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Críticas de Koyaanisqatsi
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Críticas 113
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
10
11 de mayo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando uno cree haberlo visto todo y cree que ya no hay nada más por descubrir, y de pura casualidad, por azares del destino, se topa con una obra cinematográfica de semejante calibre, dan ganas de gritar a los cuatro vientos, de que se corra la voz hasta el más lejano horizonte, que todo el mundo se entere, porque lo que esta película es podría definirse como un auténtico milagro, un prodigio sin precedentes en la historia del cine. Y no me refiero solo por la temática que trata en la época que lo hizo, sino por toda el aura mística y espiritual que envuelve la película con esa fotografía granulada en blanco y negro que directamente tele transporta al pasado, el trabajo preciso y minucioso de la cámara, cuidado hasta el más íntimo detalle. Pero si por algo sobresale este regalo divino es por ser una obra de arte de la dirección y la interpretación. Todas, todas las actrices -no aparece ningún actor- están espléndidas, incluso aquellas con intervenciones minimalistas, encandilan con su sola presencia, sus miradas, sus gestos, la alegría que irradian cuando están felices o los momentos más fatalistas de desolación. Se hace patente la aún clara influencia del cine mudo expresionista alemán, con una puesta en escena minimalista pero proyectada con mucho tino, y unos primeros planos que hielan el alma, con una atmósfera mágica, por momentos quimérica y onírica.

Sin embargo, lo que traspasa todas las líneas es la historia de amor latente que sienten todas las estudiantes por la bella señorita Elisabeth von Bernburg, soberbiamente interpretada por Dorothea Wieck, la más joven de las profesoras, la más cercana y empática con las chicas. Algunas de ellas tienen fotos de Hans Albers o Henny Porten en sus taquillas, pero a quien de verdad tienen en un pedestal e idolatran es a la querida señorita von Bernburg. ¡Y cómo no resistirse a sus encantos, a su forma de ser! Es la imagen de la bondad y la justicia dentro del internado. La voz de la razón que lucha en silencio contra la opresión de las muchachas. Y por supuesto, el símbolo del erotismo. Será la recién llegada Manuela von Meinhardis (maravillosa y eterna Hertha Thiele) la que sirva como eje central y guíe al espectador durante su estancia en la institución, mostrando con frescura y ternura el despertar del primer amor, nada menos que por la señorita von Bernburg. Una simple mirada entre ambas basta para que se origine un fulminante flechazo. Y es que Manuela no solo ve belleza en ella, ese "sex-appeal" del que hablan las chicas, sino que ve en ella a la mujer perfecta en todas las facetas de la vida. No teme ni por un segundo enamorarse ni de una mujer, ni que esta sea mayor que ella. No piensa, siente. Algunos primeros planos de Manuela cuando está cabizbaja recuerdan a los de Maria Falconetti en "La Passion de Jeanne d'Arc" (Carl Theodor Dreyer, 1928). No hay tabúes que valgan para retratar la sexualidad pues es algo que debe concebirse como una condición natural sin importar la orientación, y en esta película queda de manifiesto que a pesar de estrenarse en una época en la que el mundo en general era aún muy conservador y reaccionario, no se pretende provocar de manera exagerada una reacción por parte del espectador para que le desconcierte, sino más bien para que se estremezca ante la magnificencia de la historia y las imágenes, que experimente todos los sentimientos y emociones de los personajes, que se sienta uno más.

Existen mil y un motivos por los que esta película podría considerarse, no ya de culto o feminista, sino revolucionaria y progresista, pues tratar tal temática con semejante tacto y delicadeza está al alcance de muy pocos, y Leontine Sagan junto con Carl Froelich logran que el resultado que se ve aquí sea digno de encomiar y elogiar una y otra vez. Un espécimen único en su clase que ha intentado copiarse sin éxito hasta nuestros días, pero nunca como esta primera experiencia e impresión que conmueve como el primer beso de amor verdadero. Igual que Manuela al llegar al internado, sola y desamparada, uno nunca se siente solo ni abandonado si recibe cariño y afecto, amor y amistad, como el que le proporcionan primero sus compañeras nada más llegar y más tarde la señorita von Bernburg. Como lo expresaría Rilke en su poema "canción de amor".

