Un acierto de película, elegante, libre, inteligente, muy francesa, en la que el director va conduciendo el ritmo emocional generado por la tensión entre los lugareños y el nuevo, y peculiar, ayudante de farero. Y rápidamente surgirá el conflicto, como también en las relaciones personales entre Antoine (Grégori Dérangère) y Mabé (Sandrine Bonnaire), o con Yvon, el marido (Philippe Torreton).

Magníficamente contada, a pesar de su evidente contención narrativa, lo que no impide momentos de gran exaltación como en las secuencias en el faro, o en los choques personales.

Si acaso falla el salto temporal entre la época del relato (1963) y la actual, que da lugar a esa larga rememoración de lo sucedido. Los personajes actuales no se identifican suficientemente, lo que produce un pequeño lío. Que se pudo solucionar parando la película y haciendo entre todos una oportuna aclaración.

Magnífica.

Ha sido en 2023 cuando me siento a ver la película completa, de la que tenía multitud de referencias. No está mal; es el clásico producto de Ford.
Estrenada en 1962, me llama la atención que su factura, estilo de rodaje, cromatismo, puesta en escena... son más bien de mediados de los años 30.

Mogambo (1953) resulta mucho más moderna y ágil.

Ford recurre (y abusa) a su estilo paródico y se desmadra con algunos personajes (el histriónico sheriff, el desbordado periodista, el matón Liberty o el mismo senador protagonista...).

Tanto la puesta en escena del saloon, como de la asamblea de representantes del Estado, parecen más bien la función de fin de curso de un colegio mayor: imposible separar bribones, de banqueros o de atemorizados ciudadanos.

Está claro que Ford hace una lectura irlandesa (no precisamente británica) de la construcción del Estado Americano y de los cambios sociales a partir de las innovaciones técnicas (desarrollo del ferrocarril), como de las sociales (importancia del desarrollo de instituciones políticas y de la prensa escrita).

Y recurre acertadamente al mito ("si existe un mito debe prevalecer en el relato de los periódicos"). Pero el papel de la envoltura es de 20 años atrás.

La belleza y la poesía en las historias de Carson MacCullers surge del delicado equilibrio entre sus personajes y su entorno, incluso aunque existan conflictos entre ellos.

La bondad, la emoción, la alegría o la mayor desazón, no están reñidas con situaciones de discriminación racial o de pobreza social. Como el desamor o la frustración. Es el misterio de su potente creatividad literaria.

En el caso de la película que nos ocupa existe un equilibrio en la base militar situada en territorio sureño, entre el pasivo capitán instructor, su bella esposa y el resto de la oficialidad y sus familias.

Pero un recluta lo cortocircuitará todo al establecer, por su cuenta, cómo va a relacionarse con ellos.

Pero en la película, la fuerza expresiva, sin matices, de Marlon Brando anula al personaje del capitán Penderton. ¡Adiós Carson, bienvenido Marlon! Por mucho tratamiento lánguido (sureño) que le dé Huston a la película no acabará de encajar en el clima emocional.

Por lo mismo, el montaje de los planos finales, con el desenlace de la historia, quedará vulgar y feo.

Nunca me gustó el western como género. Otra cosa es una buena película de vaqueros. Como esta.
Audiard acumula una trayectoria de películas, muy rica, y en ésta aborda el western con agilidad y solidez narrativas. Brillante.

Desde el trabajo de los actores (hay que ver el partido que saca de John C. Reilly), la naturalidad de las secuencias, los logrados exteriores rodados en España. Por último el control del ritmo, tan bien llevado.

Por eso, discrepo de algunas valoraciones traídas del desenlace de la película. En mi opinión no hay lugar ni para la épica ni la lírica. Más bien para la desazón y la desesperanza. En el spoiler lo especifico.

Un autobús nocturno para en una población y baja un hombre. Lleva chaqueta y sombrero, y apenas unos dólares en el bolsillo.

Es el arranque de tantas historias que nos vienen (ahora menos) de USA. Con unas reglas de funcionamiento, a nivel social, muy básicas y determinantes, la gran movilidad social permitía mantener el estereotipo de un horizonte de oportunidades para todo el que se arriesgara y se tirase al ruedo social, sobre todo si eras blanco.
En ningún momento se presenta esta carrera -la de escalar y posicionarse socialmente- como algo fácil. Al contrario. Es la visión protestante de la sociedad, donde el éxito está reservado a los que demuestren que son los predestinados. Y a partir de ahí, la dura competencia y la lucha para obtenerlo; sin manual de instrucciones, a pelo.

Edmund Goulding hizo en 1947 la primera versión de El callejón..., mucho más escueta, apoyándose en la visión anglosajona y en el contexto protestante. Evitando la lectura moral y con una atmósfera onírica o surrealista. Una película memorable.

Mi admirado del Toro ha hecho una relectura católica. Revisa la hondura moral del argumento, a lo largo de la historia, en un esfuerzo perceptible, sin dejar cabos sueltos... incluso haciendo alguna referencia política (Hitler...).

Bradley Cooper carece del registro cínico de Dana Andrews. Buscando una interpretación que destaque las contradicciones del conflicto en el que está inmerso. Y los diversos personajes se explayan sobre las "bondades" de sus actuaciones (la calidad del alcohol, la forma de destruir a las personas...).

Quizás del Toro ha captado los cambios respecto a la sociedad americana actual y quisiera hacer un remake moral, "católico". A mí no me ha convencido.