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España España · Santa Cruz de Tenerife
Críticas de Ozymandias_Iskander
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Críticas 136
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
11 de septiembre de 2021
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchos conocen la polémica relación de Alan Moore con las adaptaciones cinematográficas de sus cómics. Después de avergonzarse con From Hell y The League of the Extraordinary Gentlemen, se negó a que su nombre apareciese en los créditos de V de Vendetta tras una serie de conflictos con DC Comics y el productor Joel Silver, cosa que hizo una vez más con la versión de Watchmen dirigida por Zack Snyder. Por el camino, Moore ha soltado toda su rabia contra estas versiones de sus obras, ha rechazado los royalties generados y ha escupido algún que otro exabrupto hacia la falta de originalidad del mercado cultural (tanto en entrevistas como en cómics, véase The League of the Extraordinary Gentlemen: 2009). Por tanto, a muchos les ha sorprendido que Alan Moore haya dado su paso al cine, después de que muchos años atrás escribiese el guion nunca filmado de Fashion Beast (con ideas de Malcolm Mclaren, manager de los Sex Pistols). Seguramente los sorprendidos serán los mismos que no sepan que Moore, aparte de declararse mago, ha sido dibujante, cantante, artista de performance, actor… Todo un polifacético demiurgo que ahora se ha pasado al séptimo arte.

Dirigida por Mitch Jenkins, con quien Moore ya había colaborado en los cortometrajes Jimmy’s End, His heavy heart, Show Pieces y Act of faith (que son un preludio, en el fondo, de esta película), The Show sigue a un asesino a sueldo (o «técnico de eliminaciones») que ha recibido el encargo de matar a un hombre que ya ha muerto y recuperar una joya que este sujeto robó poco antes de fallecer. Esa búsqueda (en un Northampton tan insólito que no nos cabe duda que debe ser real) nos lleva a encontrar a extraños personajes que parecen escapados de una ensoñación. Puro Moore.

The Show puede llegar a ser una película desquiciante para aquellos que la tomen como un film de misterio sin más. Es como ir a ver Carretera perdida de David Lynch y querer respuestas fáciles y concisas, dignas de una cinta de sobremesa. The Show juega a confundir, Alan Moore hace de las suyas como una especie de trilero que nos oculta una trama sencilla con sueños, personajes estrambóticos, revelaciones a calzador y una sensación de que lo que importa en realidad es dejarse llevar sin cavilar tanto sobre la lógica en un Northampton de largas carreteras, oscuros edificios y neuróticos habitantes. Su propio personaje en la película lo dice: hay que fijarse más en las cosas que aparecen en un segundo plano (hay que estar pendiente de los espejos y los reflejos de esta cinta).

Para aquellos que piensen que Alan Moore se muestra torpe en otro campo artístico o que ha sido domado por el séptimo arte, The Show es una obra de Moore casi por completo, pese a la dirección de Jenkins. Vemos cómo expone Northampton como si fuese un personaje, del mismo modo en que lo hizo en esa odisea digna del Ulises de Joyce que es Jerusalén. Northampton es un microcosmos increíble para anécdotas, hechos históricos, victorias, derrotas… Moore, que es partidario de la psicogeografía, piensa que los lugares poseen un alma conformada por todos aquellos que han habitado, habitan o habitarán un lugar y eso influye a quien están en ellos. Todo eso lo vemos en The Show, que no deja de ser una exploración por la fascinante mente del mejor escritor de cómics de las últimas décadas.
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Ozymandias_Iskander
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7
6 de septiembre de 2021
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gusta que las películas que adaptan cómics de superhéroes tengan corazón. Es el alma de las historias la que hace que una obra sea realmente interesante, no los efectos especiales o tomar de un cómic u otro. Por suerte, la nueva apuesta de Marvel: Shang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos tiene corazón.

Marvel Cómics siempre se caracterizó por tomar diversas influencias: literarias, cinematográficas, legendarias... para expandir su Universo. En 1973, los famosos Steve Englehart y Jim Starlin aprovechaban el auge del cine de artes marciales para crear al personaje cómiquero de Shang-Chi, que lograría una gran popularidad durante diez años y que, más tarde, se convertiría en invitado de honor de series como Los Vengadores de Jonathan Hickman. Ahora, Marvel Studios ha optado por aprovechar a este personaje en la gran pantalla, refrescar la mitología del Universo Marvel Cinematográfico añadiendo pinceladas de la cultura asiática, sin descartara la enorme cantidad de público que hay en China. ¿Lo habrá logrado?