¿Cómo sujetar mi alma para
que no roce la tuya?
¿Cómo debo elevarla
hasta las otras cosas, sobre ti?
Quisiera cobijarla bajo cualquier objeto perdido,
en un rincón extraño y mudo
donde tu estremecimiento no pudiese esparcirse.

Pero todo aquello que tocamos, tú y yo,
nos une, como un golpe de arco,
que una sola voz arranca de dos cuerdas.
¿En qué instrumento nos tensaron?
¿Y qué mano nos pulsa formando ese sonido?
¡Oh, dulce canto!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Koyaanisqatsi
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10
18 de noviembre de 2019
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Es el cine más importante que la vida? Esta afirmación atribuida a François Truffaut puede resultar un tanto exagerada, sin embargo hay momentos en los que se puede llegar a pensar así. Que se lo digan al francés, o en este caso a Martin Scorsese, todo un ejemplo de amor y pasión por el séptimo arte, y más tratándose de una película artesana moldeada y fundida a la vieja usanza, y que ha tardado muchos años en fraguarse en las tórridas aguas del cine más puro.

Basada en el libro biográfico "I Heard You Paint Houses" de Charles Brandt, Marty junto a su inseparable Bobby De Niro esculpen y confeccionan entre ambos una de los más épicas y monumentales películas del siglo XXI, algo que parecía ya imposible a estas alturas de la vida, teniendo en cuenta la edad del director y del reparto, pero afortunadamente, ahora es una realidad. Gracias entre otros a la financiación de Netflix -tan criticada por los cineastas más puristas que aún no se han dado cuenta de que en la actualidad es uno de los pocos conductos viables para realizar películas- podemos disfrutar en pleno 2019 de una nueva obra del maestro Martin Scorsese sobre uno de sus temas predilectos: el crimen organizado. A la par con los mejores filmes de su filmografía (no tiene nada que envidiar a "Goodfellas" o "Casino"), se nos presenta una gran historia basada en hechos reales: la subida al poder de un camionero hasta llegar a ser un gángster íntimo amigo del famoso sindicalista Jimmy Hoffa.

La prodigiosa construcción del relato adaptado por Steven Zaillian recorre profundas sendas suntuosas narradas en primera persona de la mano de Frank Sheeran desde sus días como un simple transportista de productos cárnicos hasta convertirse en la mano derecha de una de las familias mafiosas más importantes desde los años cincuenta hasta finales de los ochenta en la zona noroeste de Pennsylvania: los Bufalino. A partir del guion de Zaillian, Scorsese traza y teje la narración de manera magistral, sumergiendo al espectador durante tres horas y media -que pasan volando- en una historia auténtica de esas que ya no se cuentan, de la vieja escuela.

A todos aquellos que daban la carrera de Robert De Niro como finiquitada, que se froten los ojos una y otra vez pues Bob está de vuelta en esta ocasión compartiendo la etiqueta de protagonista con unos descomunales Al Pacino y Joe Pesci, éste último rescatado de su semiretiro de la mano de Marty únicamente para este acontecimiento tan especial. El trío principal está secundado por un reparto de lujo, con pequeñas pero valiosas aportaciones de actorazos de la talla de: Harvey Keitel, Bobby Cannavale, Anna Paquin o Stephen Graham, entre muchos otros.

Scorsese es uno de los mejores directores de la historia del cine. Y no lo digo yo, lo dice la propia historia. Marty es un hombre que sabe precisamente dirigir a la perfección, sabe dónde y cómo colocar a los actores y sabe completamente lo que quiere de ellos y cómo sacarles "eso" que pide y necesita. Y lo consigue. Un entrenador puede tener a los mejores jugadores del mundo, pero si no sabe cómo utilizarlos, puede hacer el mayor de los ridículos. Con Scorsese eso no pasa. Él es de los pocos que sabe cómo valerse de la plantilla que tiene, y siempre gana los partidos por goleada.

En el registro musical, Marty vuelve a contar con la colaboración de su inestimable Robbie Robertson, miembro fundador de la mítica banda canadiense "The Band", elaborando una lista de canciones maravillosas que funcionan espléndidamente con todas las décadas con las que está ambientada la película. La fotografía corre a cargo del director de fotografía mexicano Rodrigo Prieto, conocido por su trabajo con directores como: Alejandro González Iñárritu, Oliver Stone o Ang Lee, entre otros. A destacar especialmente los efectos visuales firmados por Industrial Light & Magic y Rob Legato, que hacen una tarea digna de alabanza al ver a los protagonistas cómo envejecen a lo largo de cuatro décadas.

