Película de intriga y suspense desconocida que conviene reivindicar. Aunque esté catalogada en el género de terror, no destaca ni por ser sanguinolenta ni por excesivos sustos, o por sus personajes psicopáticos o un ambiente especialmente oprimente y decadente, sino que más bien se mueve dentro del ámbito de la intriga con una trama sencilla pero resultona con un conjunto de personajes variopintos.

Sensualidad, flirteos, oscuridad, doble juego, pasadizos, un asesino suelto, un bello cadáver… y un crimen a resolver. Una propuesta más que interesante para pasar un rato ameno disfrutando de un buen puñado de actrices guapas donde destacan la sugerente Selena (Antonella Lualdi) y la misteriosa ama de llaves Caterina (Luisa Rivelli), que se erigen en lo mejor del conjunto.

Un arriesgado y visionario cirujano trasplanta en una inédita operación las manos de un criminal a un pianista que ha perdido las suyas con la esperanza de abrir una nueva vía científica. Por el contrario, el resto de personas, entre las que se incluye el propio paciente dudan de la efectividad, y como algo que impregna el imaginario colectivo especulan que puede producirse una transmigración de las cualidades del individuo cedente al receptor.

La verdad es que así planteado resulta una idea muy sugerente, pero a la hora de la verdad a la película le falta un buen guion, una trama hilvanada, un adecuado desarrollo de los personajes secundarios y una mejor interpretación de los actores principales.

El pianista resulta insoportable y cuesta ponerse en su piel, no sabes si por efecto de la dirección o la propia actuación. De hecho, llegas a desear que no hubiese salido con vida de la operación. Por su parte, su hermana representa el papel de mujer abnegada que sacrifica su vida por la prometedora carrera de un divo tiránico. No se entiende muy bien la relación y el personaje no acaba de cuajar.

Además, está desaprovechada la subtrama de la novia frívola e interesada y la peculiar relación que mantiene el médico con el inspector de policía.

En fin, un título para pasar un rato sin ninguna pretensión y sin intención de volver a repetir.

¿Cómo se podrían enlazar los siguientes elementos?: Una suerte de yeti por la Laponia sueca, paisajes nevados, un objeto extraño que aterriza en la montaña nevada, una expedición científico-militar, una campeona olímpica de esquí, un geólogo rompecorazones… Si no se quiere adivinar el encaje no queda más remedio que verla.

Una rareza sueca con muchas incoherencias de guion, una historia de amor que le resta peso a la parte de ciencia ficción, canciones que difícilmente casan con el conjunto y un abominable hombre de las nieves muy molón.

Lo mejor: la hermosa Barbara Wilson y el estupendo yeti.

Lo peor: el guion flojo, la actitud extraña de los invasores y el exceso de esquí.

Dos hermanos, uno versado en cuestiones amorosas, inexperto el otro. Una mujer dual, resuelta y misteriosa. Los dos hermanos unidos y separados por la misma mujer. Un cúmulo de amor, sexo, pasión, celos, mentiras y medias verdades, hermandad y desavenencia que resulta muy recomendable.

Cuenta con un gran número de exteriores, lo que aporta luminosidad e interés a la trama, ya que facilita el visionado del conjunto. Por otro lado, se recurre a espacios abiertos para los amantes principiantes e interiores para los que se aman a hurtadillas.

Los primeros minutos pueden resultar algo lentos y de poca trascendencia con personajes poco esbozados y conversaciones banales de jóvenes de clase alta acostumbrados al tedio y con tendencia al hedonismo. De hecho, podría inferirse que en la película no va a pasar nada. No obstante, la irrupción de Eri comienza a dibujar la personalidad de los hermanos y crear una serie de situaciones intensas e interesantes con un excepcional final.

Vemos cómo una persona es sospechosa básicamente por su relación con el asesinado, a quien no correspondía amorosamente, y su condición de inmigrante. Luego, el espectador va teniendo más información de lo que va sucediendo, si bien no se resuelve todo hasta el final.

Podemos ver a Lee Van Cleef en un papel alejado de aquellos que le ensalzaron con posterioridad y otros secundarios con una extensa filmografía como Elisha Cook Jr. o Virginia Grey.

Seguramente se olvide con facilidad, pero al menos se ve con interés y genera sensaciones encontradas.