellos con condescendencia y altruismo (en el mejor de los casos) y de la violencia coercitiva y de esa soberbia petulante propia de las clases privilegiadas para todas aquellas personas que no gozan del vivir en ese mundo, a aquellos de quienes se sirven y a todas y todos aquellos que viven en condiciones de marginalidad porque se vive en una sociedad troquelada en, desde y para el servicio de las elites del capitalismo globalizador, de ese capitalismo que aliena propiedades en pro de los que más tienen. Pero resulta que ese sueño de cristal, tan volátil, no puede sino justificar, no una respuesta a la desigualdad social, sino un nuevo orden, un estado militarizado. Y exhibe sin ambaje esa (¡qué cáncer ni que cáncer!) parte oscura y al parecer inextinguible de nuestro "ser" e "identidad" que supuramos como mexicanos, mexicanas y mexicanes: la corrupción.

Es un gran cuento, insisto. Y como la literatura, esta ficción, más que pelearnos, nos invita a reflexionar en momentos de incertidumbre municipal, estatal, nacional y mundial. Qué cosa.
Turenne1964
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10
7 de junio de 2020
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Soy admirador de Terry Gilliam, y por lo tanto, mi calificación será considerada. Sin embargo, entiendo que en la pelÍcula Gilliam volvió a poner sobre la palestra los viejos temas de la humanidad, sazonados con un poco de morbo luctuoso. Y esta circunstancia afecta el juicio. Vemos la última película de Ledger y vimos a tres notables interpretanto al mismo personaje que Heath, y eso obnubila la percepción, o ¿es que acaso no veis que el eje narrativo descansa en los dos sujetos que representan al bien y al mal?. ¡Vaya par! Christopher Plummer y Tom Waitts bordan, cuales mitos ancestrales, a sus personajes con la fuerza y con la delicadeza propios de un poeta de la dinastía Ming... Esta hipérbole sirve para destacar el gran papel jugado por esa dialéctica actoral que marcha independiente de la presencia o no de Ledger y de los demás.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Turenne1964
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9
22 de mayo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película de Guy Hamilton adolece, ya, de los trucos que en en la década de los años 60 del siglo pasado se tenían para realizar películas bélicas. Esta pertenece a toda una pléyade de filmes bélicos que no hacían sino recordar, con cicatrices frescas, ese horrendo conflicto mundial. Como historiador siempre trato de encontrar las fallas a los argumentos de estas películas "histórcas".
Comencemos por los contras. Como ya se hizo notar, los efectos especiales son visibles. También se tiene que decir que, cuando los "pilotos" son tomados dentro de sus cabinas, para dar idea de movimiento, mueven los ojos hacia donde se supone está el enemigo, y dizque disparan viendo al enemigo, aunque no hay concordancia con el movimiento natural de un piloto de caza que tiene enfrente, en el punto de mira, a su objetivo. No tiene que mover los ojos. En fin.
Los pros. Como es una película hecha antes de los ordenadores y las computadoras falsificadoras, pues se recurre a aviones reales. Los de la Luftwaffe fueron proporcionados por la Fuerza Aérea Española, que proporcionó a su flota de bombarderos Heinkel He. 111 H-2, que repintados con sus insignias originales, le dan a la película un pleno sentido realista. Lo mismo para los modelos de los cazas Messerschmitt Bf.109 E1 (con la particularidad que ya no tenían motores Daimler Benz originales, sino que fueron sustituidos por motores Packard V-1650-7, de 12 cilindros en V, el mismo motor que movía a los North American P51D Mustang norteamericanos). También se dejan ver ejemplares de Junkers Ju.87 B-1, los famosos y terribles "Stukas".
Los ingleses utilizaron hermosos ejemplares de Hawker Hurricane Mk.I y de Supermarine Spitfire Mk.II.
Me maravilla ver cómo Hamilton trepó cámaras en los morros de los bombarderos. Hay una escena en particular en la cual el actor Edward Fox se supone va pilotando un Spitfire al cual le disparan. La escena, filmada desde la parte dorsal de un Heinkel, deja ver al caza inglés tocado por la ametralladora alemana, que recompone su curso y como bólido ataca de nuevo al bombardero descontroladamente. Entonces, en primer lugar, aplaudo a los pilotos ingleses y españoles que realizaron maniobra con AVIONES REALES y no porquerías hechas en computadora. Por el sólo hecho de ver aviones reales y apreciar el sonido de sus motores y sus maniobras, esta película merece estar entre las mejores del cine bélico. Ya la historia de amor y otras menudencias son parte de la trama.
Turenne1964
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10
10 de septiembre de 2019
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En principio expongo los dos ejes de la subjetividad sobre los cuales se deslizará mi crítica: El primero es mi fervor por Napoleón. Esto puede ser ridículo por todo lo que hoy representa (y cómo es representado) el personaje, desde el cliché arlequinesco (sus parodias en los dibujos animados de la Pantera Rosa o en su representación en "Time Bandits" de Gilliam [1981]) hasta el motivo de creación de odas, novelas (Balzac no se explica sin el emperador, Tolstoi...), música (Tchaikovsky), etc. Pero pesa también, y para eso existe la Historia, su paso existencial (fenoménico) y la influencia que ejerció en su momento y que sigue ejerciendo: Quien camina hoy por debajo del famoso Arco del Triunfo, transita bajo los nombres de los generales del ejército napoleónico; eso se contrasta, por ejemplo, con lo que las guerras costaron: al menos, tres millones de militares muertos, y un número similar de civiles asesinados, lo cual ya es entristecedor. Ergo, quien ose representar a Napoleón tiene que tener los tamaños para encarnar tan significativo personaje. El segundo eje lo constituye la historia militar.