"The Irishman" es la consagración y culminación de un creador de mundos único e irrepetible. Incluso cabría decir que la película desprende cierto aire de soledad, nostalgia y añoranza por un tipo de cine que se extingue, y lo sabemos. Somos testigos de ello. La última obra de arte de Martin Scorsese es también una especie de epílogo por ese cine mafioso crepuscular que ya no existe. El cine de verdad, el último arte que tuvo que ser inventado en palabras de Víctor Erice, ese que tanto ha defendido Marty en declaraciones en contraposición a las películas de superhéroes de Hollywood atribuyendo que eso no es cine, sino meros productos de consumo insustanciales. Y algunos le querrán achacar algo al bueno de Scorsese por decir la pura verdad. Mil millones de gracias infinitas a Martin, Robert, Al, Joe y al resto de personas que hicieron posible que esta milagrosa película se convirtiera en un sueño hecho realidad.
Koyaanisqatsi
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10
5 de noviembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Year My Voice Broke es probablemente una de las mejores películas de la historia de Australia, al menos la que puso al país oceánico en el mapa cinematográfico mundial con esta joya de inconmensurable valor escrita y dirigida por uno de los mejores cineastas del país como es John Duigan, que supo retratar historias personales y únicas como pocos a través de una serie de películas con un sello y estilo inconfundibles como esta, basada en la propia experiencia personal de Duigan cuando era un niño. Tanto la película como el director están desgraciadamente olvidados, siendo redescubiertos cada cierto tiempo por algún que otro aventurero cinéfilo que navega buscando tesoros perdidos que fueron enterrados hace mucho tiempo en una isla desierta llamada cine.

Todo lo que envuelve a la película está cargado de un aura muy propia y exclusiva. La historia no es ni más ni menos que la relación especial que guardan dos adolescentes que se conocen desde que tenían cinco o seis años e hicieron su lugar singular en una colina llamada Willy Hill, en un pueblo de Las Mesetas del Sur, en Nueva Gales del Sur. Hasta ahí uno puede pensar que esta historia ya se ha visto antes en miles de películas. Craso error, un error mayúsculo, puesto que la manera específica de contar una historia es al fin y al cabo lo que cuenta y difiere de todo lo demás, no la historia en sí, sino cómo ésta es mostrada en pantalla al espectador, con mucho mimo y pequeños detalles -que es siempre lo que marca la diferencia- y aquí John Duigan consigue transmitir todos los miedos y deseos de unos personajes muy bien caracterizados que fluyen en perfecta armonía como el río de la vida.

Estrenada en 1987 y ambientada en 1962, la atmósfera está admirablemente conseguida, captando la cámara una época y lugares que ya nunca serán los mismos. La música, tanto la original compuesta para la película como la elección de canciones de grupos de los años 50 y principios de los sesenta encaja en las escenas como un guante, provocando que la imagen que vemos gane una fuerza poderosa que nos hace sentir más lo que contemplamos. La química que emana el trío protagonista encabezado por Noah Taylor, Loene Carmen y Ben Mendelsohn va acompañada de un cuarto personaje que es el pueblo donde viven, una zona típicamente rural donde para triunfar o ser alguien en la vida hay que salir de él. El eje central gira en torno a Danny (Noah Taylor), quien se encarga de rememorar ese tiempo pasado en primera persona y que a pesar de su apariencia de chico enclenque, aparenta todo lo contrario con un look muy rebelde, como una mezcla de Marlon Brando y James Dean en versión adolescente, incluso canta y toca la guitarra.

Esta fue una película hecha para unos personajes concretos. Si no hubieran sido encarnados por Noah Taylor, Loene Coleman o Ben Mendelsohn, esta película habría sido un fracaso y nadie la recordaría hoy en día, bueno, menos de lo que es recordada en la actualidad. Es difícil imaginar que alguien más pueda dar vida a estos personajes, o que una realidad estadounidense sea tan influyente. Es impresionante ver Australia en 1962, un lugar que no está explorado en el cine lo suficiente a lo largo de los siglos. John Duigan entendió esta película, escribió una historia genuina y construyó un auténtico diamante cinematográfico. Uno no tiene más que mirar atentamente la hermosa fotografía, los espléndidos paisajes, la devoción de los personajes, el pueblo... todo esto no podría haberse logrado sin un ojo apasionado. Aplaudo a Duigan por su talento y habilidad para transformar este clásico maravilloso de los ochenta sobre la amistad y el florecimiento del amor en un momento de cine universalmente emotivo y emocionante.