La película dirigida por Destin Cretton nos cuenta la historia del protagonista que da nombre a la cinta: Shang-Chi, un joven chino que ha huido toda su vida de su legado y de su padre, Wenwu, un inmortal villano que ha dado base a toda una leyenda negra, la leyenda del Mandarín. Cuando Wenwu decide buscar a sus dos hijos para recuperar el fantasma de su esposa, Shang-Chi no podrá seguir huyendo y junto a su hermana Xialing y su amiga Katy harán frente a la amenaza de los Diez Anillos.

El mayor acierto del film son los personaje. Simu Liu y Awkwafina hacen que sus personajes resulten entrañables para el público, siendo esos dos veinteañeros que no saben muy bien que hacer con su vida y que no apuntan a nada, por tanto, no podrán alcanzar nada, como se dice en cierto segmento. Pero, sin duda, al que es un placer ver en la gran pantalla es a Tony Leung, fantástico actor chino al que hemos visto en clásicos como Deseando amar, y que aquí construye a un villano consumido por el deseo de recuperar a su esposa, tras que ella sirviese para que se redimiese de su pasado como milenario señor de la guerra. Puede que darle más minutos al villano sea lo que haga que no caiga en lo más formulaico de otros enemigos de cómics trasladados a la gran pantalla.

A su vez, Shang-Chi es otro paso más en el carácter mítico de Marvel. Si Pantera Negra sirvió para presentar una película centrada en la cultura de Wakanda, un imaginario país africano, Shang-Chi sirve para relatar la historia de un personaje chino y levemente trata implicaciones como crecer fuera de China o el legado del gigante asiático en la cultura occidental. Desde su introducción, con la voz en off en chino, narrándonos la historia como si fuese un cuento milenario, se busca cautivar al espectador occidental con los dones de las historias de origen asiático y funciona en gran medida. A modo de representación, el reparto, casi por completo asiático, consigue indagar en otra vertiente del Universo Marvel y variar más a la hora de desarrollar sus historias.

En cuanto a las escenas de acción, se agradece que Destin Cretton no haya optado por crear peleas troceadas sin más en la sala del montaje, sino que opte por coreografías que van desde la acción del cine de artes marciales hasta la hipérbole de los superhéroes, como vemos en la pelea en el autobús o en la lucha en el exterior del andamiaje del círculo de combate. El wushu de Shang-Chi está recreado con interesantes soluciones y guiños a películas como Kung Fu Hustle, lo que aporta momentos de cine de acción de artes marciales que atraen al espectador.

El guion de Shang-Chi y la Leyenda de los Diez Anillos se centra sobre todo en la búsqueda y, una vez más, en el viaje del héroe de Joseph Campbell y en los problemas familiares como punto de partida de esta historia de aventuras. Hay cierta arritmia después de todo un primer acto que resulta muy prometedor. A ello se añaden las "salvaguardas" oportunas, como laberintos que no importan tanto, la idea de proteger una puerta sin tener a soldados ante ella y pequeños elementos que no encajan del todo (pero tampoco importan demasiado). El guion va de un punto a otro sin grandes sorpresas, dando con todas las claves del libreto y ofreciendo un tercer acto que, aunque es espectacular, puede llegar a ser previsible y algo carente de presupuesto en cuanto al número de tropas. No llega a ser tan loca como la reciente Suicide Squad, pero sí logra ser un relato más clásico e incluso atractivo a la hora de profundizar en otra vertiente del subgénero de los superhéroes.

A nivel de adaptación, la cinta decide tomar solo los elementos principales del personaje e inventarse todo lo demás. En Internet ya se leen varias críticas sobre la falta de fidelidad con el personaje de los cómics (ahora parece que hay muchísimos fans de un personaje poco conocido como Shang-Chi), pero la película funciona como tal y no será el primer personaje lejos de la primera división que es reinterpretado en la gran pantalla (recordemos a Blade). No obstante, tenemos una película de orígenes que llama la atención lo suficiente para que queramos saber más del personaje, así que, por esa parte, cumple. Señalaría, eso sí, que existe cierta sospecha de que esta película es ocupa el espacio que hubiera ocupado una película de Puño de Hierro, que se volvió imposible cuando, de forma penosa, fue llevado este personaje al formato de serie de Netflix.

