Madge, una chica mimada por propios y extraños sale con el acaudalado y también guapérrimo amo del pueblo; la orgía de voluntades sometidas a la reina es perpetua, lo que dice Madge va a misa, cuando necesita algo sólo necesita abrir la boca, si quiere meterse con su hermana, “fea”, nadie le hace de corta-pisas. Demasiado.
Con este panorama, llega Adam al pueblucho, que sería un pueblucho de mala muerte si no fuera por el ferrocarril, que es usado como metáfora sentimental en cada plano. El tren pasa cuando hay un beso, un arrumaco, cuando llega él. El tren como pensamiento, como plegaria, como sentimiento, como ofrenda. Un tren de mercancías trae a Adam al pueblo. Lo primero que hace es pedir un despacho y una secretaria guapa. Empezamos bien.
En un abigarrado picnic, Madge es elegida la reina, lo cual es ya redundante porque ya sabemos que lo era. Lo era mientras maltrataba a sus súbditos en la primera escena, incluida su madre, que también se lleva algún zasca.
Adam conecta con Mili, pero Mili no es despampanante, en resumen, Mili es fea porque no es guapérrima o porque no se acicala para el picnic como si le fuera la vida en ello. Mili está enamorada de Adam, Adam le da esperanzas de un modo cruel, hasta que la niña siente que ha encontrado alguien que, por fin, entiende sus inquietudes, alguien que la escucha, que la mira como otro ser humano. Bailan y, Mili, contra su costumbre, bebe para gustar, sonríe para gustar y se da el lujo en ser una mujer en un reino de hombres donde los hombres, irónicamente no tienen permitido el voto.
En estas llega la reina, que no tiene ganas ya de aguantar a sus súbditos, y enlaza a Adam. ¿Cómo va éste a rechazarla? Mili, se aparta, devastada, y se pone a beber, las telarañas entre los amantes que se encuentran aprietan a estas pobres moscas. La noche se cierne y la luna ilumina a las parejas auténticas, aquellas que perdurarán más allá de la vida y del recuerdo.
Los amantes son sorprendidos cuando han estado delante del mundo, delante de la luna toda esa noche.
El pueblo los ataca, porque el engaño de la luna no es suficiente para un extraño, la madre riñe a su hija “no te vayas con él, no te dará de comer, pasarás hambre y sed”, pero Madge no sabe lo que es la miseria. Siempre ha sido así en su vida, alguien, sea Mili o su madre se acordarán de la reina y la rescatarán si le pasa algo, así que lanza esa fría frase a la cara de su progenitora: Los seres humanos no son perfectos. Nos queda la duda que le quedó al amante rechazado, de si ella misma se considera humana, o quizá sólo es tonta de remate, como dice Mili.

La debacle temporal de un escritor le lleva a imaginarse su propia vida, mientras escribe recordando fragmentos de lo vivido.
Lo vivido atormenta más que lo sentido, la sobrina-hija, el hermano-padre, la amante-alcahueta de su propia hija, la esposa-infiel.
Cada uno de los dualismos va limando aristas hasta conformar el prisma de una vida guardada en los cajones; con libros que solo tienen polvo y memorias que nunca serán recuerdos. Perder-ganar, suicidarse-drogarse en Ibiza.

Una familia aristócrata francesa rancia decide “vender” a sus respectivas hijas asignándolas a un convento, si no resultan lo suficientemente atractivas, o al puterío de la Corte de turno, si entrasen en la susodicha categoría. Al final resultó que la supuesta beneficiada, no lo fue tanto, terminando su vida a manos del rey, al cual nunca amó, vendida y perjudicada por propios y extraños, separada de su hijo y renunciando a toda esperanza; ni aún así la patética mujer en la que la han convertido se siente con pleno derecho a rematar con su vida, pero sí para ver más allá de los velos que nos ciegan a los simples mortales.
La historia de Jeanne es la historia de una bella y una fiera, que habitan dentro de cada ser humano devorándose con cada risa, renaciendo con cada lágrima, de una mujer que no quiso ser princesa a pesar de la corona de poder en la cabeza y prefirió razonar por sí misma, y de que la suerte de la fea, ¡vaya si la guapa la desea!

La primera vez que vi esta película pensé que tenía cierto aire almodovariano por aquello de la actriz italiana desarrapada entre las rocas clamando palabras irrepetibles por algún otro ser, más tarde vi películas de Visconti y confundí (gracias a no ver nunca los créditos) el risco de la película con el del personaje de Alain Delon en el gatopardo e imaginé que saldría el francés por el portón del castillo a hechizar con sus ojos diamantinos a alguna brujilla de cabellos ondulados y aire de alazán en cabriola, ya más mayor habiendo visto a Bertolucci adjudiqué el retiro de Drácula no en los Cárpatos sino en una costa chipriota, donde un harén de Scherezades harían que olvidase Hungría por una sola noche. Pero me equivoqué.
En mi modesta opinión, Christopher tuvo muy pocos planos en esta película, lo más interesante, la cara de este actor no aparece tan frecuentemente como debiera, siendo su personaje el que hace andar la trama, además parte de la trama más interesante es obviada. Hubiese deseado menos cuerpo y más cara, ha habido mucha fusta y a lo loco...pero queda Christopher, y eso es lo importante.

Una Judy Garland con la mirada más perdida que un zapato en una nariz. Ni siquiera las canciones me han gustado, ha sido como ver un anuncio actual, tampoco lo recomendaría para un público infantil, puesto que las referencias a este público son equívocas y pueden resultar chocantes y desagradables.
En la mayoría de las escenas los actores tratan de ridiculizar hechos costumbristas, o tradicionales, con clasismos fuera de tiesto, sin fina ironía, que brillaría con un buen guión y una puesta en escena como Dios manda. Eso sí, la iluminación es perfecta, decorado y producción, que no se diga...aunque existen espectáculos amateur con más misterio y más intríngulis.

La trama es muy fragmentaria y a ratos parece un musical, a ratos parece un drama, sin ser ni una ni otra cosa, ni tampoco una fusión de ambas; supongo que Minnelli, grande entre grandes, ejecutó la película por razones menos espirituales de las que se le adjudica. Existe una profusión de lazos, sonrisas precastings, miradas zumbonas y actuaciones reguleras (no debido a poca profesionalidad, ni mucho menos, sino debido a exigencias de un guión que no hace aguas, sino que parece practicamente inexistente).

A ratos también da la sensación de que están haciendo propaganda, pero no se sabe si de la ciudad en sí, o de lo tontos que son sus habitantes, tolerando semejantes energúmenas en su sociedad...en fin, que no es mala, es lo siguiente.