Si hablamos del reparto, Mia Wasikowska equivale a Christina Ricci en “Sleppy Hollow”, es decir, una cara bonita y un talento interpretativo que brilla por su ausencia. Igual ocurre con Anne Hathaway, interpretando a la Reina Blanca, un personaje tan irritante como prescindible. Por otro lado, tenemos a una sorprendente Helena Bonham Carter como Iracebeth, o más conocida como la Reina Roja. Independientemente del rechazo inicial que pueda provocar su aspecto, la esposa de Tim Burton realiza una de las mejores interpretaciones de su carrera encarnando a una reina caprichosa y egoísta, dolida por habérsele sido negado todo aquello que alguna vez desease y que únicamente consiguió siendo temida, cuando en realidad lo que quería era ser amada. Un personaje lleno de contrastes, digno de un manual de psicología, y con el que el espectador establece una relación de amor-odio. Entre esos dos extremos encontramos a Johnny Deep, quien se está convirtiendo en elemento imprescindible en cualquier producto de la factoría Burton (al igual que Danny Elfman), con un personaje que bien podría considerársele la prolongación de Willy Wonka (“Charlie y la fábrica de chocolate”), más excéntrico si puede ser (y lo es). Al acaparar el plano y la historia que les corresponderían a otros, lo convierten en un personaje irritable y del que rápidamente se aburre al espectador al ofrecer más de lo mismo y nada nuevo. Respecto al resto de personajes, se hubiese agradecido una mayor profundización de sus de sus conflictos y las causas que motivaron sus decisiones y acciones, así como de las consecuencias que conllevaron y con los que debían aprender a convivir.

Finalmente, no podemos terminar de hablar de una película de Burton sin mencionar a Danny Elfman, quien firma una de sus mejoras obras. La capacidad de reiventarse de este autor es notable con cada nuevo trabajo. Si en “La novia cadáver” destacaba el empleo del jazz y la vitalidad asociada para caracterizar el mundo de los muertos, y la sobriedad del piano y los instrumentos de cuerda para ensombrecer el de los vivos, con esta cinta da un paso más en una carrera identificada por muchos aciertos y pocos fallos (“El hombre Lobo” o “Terminador Salvation”). Elfman vuelve a demostrar su maestría para los contrastes, combinando la sobriedad de de instrumentos experimentados con el canto virgen, la intensidad de algunas piezas con la suavidad de otras… En resumen, simplemente magnífica.

Llegamos al final, y posiblemente algunos de vosotros os preguntaréis: ¿y el 3D? Si bien es mejor que en “Furia de Titanes” (algunos me odiarán por la comparación, pero es el precedente más reciente del que dispongo), cabe señalar que se aprecia su grabación en 2D y posterior conversión a esta técnica, por lo que el lector puede ahorrarse el suplemento y comprarse una entrada de cine normal, pues la diferencia entre ambas versiones solo radica en el precio y no en la calidad.