Por otra parte, los efectos especiales juegan un rol importante a la hora de adaptar los poderes de los cómics. Son deslumbrantes casi todo el tiempo y el diseño de producción es muy interesante a la hora de concebir las diferentes criaturas de la cultura china y los cómics de Marvel. Puede que haya algún momento menos conseguido, pero es comprensible debido a los diversos problemas de producción que debe haber traído la pandemia. Y tampoco importa si la historia cumple (por previsible que sea).
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Ozymandias_Iskander
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6
6 de septiembre de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Somos prisioneros todavía de ese prejuicio elitista que afirma que toda película es peor que el libro que adapta. Personalmente, no soy un gran fan de la novela Déjame entrar de John Ajvide Lindqvist, que considero que se perdía demasiado en la trama de los habitantes de aquel mísero bar sueco, a merced de la llegada del vampiro que les otorgase a sus parroquianos algo similar a la vida poco antes de darles su verdadero regalo: la muerte, y siempre preferí la historia de los niños Oskar y Eli. Es irónico si pensamos que el guion de la adaptación cinematográfica está en manos del propio Lindqvist, que se muestra más centrado en el film que en la novela. Si pienso que Låt den rätte komma in (Let the Right One In) se ha convertido en una de las grandes películas de vampiros es porque sabe dónde focalizarse y cómo desarrollar la extraña amistad entre el acosado y marginado Oskar y la misteriosa Eli, convirtiéndose en una cinta que mezcla una perturbadora ternura macabra.

Teniendo un remake estadounidense, cabría esperar que se hubiese olvidado el film original de Tomas Alfredson, pero es todo lo contrario: la versión de Matt Reeves se convirtió en un simple sucedáneo, mientras que la película que sigue siendo estudiada en escuelas de cine, libros teóricos y en foros de debate es la película sueca. Es precisamente a través de su estudio como he alcanzado a comprender la importancia de este film. Si vemos la serie documental La historia del terror de Eli Roth, el director estadounidense la señala como una de las mejores películas de vampiros de la Historia. Y, aunque no lo parezca a simple vista, lo es. Pienso que las grandes obras artísticas tienen el don de ser complejas, pero, en apariencia, parecer simples: son caballos de Troya, pensamos que son meros corceles de madera, pero una vez profundizamos en ella, nos encontramos con las huestes de Odiseo: las interpretaciones, las metáforas, los juegos de cámara, los simbolismos, los personajes…

Apoyándose en la música de Söderqvist y la fotografía de Hoyte van Hoytema, Déjame entrar es una modernización del vampiro que, a su vez, es bastante respetuosa con la figura tradicional del chupasangre. Puede que nos hable de vampiros y adolescencia, incluso de algo parecido al amor (por parasitario que sea), pero no cayó en los devaneos románticos de cierta cinta estrenada ese mismo año en Estados Unidos y de la que mejor será no hablar…

Si bien todos recordamos la escena de la piscina del final, que bien podría hermanarse con los libros de Stephen King, la viveza de este drama está en sus protagonistas (Kåre Hedebrant como Oskar y Lina Leandersson como Eli); ambos logran dar vida a un siniestro cuento de hadas que habla sobre cómo los monstruos pueden ser la esperanza para aquellos que se sienten marginados, apartados, destruidos. Más allá de estos personajes o un perturbador asesino o unos desempleados sin futuro, otro personaje de la película es el paisaje: los bloques de edificio, la nieve, los fríos espacios que recuerdan lo gélido de la tumba, el hielo de una vida que se vive sin vivir...

