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Críticas de roncesvalles
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Críticas 23
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
4
2 de febrero de 2019
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Velvet Buzzsaw" no tiene un propósito definido. No sabe si es una película de terror, un thriller, una comedia negra o una crítica al mundo del arte. No funciona como ninguna de estas cosas por separado, y lo peor es que tampoco como la suma de las mismas. Eso le provoca graves problemas de ritmo y continuidad, pues como slasher carece de tensión y como cine alternativo se ve salpicado (nunca mejor dicho) por escenas metidas con calzador, que recuerdan a otras obras mayores como "La profecía" o incluso "Pesadilla en Elm Street". Y es una pena, porque se toma mucho trabajo en la recreación de este submundo de museos e intrigas palaciegas, atractivo al principio pero que acaba resultando un embrollo por la incoherencia narrativa que comentaba antes. Lo mejor sin duda son los cuadros, porque su reparto, pese a lo atractivo del mismo, está desaprovechado. Gyllenhaal empieza muy bien pero acaba sobreactuando, Malkovich simplemente pasaba por allí, Ashton no se cree la mitad de sus diálogos y Russo probablemente sea la que sale mejor parada, un acierto de casting que al menos mantiene el tono.

Una oportunidad desaprovechada; Netflix sigue agotando su crédito.
roncesvalles
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7
31 de marzo de 2018
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Ready Player One" lo tenía todo a su favor para ser una de las películas del año, y puede que lo sea. Una novela de calidad discutible pero convertida en clásico instantáneo por la legión de gamers y nostálgicos de los 80 que la han devorado en cuestión de horas (todo un page-turner de libro, valga la redundancia), y el sello de calidad del mismísimo Steven Spielberg. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce y, pese a proporcionarnos más de dos horas de entretenimiento y reencuentros, si nos ponemos serios el resultado deja un poco que desear.

Tampoco esperábamos que la versión para la pantalla proporcionara más profundidad o reflexión que el libro, que es todo un placer culpable lleno (o quizá saturado) de referencias a la cultura pop (y rock, todo sea dicho) de los 80: canciones, videojuegos, películas, etc. No era plan de juzgarla como fantasía distópica de calado, ni de esperar que el maestro Steven elevara la no-literatura de esas páginas al estatus de clásico del séptimo arte, no es eso. Tampoco podemos culparla del los cortes y remiendos realizados en la línea argumental para ajustar su metraje a una duración razonable. Pero vamos antes con las virtudes que con los defectos.

Entretenimiento aparte (eso está garantizado), tiene a su favor por un lado del puro deleite visual; la verdad es que hay que descubrirse ante la labor realizada para plasmar en imágenes todo el universo de OASIS, una empresa faraónica que el equipo resuelve con maestría e imaginación y que da un gran empuje a la película en su primera mitad. Por otro lado, hay un injerto argumental en especial, una sustitución con respecto al libro, que no voy a revelar, que es un gran acierto y todo un golpe de efecto, en especial para los que veníamos con el libro leído. Si la habéis visto, ya sabéis a qué me refiero.

No obstante, y aunque no llegan a hundir el chiringuito, los peros que le pongo no son pocos. Ante todo, un primer tramo que pretende ser vertiginoso pero que llega a resultar precipitado y con una saturación de información que llega a desconcertar hasta a los conocedores de la trama, en el que resulta complicado seguir el paso y que, por ese motivo, impide disfrutar en ocasiones del espectáculo que se nos está ofreciendo (con el añadido en este caso de las continuas referencias culturales, que son parte del asunto). Por otro lado, y asumido como digo que hay que hacer un poco de cirugía argumental, creo que hemos salido perdiendo con el cambio. Uno de los atractivos del libro de Cline era la profusa descripción que hace de los mundos que integran OASIS y de cómo los protagonistas se van moviendo entre ellos, que aquí queda reducido a dos o tres secuencias (espectaculares, eso sí) y, y aquí está lo malo, que han sido sustituidos en buena medida con tramas y secuencias de acción en el mundo real que también engordan la duración de la cinta y que, desde luego, son un pobre y mil veces visto sucedáneo para toda esa magia que se nos ha quedado fuera (¿era necesario echar más cucharadas de acción a una historia como esta?). Eso, unido a un casting poco carismático y un final quizá demasiado corriente en su planteamiento, nos deja con un sabor agridulce, como a medias. Este no es el gran Spielberg de las grandes ocasiones, el que escribe su nombre con letras de oro en la historia del cine.

