El cine italiano en la década de los 60 se había orientado totalmente hacia las comedias, algunas con más gracia que otras.
En esta todo está enfocado hacia la pareja principal formada por Al Bano y Romina, donde los dos desprenden una aura romántica (impostada), la cual se mezcla con canciones que van mostrando las emociones de los personajes y sus propios anhelos. Ellos dos son los que hacen que el film funcione, pero al querer incorporar diversas historias, nos hallamos con personajes que quieren ser graciosos y que en ningún momento lo logran o situaciones que hacen aburrir al espectador.
Lo mejor, como no, la música y la complicidad de sus protagonistas. También ver la espectacular Isla de Capri cuando aún rezumaba aquella mezcla de la gente que se había criado allí y los turistas que con el paso de los años acabarían invadiendo un lugar con un gran encanto.

Aunque puede parecer demasiado pedante el título de esta crítica, esta podría ser la mayor definición de este esperpento.
La premisa parece interesante, pero pasados cinco minutos (¡solo cinco!), te das cuenta de que aquello ya no tiene recorrido alguno. Sus personajes parecen divagar sin rumbo alguno y cuando sabes el por qué de sus problemas y piensas que tendrán un desarrollo decente, llegan los títulos de crédito finales
El mayor lastre que tiene es su dirección, que llega a provocar que cuentes los minutos que quedan para que acabe. En cuanto a su protagonista, no hay nada que me haga darle ninguna valoración positiva.
En fin,una película que si no se hubiera realizado todos hubiéramos seguido tranquilamente con nuestras vidas.

En una época no muy lejana existían las famosas coproducciones, siento Italia y España dos países muy activos en este caso.
La película dispone de un guion simple, pero que funciona casi a la perfección. El aspecto negativo vendría dado por su protagonista (Walter Chiari), que en algunas secuencias hace que el ritmo decaiga, pero que mejora gracias Yvonne Bastien y al resto del reparto.
Una buena comedia en la que los equívocos son realmente graciosos. Tampoco podemos obviar un buen diseño de producción y con un vestuario exquisito.

Parece que a día de hoy el único capaz de hacer que las personas vayan al cine es Tom Cruise, y es que, tras ver el film, se entiende el por qué.
Cada nueva entrega es una continuación de la anterior, pero a la vez renovando enemigos y creando nuevos personajes.
La película nos lleva como siempre de un lado al otro del mundo y viendo que todo funciona como si fuera un reloj de precisión: persecuciones al límite, introducción de los personajes, todo ello mezclado con momentos muy divertidos de gran carga dramática.
En cuanto a la acción, qué vamos a decir a estas alturas de Tom Cruise que no sepamos: una persona que busca llevar al límite cada secuencia de acción y buscando el más difícil todavía.
Entre los nuevos rostros que se añaden a esta entrega encontramos a: Esai Morales y Haley Atwell, como nombres más representativos.
El ritmo en todo momento es trepidante y, en este caso, ayuda la banda sonora de Lorne Balfe, el cual repite y que ahora dota al largometraje de diferentes reinterpretaciones del tema principal, haciendo que momentos de gran tensión dramática capten la emoción de los personajes.
Lo que ha demostrado esta nueva entrega es que cuando pensamos que todo irá cuesta abajo, el resultado vuelve a ser hacia arriba, demostrando que el señor Cruise tiene como una especial barita que pocas veces se equivoca y que demuestra que su idilio con esta franquicia es única e irrepetible.

Si existe un realizador capaz de realizar clásicos y filmes menores este, sin lugar a dudas, sería Coppola.
En esta ocasión, alejado de sus grandes producciones, nos hallamos ante un film que nos habla de lo que sería volver al pasado, descubrir todo lo que había a nuestro alrededor y que, quizás, en aquel momento no valorábamos.

El personaje de Katheleen Turner ofrece diferentes contrastes a medida que avanza el film, siendo ella la protagonista absoluta y es que Nicolas Cage no brilla en ningún momento. También recalcar los secundarios como: Joan Allen, Helen Hunt o Jim Carrey.

Mención especial ara la banda sonora: Una pequeña joya que nos regaló el maestro John Barry, que es la que le logra dar aquel toco melancólico que nos atrapa y que nos muestra los miedos y anhelos de la protagonista.

No se trata del mejor film del director, pero su visión se deja ver gracias a un guion bien hilvanado y como no por su protagonista y su magnífica banda sonora.