Un coming-of-age romántico, muy nostálgico y conmovedor, y repito que muy especial en todos los sentidos, cargado de grandes sentimientos y emociones que no dejará indiferente a nadie puesto que es de esos films que difícilmente se olvidan y que al menos, un servidor, se llevaría sin dudar a una isla desierta.

Para Javi.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Koyaanisqatsi
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9
20 de junio de 2019
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De entre todo el buen puñado de películas taiwanesas que se realizaron en la década de los ochenta en la comúnmente denominada "Nueva Ola Taiwanesa" o "Nuevo Cine Taiwanés", cabe destacar una serie de films realizados por cineastas -o personas que intentaron iniciarse en esa profesión-, cuya filmografía quedó reducida a apenas unas pocas películas, y en algunos casos a tan solo una obra. Exceptuando el trabajo fílmico de los que son considerados los dos principales estandartes del movimiento -Edward Yang y Hou Hsiao-hsien-, el resto de films que componen esta corriente han quedado con el paso del tiempo relegados a un segundo plano, tanto es así, que a día de hoy, la mayoría de estas obras han pasado a ese cofre injusto del olvido.

No hay más que decir que la presente película con título en inglés "Reunion" -cuyo título original en chino mandarín podría traducirse al castellano como "Todos hemos crecido así"-, fue todo un éxito de taquilla en la isla de Formosa cuando se estrenó allá por el año 1986, convirtiéndose en un clásico en los años posteriores pero que sin embargo, como ocurre con muchas cosas buenas, aquello que en otro tiempo ocupó el imaginario colectivo de millones de personas, en la actualidad ocupa un vacío en el recuerdo cinematográfico, un destino inmerecido que desgraciadamente cada vez es más habitual ante la imparable producción mundial de productos cuyo propósito es consumir y desechar.

El veterano realizador y actor Ko I-chen, uno de los padres del nuevo cine taiwanés, es el encargado de dirigir esta preciosa y memorable cinta, llena de ternura y frescura con unos personajes que quedan grabados en la retina del espectador para siempre. Todo comienza en la década de los cincuenta en una localidad rural taiwanesa, en una escuela de provincias con las vivencias de un grupo de estudiantes de primaria y su joven profesora –interpretada por Terry Hu, coprotagonista de “That day on the beach", de Edward Yang-, con la que mantendrán un vínculo especial que perdurará más allá del tiempo y la distancia, y es precisamente esa relación particular la que se convertirá en el catalizador de sentimientos a través del cual el espectador logra sentir las alegrías y tristezas que fluyen a lo largo de la película.

Echando la vista atrás, podrían llegarse a encontrar ciertos paralelismos con la obra japonesa "Twenty-Four Eyes", de Keisuke Kinoshita, aunque ambos films tienen su propia esencia personal. A fin de cuentas, siempre se pueden percibir similitudes entre películas protagonizadas por niños, sin ir más lejos, en casi todo el nuevo cine taiwanés son los niños los que llevan el peso de las historias. Sin hacer referencia a ninguna de las películas de los dos colosos ya mencionados, "Reunion" sigue la estela y el estilo de otra gran obra de este movimiento como es "Growing Up", de Chen Kun-hou, una de los trabajos cumbres que cimentó y solidificó el cine taiwanés.

Una de las temáticas que siempre está latente en todas las películas taiwanesas de esta época es la historia del país, ya sea en pasado, presente o con miras al futuro. En este caso, lo que cuenta la película abarca desde los años cincuenta hasta la década de los ochenta, es decir, somos testigos de cómo los personajes pasan de la inocente infancia hasta la cruda adultez, observando la evolución de personalidades y comportamientos que en algunos casos han cambiado, pero que otros, por genética y naturaleza, siempre serán como eran, porque han crecido de esa forma, de ahí el título original del film.