Por último, el detalle del público, y es que toda película tiene su target pero en este caso es tan específico que excluye de salida a buena parte del mismo, algo nada recomendable para lo que pretende ser un referente entre los blockbusters de 2018. "Ready Player One" depende a partes iguales del conocimiento del medio (geek, gamer, friki, internauta, [ponga aquí su calificativo]) por parte del espectador y de la nostalgia que se desprende de éste, lo que deja fuera a mucha gente, ya sea porque son demasiado jóvenes o demasiado mayores, o simplemente porque durante los 80 estaban a otras cosas. Sea como fuere, en este caso eso supone un fuerte impedimento para disfrutar de la historia y, en algunos casos, para entenderla (y la avalancha de información visual y verbal tampoco es que sea de ayuda).

En resumen, disfrute de calidad moderada para una minoría enorme con sabor a oportunidad desaprovechada.
roncesvalles
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9
25 de marzo de 2018
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Un evento terrible condenado a repetirse una y otra vez. Un instante de dolor quizás. Algo muerto que parece por momentos vivo aún. Un sentimiento suspendido en el tiempo, como una fotografía borrosa, como un insecto atrapado en ámbar”. Así empieza “El espinazo del diablo”, con la voz en off de Federico Luppi. Qué gran comienzo para cualquier historia de fantasmas. Incluso esta, que no da miedo ni lo pretende.

Bastan 10 minutos para descubrir que “A ghost story” no es una película de terror. De hecho, no es una película convencional, con sus tropos, ganchos, giros argumentales y otros recursos habituales para darle al espectador aquello a lo que el cine nos tiene acostumbrados, un mero entretenimiento, comida rápida. En esta ocasión, el director David Lowery se sitúa en las antípodas de su anterior film, la manida y predecible “Peter y el dragón”, para hacernos partícipes de una serie de sensaciones y reflexiones que se cuecen a fuego muy muy lento.

Y es que el paso del tiempo es aquí un elemento clave, tanto en la narración como en la sucesión de imágenes. Lowery juega magistralmente con la sucesión de eventos y planos para meternos bajo la piel (o mejor dicho bajo la sábana) de uno de los protagonistas más atípicos de la historia del cine, en una película que es cine independiente o de autor pero también en parte cine mudo y documental imposible.

Especialmente al comienzo, la primera reacción es de rechazo: el ritmo es lento, los planos se hacen eternos y parece que nada de lo que se cuenta tenga interés alguno. Pero una vez entramos en su juego, es difícil salir. Es necesario ahuecar la mente, no esperar nada concreto y permitir que poco a poco las sensaciones visuales (excelente y preciosa fotografía) y auditivas (fundamental la música en todo momento) den paso a las reflexiones más trascendentes, en las que el espectador es libre de divagar. Por si acaso, ahí está ese arrebatador discurso sorpresa del cantautor Will Oldham para presentarnos los puntos cardinales de esta historia de fantasmas tan diferente y emotiva a su manera.
roncesvalles
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8
24 de marzo de 2018
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando uno acaba de ver “Collateral” cuesta creer la cantidad de temas y tramas que se han tocado a lo largo de esas cuatro horas. Todo ello a buen paso, sin atropellos, y con el pulso firme de la directora S. J. Clarkson, un nombre poco conocido pero que ha estado tras la cámara en capítulos sueltos de un sinfín de series tan populares como “House”, “Orange is the new black” o “Heroes”, por citar algunas.

Esta miniserie parte de una investigación policial para darle todo un repaso a la Inglaterra actual y sus mierdas en una críticade la que casi nadie sale indemne. Está planteada como una historia de vidas cruzadas en la que las mujeres suelen llevar las de perder, sesgo éste mal recibido por algunos pero que, más que restar, aporta profundidad y relevancia a la historia. Y es que conforme se desarrolla la trama, nada sencilla por cierto, se va haciendo evidente la victimización de los personajes femeninos, a excepción más que evidente de la relación entre ese político magníficamente interpretado por John Simm y esa negligente e irascible madre a la que da vida la también cantante Billie Piper, que está a la altura del resto del reparto. Un reparto que merece mención aparte y que le pone el listón muy alto a la encantadora Carey Mulligan, muy convincente no obstante en su sobrio papel de policía embarazada.