Como si de una pesadilla se tratase, pero sin prescindir de cierta moraleja que deja al espectador sumergido en sus más tenebrosos pensamientos, la grandeza de Déjame entrar radica en la capacidad de Alfredson para narrar una historia macabra alrededor de estos niños, efímeros y eternos, de cómo la condena que caiga sobre Oskar será una promesa de perturbadora liberación. Es lo que Lindqvist no lograba atisbar con claridad en la novela, pero sí en esta película que sigue formando parte de las listas de mejores películas de vampiros de la Historia. Y con razón.
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Ozymandias_Iskander
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6
6 de septiembre de 2021
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los cuentos nunca mueren, siempre se recrean desde miles de ópticas distintas, y así logran la inmortalidad. Esa es una cuestión que nos queda clara con el escritor polaco Andrzej Sapkowski y la historia del Brujo, un personaje marginado que, a cambio de un par de monedas, caza monstruos en un mundo de corte medieval que juega con los puntos principales de los cuentos de hadas y, a su vez, entre juegos cronológicos y saltos temporales, nos cuenta cómo su protagonista Geralt de Rivia se está convirtiendo en el último monstruo.

El director Kwang Il Han, habitual del cine de animación para Netflix, nos transporta a una historia de orígenes que sirve para aumentar el lore visto en la serie y agregar diferentes aspectos que empezamos ya a ver en la obra principal (la marginación, los complots, el destino de los brujos...). El guion de Beau DeMayo, quien ya escribió para la serie live action, encaja nuevos elementos de los libros, a la vez que concibe su propia mitología a partir de los retazos vistos en los libros de Sapkowski. The Nightmare of the Wolf nos cuenta cómo el joven brujo Vesemir se convirtió en quien es y cómo busca cuál es la naturaleza de los nuevos monstruos que asolan su mundo, monstruos que parece que son dueños de la antigua lengua elfa. La raza de los bosques, que fue casi exterminada tras su guerra contra los humanos, puede tener un nexo con una serie de bestias que están asediando a los mortales. Pero ¿cuál es ese nexo? Mientras, en la ciudadela donde los brujos se entrenan para serlo, Kaer Morhen, nos aguardan las respuestas sobre el pasado de Vesemir y el futuro de los brujos, cuya labor ha llegado a un punto crítico: cada vez hay menos monstruos que cazar y, cuando ellos acaben su trabajo, serán los siguientes monstruos que deban ser exterminados, ya que son considerados aberraciones, como defiende lady Tetra en la corte del rey.

Como vemos, la premisa de la película es muy interesante, aunque no logre siempre el impacto deseado al ir demasiado rápido en su narración (y eso que dura hora y veinte...). El gran problema de la ficción actual (para mí) está en cómo se aprieta el acelerador, como si todo el mundo tuviese prisa, como si creadores y espectadores tuviesen algo mejor que hacer. Quizá con más escenas y más calma, el film hubiese logrado golpear donde debía.

Y es que el mayor inconveniente de The nightmare of the Wolf (y que también llegué a notar en la serie principal) es que echo en falta el empaque que Sapkowski le da a sus relatos, es decir, cómo capta la nostalgia y la melancolía de un mundo que se acerca al precipicio. La trama de la película de animación tenía mucho potencial y, aunque hay momentos muy acertados, como la despedida de los amantes, algunos otros no sorprenden tanto como deberían (la revelación del plan de los brujos) o no resultan tan dramáticos como deberían ser.

Argumentalmente, la serie conectará con la segunda temporada. Recordemos que dado el auge de las plataformas, Netflix necesita su propia franquicia de éxito y ha decidido que The Witcher sea esta, teniendo pronto también una serie live action a modo de precuela, más allá de la serie que sirve de cabecera. Esto hace que Netflix deba currarse su producto.

Por si hay algún despistado que piensa que por ser cine de animación tendremos una obra edulcorada, es todo lo contrario: hay sangre, gore, decapitaciones, muertes atroces… Todo para reflejar ese aire de fantasía oscura que impregna los libros. La película asume riesgos y Netflix cuida de otra pieza más que puede ser clave para su supervivencia en la guerra de las plataformas de streaming. Esto se ve en el reparto, que también se ha cuidado mucho este apartado. Contamos con las voces de actores como Theo James (visto en la saga Divergente) como Vesemir, Lara Pulver (nuestra eterna Irene Adler) como la sombría Tetra y Graham McTavish (El Hobbit) como el brujo Deglan, entre otros. Y podemos apreciar ese cuidado también en la música de Brian D'Oliveira, que funciona bien a la hora de mantener el estilo visto en la composición de la serie principal.

