Película romántica americana... ¡y en Nueva York! No tenía grandes expectativas, pero tampoco había leído siquiera la sinopsis. Primeros planos costumbristas, una estación, miradas... Una introducción quizá algo forzada.

Según van pasando los minutos eso no importa tanto. Cómo han llegado ahí y cómo puede haber cosas que no encajan es lo de menos. Empiezo a ver homenajes a la saga de "Antes del Amanecer" (una joya del cine), y me doy cuenta de que ni en el título disimulan; pienso que puede ser una copia barata, todo esto desde la perspectiva de quien se intenta ponerse las gafas de pasta y juzgarlo todo desde el sofá. Y luego... luego PASA:

De repente me veo envuelta en esas conversaciones que me llegan, me doy cuenta de que no es una historia de amor de chico conoce a chica, sino que son dos personas con heridas que buscan un apoyo, sin pretensiones. Una amistad que se forja en medio de sus propios problemas. Y entonces me descubro con lágrimas en las mejillas, me quito las gafas de pasta y me dejo llevar por lo que siento. Y lo que siento es algo bonito que pocas películas me hacen sentir.

Espero al final: ¿se lían? ¿Cómo pretenden terminar esta historia? Es imposible un buen final. Y ¡otro golpe de efecto! Resulta que el final es redondo. Podrían haber enseñado más, añadido, poner un triste "dos años después" o predecir el que sería "el final de los finales": el de Lalaland. Pero lo hace suyo, íntimo y abierto. Y es entonces cuando los títulos de crédito aparecen y veo que el director es Chris Evans. No me lo esperaba, y ahí llega el último golpe de efecto.

Quienes niegan la química entre los protagonistas, han de mirar que esa química se va construyendo: son dos desconocidos que no se buscan, ¿por qué deberían de tenerla? En una noche son capaces de construir su propia química y enseñarnos con pocas palabras cómo es lo que sienten.

Es una película que va creciendo hasta que te toca. Es sencilla. El continente está muy visto, pero el contenido no tanto. Lo mejor es verla dejándote llevar y no buscarle sus pequeños defectos.

Esperaba ver una película entretenida, con giros de guión, intriga, incluso fotografía del fondo marino. Su precuela, "47 metros", me sorprendió gratamente ya que mantenía la intriga sin centrarse tanto en el tiburón, que parece que ha de ser el personaje principal desde que Spielberg lo encumbrara en la película de terror bajo el agua por excelencia.

Pues no esperéis encontraros nada de "Tiburón" o de "47 metros". Solo es una película para echarse la siesta si los constantes gritos de las protagonistas te lo permiten, con personajes mal logrados y terror justito. Previsible hasta el final.

Quien haya visto "47 metros" me dará la razón con respecto a que nada tiene que ver esta innecesaria secuela; y quien no haya visto esta primera parte, recomiendo que la disfrute porque vale la pena, evitando sin embargo perder hora y media con esta secuela.

Vamos a ver algo entretenido. Algo de los 90 con buenos actores puede funcionar. Comedia ligera, con crímenes y malentendidos de por medio.

¿Mal guión? Para nada, es un guión con ritmo que brinda entretenimiento sin grandes pretensiones, sin metáforas filosóficas, sin sustos, romances ni la necesidad de explicarlo todo. Yo me lo creo, porque no necesito buscar una explicación detallada a cada paso que dan los personajes ni ponerme tiquismiquis. No es la película del año pero creo que puede gustar a todo el mundo.

Y sí, ya no se hacen películas tan ligeras a la par que entretenidas como ésta. Buscan ser más complejas o bien comedias más idiotas.

Con cuatro personajes (muy bien definidos), un solo entorno que terminas reconociendo y un ritmo que no deja que te aburras ni un momento. Recomendada para una tarde ligera.

Me esperaba algo más de Eli Roth. El guión parece escrito por un chaval de diez años(quizá un chaval trastornado de diez años). El inicio es de telefilm y los personajes planos y sosos. Se podía haber hecho algo con ese material. Sólo empieza a ser entretenida cuando se desata el gore prometido. Éste está bastante conseguido, pero es obvio que bebe de "Holocausto Caníbal" sin llegar a aportar o mejorar algo de aquél clásico del gore.

Lo mejor de la película es sin duda la interpretación de los secundarios de la tribu, que hacen un gran papel, aunque apuesto a que esos actores no son tal, y cocinan, tallan y ríen así. Esa naturalidad es lo más conseguido, pero tampoco tiene mucho mérito: la única buena dirección de actores del film se consigue cuando los actores no son dirigidos.

Vamos a darle un aprobado pelado porque al menos entretiene y te llevas tu dosis de sangre y vísceras. Pero si puedes ver la película en un idioma que no entiendas, seguramente ganes.

Daniel Sánchez Arévalo vuelve a sus inicios con esta maravillosa tragicomedia: más similar a su corto "Fïsica II" o a "Azuloscuro casi negro" que a las recientes películas, nos lleva de la mano en este viaje a través de Cantabria y de la reconciliación con la vida de sus personajes. Su humor y su drama, hiperrealista, enternece. Es extremadamente sensible y sencillo, sin caer en el simplismo o la lagrimilla fácil. Es una película redonda con sentimientos con los que todos empatizamos.

La sinopsis no tiene nada de novedoso, pero su perfecta forma de contarlo, sus diálogos, la buena dirección de actores, los paisajes naturales e incluso la música sencilla sin artificios, combinan a la perfección para llevarnos a algo que ya conocemos pero que a veces no sabemos expresar, y muy pocos cineastas consiguen: nuestras emociones. No he parado de reir y llorar: yo era la quinta pasajera de esa caravana y nunca me he sentido fuera de ésta. Además el casting de actores (para mi desconocidos) ha sido un acierto.

Vale la pena verla. Y es que Sánchez Arévalo ha hecho esta película creyendo en lo que hace, y lo hace muy bien.