Dos niños juegan habitualmente a la pelota en la calle, usando una cochera como portería. Mientras juegan, ambos esperan con expectación la llegada del "Colchonero", un extraño personaje que usa dicha cochera para tener relaciones sexuales con una prostituta que cada día trae en su coche. Cada vez que llega el coche, ambos amigos salen corriendo y observan desde la lejanía cómo el coche entra en la cochera, recorriendo sus pensamientos toda suerte de fantasías sexuales acerca de lo que podrá estar ocurriendo en su interior. Hasta que uno de los dos, tiene una feliz idea.

Modestísimo film peruano, en el que sobresalen sorprendentemente los dos niños protagonistas, ambos con muy buenas dotes interpretativas, que hacen la trama entretenida, entrañable y creíble. El 'tempo' y el desarrollo del argumento se ajustan perfectamente a la duración del cortometraje, sin hacerse pesado en ningún momento, generando incluso bastante curiosidad por cómo se las ingeniarán los dos amigos.

Y es que, yo, como varón, y como todo aquél que me lea, ¿quién no ha sido niño y no ha sentido curiosidad por lo que nuestros adultos hacen con tanto misterio? Aquellos de vosotros que haya pasado su infancia tirado en la calle durante horas y horas, entenderá perfectamente los diálogos y las inquietudes que se suscitan entre ambos colegas de barrio.

El único "pero" que le pongo, es el precario sonido del film. A veces, se hacen ilegibles los comentarios. Haciendo esta salvedad, un cortometraje recomendable y sin pretensiones.

Injustamente infravalorado, "Substancia" nos ofrece una interesante metáfora en clave cósmico-poética de aquello que parece regir, no ya el alma humana, sino nuestro universo entero: el amor.

Y es que, sin ser una animación para tirar cohetes, su verdadero encanto radica, no obstante, en la concisión de su idea. Nunca podría haberme imaginado que pudiera llevarse con tanta sutileza a la pantalla esa sempiterna batalla entre amor y racionalidad, aquella unamuniana y vieja disyuntiva "raciocinio-corazón" que alimenta toda y cada una de nuestras tragedias humanas particulares.

Un corto, en definitiva, tan especulativo como abstracto en su planteamiento. Círculos infinitos. Vacíos interestelares. Abismos oscuros y descarnados. Silencios helados. Y en medio de la nada, la materia enamorada. Que cada cual decida con qué corazón se queda.

Al fin se han animado en Filmaffinity a añadir este magnífico primer trabajo de Matt Vancil de 2002, anterior a su "The Gamers: Dorkness Rising", que era el único film del director que hasta ahora figuraba en esta web.

Como la misma sinopsis reseña, un grupo de amigos (y por qué no decirlo, "frikis". ¡Y a mucha honra, oiga, que yo también lo soy!) se reúnen para comenzar una aventura en un juego de rol, en el que deberán demostrar sus dotes interpretativas, su astucia y su habilidad para resolver la misión que se les encomienda, todo ello en el contexto épico y medieval en el que que el juego de rol en cuestión está ambientado.

Lo gracioso (y el gran acierto) del film es que se van alternando en paralelo las escenas de cómo va transcurriendo la aventura en la sala en la que se encuentran todos reunidos, con las escenas que los jugadores recrean en su imaginación. Para esto último, veremos, pues, a los jugadores pertrechados con sus armas y atuendos, caminando por bosques, cruzando ríos, enfrentádose a villanos, resolviendo los enigmas para llegar a buen puerto en su campaña, y toda suerte de de sucesos propios de este tipo de aventuras.