El filme de Bondarchuk me parece desigual. La edición no me gusta. Tiene unos paneos y unos acercamientos veloces, unos "requiebres" de escena que me parecen más bien malas hechuras, y no ocurrencias del director. Pero por otro lado lo que sí posee es amplitud de vista. Al cineasta soviético le gusta la perspectiva, el paisaje. Y tiene escenas que son de antología. La primera es la recreación del famoso "Adios de Fontainebleau" donde Rod Steiger recreó un excelente Napoleón. Es de hacer notar que las muertes de los soldados todavía se representaban con grititos y tirándose al suelo, y que el realismo actual haría ver los letales efectos de un proyectil de obús británico de 6 pulgadas (152 mm) sobre los cuerpos indefensos de infantes o de soldados de caballería; pero tiene elementos como la metralla, su sonido, la presencia de la artillería y la amplitud de la cámara para captar los movimientos de tropa (infantería y caballería, antes y durante la batalla) que son magistrales: la carga de caballería de los Scots Greys (cita del óleo "Scotland for Ever" [1881] de Lady Elizabeth Butler), la carga de los escuadrones de caballería al mando de Ney. La propia secuencialidad de la batalla da el material narrativo de la acción bélica representada, aunque con imprecisiones pero, como alguien ya apuntó, no pretende tener rigor historiográfico. La cantidad de extras provenientes del ejército soviético (todos se veían a gusto en sus decimonónicos uniformes: son militares que se invistieron de la dignidad representacional que exigía la película) le dan al filme una dimensión mimética profunda.

La narrativa de la película representa ese tipo de cosas que salen de la comprensión del historiador que se pregunta por el por qué de determinadas circunstancias: la indecisión de Grouchy al negarse ir a donde sonaban los cañones y que resiente el espectador con desesperación, no hace sino repetir la incongruencia de la vida, porque efectivamente Grouchy hubiera podido cambiar el resultado de la batalla si se hubiera decidido a acudir, pero no lo hizo.

La historia total es sencilla: es Napoleón en los Cien Días y su culminación en la batalla que daría fin a su carrera política, pero esos hechos no daría fin a su trascendencia, tanto es así que hoy escribimos sobre una película que representa al hecho. Por lo tanto, el personaje principal, aunque se le trate de oponer la figura de Wellington, es Napoleón. Es por eso que Rod Steiger entendió lo que debía hacer con el papel. La escena ya comentada de la despedida de sus viejos granaderos de la Guardia Imperial la realiza el actor con soberbia genialidad. Humanizó en mucho a su personaje, así lo exigía el guión. Las menciones que hace sobre su amado y ausente hijo, las hace el actor con el dolor de un padre que aunque sea la reencarnación de Ares, es un papá frágil. ¿Se le podrá recriminar a Steiger su "sobreactuación"? ¡Está encarnando a Napoleón, no a un oficinista! No podía ser de otra forma.

Aún con esas cosas como artesanales de hacer cine, tales como la burda edición, la película es estupenda para todo amante del cine bélico e histórico. La actuaciones de Rod Steiger y Christopher Plummer, así como las de Orson Wells (excelso rey gordo Luis XVIII, no podía haber uno mejor) y Jack Hawkins como el Mariscal Ney son más que profesionales.

Y también es buena para poner como fondo de ambiente para los que aman jugar Risk.
Turenne1964
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