Las películas que se encuentran dentro del género de "terror" (mejores o peores) habitualmente pecan de falta de veracidad: nadie en su sano juicio piensa, después de ver "The ring", o "La Profecía", que un espíritu maligno va a salir del televisor o que el hijo de Lucifer nacerá del vientre de alguna mujer norteamericana para traer la devastación al mundo. El mérito de la película de Steven Soderbergh es precisamente ese: el de exponer un caso que puede ser real, esto es, un virus de elevada mortalidad contra el que no se tiene cura, y hacerte sentir en todo momento que si tuviera lugar semejante hecho el desarrollo de los acontecimientos sería cuando menos parecido al que el director secuencia en "Contagio". Y ese desarrollo de acontecimientos da miedo, mucho miedo.

Cómo fastidiar un buen argumento (porque al final la idea no es mala):

1. Si la película se desarrolla en la isla de Hierro (Canarias), ¿por qué nadie habla con acento canario?

2. Lentitud. No pasa nada hasta los últimos cinco minutos.

3. Las escenas oníricas en las que se ve cada dos por tres a Elena Anaya, ¿qué sentido tienen?

4. Si la idea era ambientarla a finales de los ochenta, ¿por qué se ve un móvil de finales de los noventa? ¿O querían conseguir un ambiente decadente poniendo coches pasados de moda? Nadie lo sabe.

Da lo mismo que estemos en Inglaterra o en Senegal. El ser humano acostumbra demasiado a menudo a sobrepasar ciertos límites y, una vez sobrepasados, queda totalmente fuera de control. Del control de los demás y del suyo mismo. Esta es una película de esas, de como se pierde el control y no hay manera de recuperarlo. Y la moraleja final es que la educación puede ayudar a que aprendamos autocontrol.

Como fan de Transformers desde la infancia, como aficionado a la ciencia-ficción y como aficionado a ir al cine de vez en cuando para olvidarme de los problemas de fuera por un rato (un rato largo, en este caso), no podía dejar de ver Transformers 3 -como vi la 1 y la 2-. Por lo tanto, esto es lo que hay: una orgía visual, acústica y colorida que a partir de la primera media hora de la película no para. Y que nadie espere otra cosa. Los que critican la película acusándola de que no tiene guión, de que no tiene interpretaciones, de que no tiene no sé qué, ¿por qué van a ver Transformers? ¿Por qué van a ver una película de Michael Bay, si tanto lo critican? Que entren en una sesión de cine iraní en VOS y se digan a sí mismos lo cultos y lo expertos cinéfilos que son por ser capaces de observar matices que el resto de mortales no alcanzamos a comprender. En general, hay que saber a lo que se va a cada película (aunque hay excepciones, por supuesto). Y Transformers tiene ya dos secuelas, con lo que no se la podrá acusar de "sorpresa". Ya sabíamos a lo que íbamos. ¿O es que no somos tan "listos" como creemos?...

P. D.: Pensé que echaría de menos a Megan Fox, pero viendo a Rosie Huntington-Whiteley inmediatamente olvidé a la defendestrada y caprichosa morena.

Pues lo del título: nos engañan cuando quieren. Los políticos de lunes a viernes, los periódicos todos los días, y los cineastas cuando hacen películas como esta. Es muy fácil criticar a esta profesión del cine, máxime cuando la mayoría de nosotros desconocemos lo que lleva aparejado una película (castings, guión, realización, producción, distribución, etc.). Pero lo que no es de recibo es que nos cuelen pufos como este sin pies ni cabeza, con lo que vale el tiempo de cada uno. Siento como si hubiera tirado 100 minutos de mi vida por el desagüe, y lo peor es que es culpa mía (podía haber dejado de ver la película cuando llevaba 10 minutos). Sin embargo, siento que me han timado. Este Eugenio Mira puso a una serie de actores en un escenario simulando un hotel y les dijo:

-"Hala, haced lo que os venga en gana durante hora y media. Yo estoy aquí con la cámara, grabando, pero vosotros como si no estuviera".- Algo así...

Y lo peor es que es la tercera película de Corey Feldman, lo que hace que "Los Goonies" queden cada vez más lejanos en el tiempo y su maravilloso recuerdo se vaya difuminando. Qué pena.