Pero como digo, aquí la investigación policial es lo de menos. Aunque está bien desarrollada y no pierde el interés en ningún momento, lo que nos quieren contar es otra cosa, y hay mucha tela que cortar, es una obra mucho más ambiciosa de lo que parece. Pese a su sutileza y frialdad británica, desde la distancia se le ven un poco las costuras, pues en tan sólo cuatro capítulos se intenta y se logra poner en tela de juicio a estamentos como el policial, el político, el militar o el religioso, en un cóctel en el que tienen cabida la inmigración o el acoso sexual, por revelar sólo algunos ingredientes. Pero Clarkson sale airosa de casi todos los trances, y con nota (a destacar especialmente su buen gusto para los encuadres, que una cosa no está reñida con la otra). Pese a todo, se nos ofrece una imagen bastante moderna de la iglesia o la política, todo un punto a favor porque así la crítica resulta más incisiva y creíble.

Si tuviera que ponerle alguna pega, sería la resolución de alguna de las tramas. No es que deje cabos sueltos, pero da la impresión de que hay un par de personajes que admitían más recorrido y cuya salida se despacha de un plumazo para poder ajustarse al metraje establecido. Quizá sea este su principal obstáculo para ser una obra redonda.

En resumen, una recomendable miniserie coral por descubrir, que no llegará a triunfar entre el gran público pero que enganchará y hará reflexionar a muchos.
roncesvalles
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5
18 de marzo de 2018
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Pablo Berger ha filmado sólo tres largometrajes en los 15 años que lleva de carrera, y a cuál menos convencional. Tras la interesante “Torremolinos 73” y la premiadísima “Blancanieves”, se adentra en lo que yo denominaría una comedia negra transgénero, extraña, valiente y algo fallida. Eso no le ha impedido ser nominada a 8 premios Goya, aunque la cosa no pasara de ahí. Y es que la apuesta era arriesgada, pues lo que comienza como una típica comedia española del siglo XXI pronto toma otros derroteros poco o nada transitados.

Entiendo hasta cierto punto que la crítica elogie esta obra, pues en el cine español hace falta atrevimiento para intentar satisfacer al gran público a la par que rompes ciertos moldes de la comedia que sabes que funcionan, por muy manidos que estén. Quizá por ello resulte chocante esta historia, que en su vaivén entre la comedia negra y lo fantástico tiene momentos tensos, oníricos, dramaticos, surrealistas, escatológicos, románticos, reivindicativos… pero que se queda en medio de ninguna parte. No es que el resultado sea malo: tiene una gran factura técnica y visual, sin alardes pero muy convincente, una plantamiento tan absurdo como estimulante, y un reparto extenso y atractivo lleno de nombres propios, en el que aparte de la pareja protagonista (valores seguros siempre la Verdú y De La Torre), hay actores tan dispares y desiguales como José Mota, Josep María Pou, Saturnino García o Javivi, lo que nos da una idea de todo el terreno que intenta abarcar en la escasa hora y media que dura.

“Abracadabra” no es una película complicada de ver pero sí de disfrutar, pues el espectador nunca sabe a qué carta quedarse, y entre tanto atrevimiento asoman con facilidad los defectos, tanto argumentales como de el guión. Tampoco se le ha sacado provecho a las situaciones, ni en el humor, ni en terror, ni en el drama ni en nada, pues da la impresión de que Berger intenta evitar por todos los medios caer en el cine de género, aun a costa de desperdiciar momentos que podrían haber dado más de sí, y con el agravante de que mete alguna escena que chirría por muchas tragaderas que tengamos, como esa enloquecida narración de los hechos de Julián Villagrán. Pero por otra parte, es sugerentemente desconcertante y tiene el atractivo de lo diferente, pues con los elementos de siempre (incluso recurrentes en el cine español, como el fútbol o el macho ibérico) logra hilvanar una historia imposible e improbable que, aunque sólo sea a ratos, nos hipnotiza.
roncesvalles
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