Bizarrada en tono cómico donde las haya (quien sea jugador de rol, se sentirá inmediatamente identificado con este simpatiquísimo grupillo de personas), es el mejor guiño que hasta el momento un servidor ha visto que se le haya tributado a este tipo de juegos, juegos a los que por otra parte, todos sabemos que más de una vez (y de dos) se les ha intentado desprestigiar con todo tipo de pretextos absurdos e infundados. A los que como yo hemos sido jugadores empedernidos y nos hemos tirado horas y horas muertas recorriendo mundos perdidos acompañados de nuestros amigos y compañeros de viaje, a los que como yo nos hemos reído lo que no está escrito con la cantidad de divertidas anécdotas que espontáneamente surgen en el fragor de la aventura, a los que como yo siempre hemos sido fieles defensores de aquello que precisamente nos distingue del resto de animales, esto es, la imaginación y la creatividad, como digo, nos duele profundamente que "juego de rol" sea sinónimo de "juego maldito" . ¡Basta ya!

Para finalizar, otra confesión de complicidad: ¿Recordáis aquel incómodo trance, esos sudores que recorrían nuestra frente, lo difícil que nos resultaba siempre dar una definición exacta de lo que era un "juego de rol" cuando nuestros padres ó cualquier conocido nos preguntaban con extrañeza acerca de ellos? Matt Vancil, con su homenaje a "the Gamers", responde a la vez y con mucha brillantez a esta pregunta insidiosa. Quien desconozca lo que es un "juego de rol", le recomiendo encarecidamente que vea esta pequeña pieza de museo.

- "A quien le falta tiempo, es que no sabe aprovecharlo" (Jovellanos)

- "Tenemos dos orejas y una sola boca, justamente para escuchar más y hablar menos" (Zenón de Citio)

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La estructura de este mediometraje de 25 minutos es bien sencilla:

- 15 planos estáticos y secuenciales que plasman el discurrir de un día cualquiera en la ciudad de Hong Kong.

-En cada uno de ellos, un monje budista con su andar extremadamente cadencioso, imperturbable, que consigue sortear en su peculiar catarsis la apariencia acartonada y fatua que ofrece la sociedad moderna.

Lo que en un principio pudiera parecer desesperante, en pocos minutos Tsai Ming-liang nos demuestra todo lo contrario gracias a la antítesis visual que propone: celeridad, ritmo frenético y estrés impuesto por las grandes urbes, versus ese extraño personaje vestido de rojo, ajeno a todo cuanto ocurre a su alrededor, y que en su sereno deambular parece haberse adueñado para sí de todo el tiempo del mundo.

En cada plano en que irrumpe nuestro protagonista, parece decidido a resquebrajar la realidad a su paso; en su austeridad, trivializa indefectiblemente el consumismo desde lo más hondo de su vacuidad; con su silencio, condena toda la inmundicia acústica que clama en el aire... Hay transeúntes que le observan extrañados; otros, ignoran su presencia; otros, en cambio, lo esquivan cual paria de la sociedad.

Y es que, como todo en esta vida, hay quienes se dejan llevar por la inercia y deciden girar acelerados en la gran vorágine de la sociedad, y están aquellos otros que deciden todo lo contrario: que la realidad sea la que gire en torno a ellos. Que cada cual elija qué órbita prefiere seguir.

Está claro que quien pretenda encontrar en este corto una intencionalidad más allá de lo estrictamente estético, sonoro y cinemático, se sentirá profundamente decepcionado.

Todo podría reducirse a una simple y sencilla cuestión de predisposición antes de abordarlo: si uno acepta la asepsia cinematográfica que Sutherland impone en su juego de sonidos y colores, si uno se limita más que a ver a contemplar como lo haría la inocente mirada de un niño, libre de prejuicios, desnudando la retina de cualquier indicio de formas o contenidos racionales, si nos decidimos más que a descifrar a evocar una realidad onírica que bien podría ser el sueño de cualquiera de nosotros, si uno hace el esfuerzo, en definitiva, de olvidar la implacable linealidad del tiempo que siempre intenta explicar cualquier cadena de hechos para que conformen un argumento, es muy probable que esta marcianada resulte más interesante de lo que uno en un principio se creía. Porque si hay algo que se dresprende de este cortometraje es que no pretende ni moralizar, ni explicar, ni convencernos de nada. Como su mismo título reza: "Light Forms".

Y es que lo abstracto también tiene cabida en el fenómeno cinematográfico, guste o no.