Cuando esa época mágica e irrepetible en la que uno ya no es un niño -ni siquiera un adolescente-, termina y da paso a la fase en la que hay que valerse completamente por uno mismo, sin ayudas y con un duro camino por seguir adelante, es cuando surge un aura de nostalgia y melancolía por rememorar reminiscencias de esa infancia feliz que ya nunca volverá. Sin embargo, todos los personajes se reúnen cada ciertos años junto a su querida profesora para volver la vista atrás y evocar los bellos momentos que vivieron en el colegio, desde el travieso y "líder" del grupo Liao, pasando por la estudiante modelo Bei Bei, y el resto de personajes que se quedan grabados a fuego en la retina del espectador. Es ahí donde radica el espíritu del film, la reunión es la razón y el por qué en muchos casos cuando aún se tienen cosas que decir en la vida, cuando la amistad se mantiene y continua a pesar del tiempo.

Como ocurre en todas las películas taiwanesas facturadas en este periodo de tiempo, da la sensación de que están hechas por las manos maestras del mejor de los artesanos, confeccionando minuciosamente hasta el más pequeño de los detalles para que el resultado final sea exquisito, y no es para menos, porque todo en su conjunto funciona a la perfección, resaltando esos planos panorámicos de los arrozales bañados por la cálida luz del atardecer, demostrando que todas las personas que hicieron posible esta película cumplieron una labor excepcional, haciendo una película de las que ya no se destilan.

“Reunion” es un claro ejemplo de una película hecha con un presupuesto mínimo, pero con todo el amor y alma del cineasta y su equipo de trabajo, un coming-of-age épico concentrado en una hora y cuarenta y cinco minutos que cuenta tanto en tan poco tiempo y cuya visualización queda fotografiada en la memoria y corazón de quien la siente. Una de las mejores películas de los ochenta que desgraciadamente pocos tendrán la suerte de disfrutar.
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Koyaanisqatsi
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1
2 de enero de 2019
47 de 86 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quién me iba a decir que iba a estar, no solo en peligro de muerte por sobredosis de aburrimiento, sino también al límite de la incomodidad. Hacía muchísimos años que no lo pasaba tan mal en el cine viendo una película. Que el nivel del cine español está por los suelos lo saben hasta en Vladivostok, pero no sabía que la cosa estaba en un nivel tan crítico, es alarmante hasta el punto de que asusta. No es que simplemente esté todo muy mal, es que está en estado terminal, la metástasis se ha extendido por todas partes y esto no hay quien lo levante.

¡Pero qué demonios acabo de ver! ¡Qué he hecho yo para merecer este sufrimiento! ¿Me habrá castigado Dios? ¿Estaban todos en sus cabales cuando rodaron semejante bodrio cancerígeno? ¿Lo rodaron personas adultas y con experiencia en la vida o un grupo de chavales de 12 años de barrios marginales con sus móviles? ¿Seguro que es este el mismo director de "La lengua de las mariposas"? Porque es para no creerlo. Decía hace poco José Luis Cuerda en una entrevista que, con 71 años, si no eres maestro es que has desperdiciado la vida. No sé si él habrá desperdiciado la suya pero yo he perdido hora y media de la mía por su culpa. El mundo hubiera sido mucho mejor si esta aberración bazofílica y sidosa jamás hubiera sido engendrada.

Para más inri, había gente en la sala que de vez en cuando se reía, ¡sí! ¡no ha leído usted mal! ¡había gente que se reía! ¡a algunas personas les hacía gracia las continuas retahílas de bromas forzadas al estilo de "caca, culo, pedo, pis" o "rebota, rebota y en tu culo explota". O el nuevo nivel cultural no da para más, y yo estoy definitivamente necesitado de ayuda urgente, porque no entiendo nada.

Y para terminar, exceptuando una minoría de críticas que machaca la película como se merece, me atrevería a decir que la gran mayoría de críticas son positivas, no hay más que ir a la primera página de aquí en filmaffinity para percatarse de, o la enorme cantidad de personas con el nivel intelectual de Cristiano Ronaldo, o la gargantuesca hornada de trolls que pululan por aquí para darle de puntuación un 9, 8, 7... cuando siendo objetivos esta película estaría entre el 3 y el 4, nunca un 5. Al fin y al cabo, creo que solo los más avispados saben de buena tinta que filmaffinity es un hervidero y nido de trolls, donde abundan este tipo de casos.

Personas con buen gusto, alejaos todo lo que podáis de este virus si no queréis infectaros hasta los tuétanos.
Koyaanisqatsi
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