Es así cómo el diseño de los personajes encaja bien con el visto en la serie, teniendo la posibilidad de recrear a las criaturas con más fuerza si cabe, aunque quizá algunas ambientaciones o efectos cojean un poco (véase la apertura de los portales). Si bien la animación oscila entre puntos sobresalientes como los movimientos de Tetra o la acción, hay algún instante donde está menos fluida y se percibe un menor logro, debido a la necesidad de tirar por los efectos generados por ordenador.
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Ozymandias_Iskander
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1
28 de agosto de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el 2000, X-Men fue una película revolucionaria dentro de un subgénero de los superhéroes que, todavía, no se había impuesto en el séptimo arte. El Superman de Donner, el Batman de Burton o el Blade de váyase a saber el qué, era de lo mejor. Hoy, más de veinte años después, se la ve con cierto valor histórico más que cinematográfico. Brian Singer nunca fue un gran director ni le tuvo demasiado cariño a los X-Men, por mucho que dijese lo contrario. Solo así se explica cómo hace que personajes tan ricos en los cómics parezcan cosplayers de moteros, pero era lo mejor en esa época, como cuando un prisionero recibe una miga de pan tras no haber comido nada en días.

Años después, mientras Disney y su imperio ultimaban la compra de Fox, el productor y guionista Simon Kinberg dirigió X-Men: Fénix Oscura, una película que más que basarse en la emblemática saga, se basaba en X-Men: La decisión final, película que años antes se había perpetrado con maldad y alevosía. ¿El resultado de su debut como director? Lamentable.

Aparte de mantener una dirección aburrida (con contrapicados que no vienen a cuento), para una película que debería ser todo lo contrario, Fénix Oscura es un producto estéril y anodino que se dedica a meter alienígenas en la película número… a saber, villanos de segunda que supuestamente fueron skrulls hasta que Marvel Studios (que los usaba como villanos en Capitana Marvel) les paró los pies y una inmensa sensación de que todo el mundo está harto.

Cada minuto de metraje que pasa, se puede ver en las caras de Jennifer Lawrence o Nicolas Hoult cómo están con ganas de cobrar y largarse, sin maquillarse como sus personajes y mucho menos interpretarlo (solo falta ver a Lawrence mirando la hora en el reloj); no digo que sean Mística y Bestia porque… no lo son. Jessica Chastain, con la indiferencia de su personaje, es como si se estuviera preguntando qué diantres pinta aquí. Michael Fassbender ni se arriesga en una interpretación tan maniquea como el guion de su personaje. James MacVoy lo intenta, pero parece estar a punto de decir que él no fue el que jugó con una aburrida Sophie Turner como Jean Grey, sino que fue Patricia. Y todos los demás personajes se quedan como una mera comparsa, seres para hacer bulto en segundo plano, con algunos a los que se quitan de encima como si molestasen (véase a Quicksilver). Cualquier parecido con los cómics es pura coincidencia y si los actores están hartos, ¿cómo no lo va estar el espectador?

Lástima la deriva de Fénix Oscura en una franquicia que se reinició con la fantástica Primera Generación, pero que, por desgracia, entre devaneos y zigzags, ha acabado de un modo lamentable con una cinta de segunda o tercera división, barata, y que, en vez de mejorar La decisión final (que tampoco era difícil), se sitúa como lo peor de la saga. La única premisa interesante es ver a Xavier como un manipulador, mientras Hans Zimmer, en la banda sonora, parece que cree que está no solo ante una buena película, sino ante una película a secas, cuando lo que vemos es un engendro que representa lo peor del género. Todo lo demás sucumbe tanto estética como argumentalmente, con ideas dignas del niño más tonto del patio (la escena del rescate del trasbordador es para mirar a otro lado, con vergüenza ajena).

Con efectos especiales lamentables, con ideas que no se entienden, con pijamas en vez de uniformes, con tramas desdibujadas hasta convertirla en el cómic más insustancial, Fénix Oscura es un fracaso cinematográfico que no renacerá de sus cenizas. Y menos mal.
Ozymandias_Iskander
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