Corto muy prometedor por venir de quien viene y que, sin embargo, se queda en un buen intento de sacarle partido al confinamiento por aquello de que no hay mal que por bien no venga y “mira, ya que la gente me conoce y sabe que lo peto pues nada, a promocionarme por partida múltiple y a promocionar de paso (perdón, sobre todo, que para eso me pagan) el pedazo de teléfono móvil de última gama” con el que se inmortaliza —magistralmente, todo hay que decirlo— ciertos momentos de una cotidianidad cansina que casi roza el absurdo, perfectamente enmarcada en nuestra realidad actual, tan histórica como histérica.

Y es que estar encerrados durante dos meses da para mucho, y más con el talento incuestionable de León, a quien veo muy capaz de alzarse con un 10 de 10, nota máxima aquí y curiosamente duración exacta de su grabación. En efecto, a priori era de esperar tanto y tan bueno que, cuando finalmente llega el punto álgido de la trama, esto es, el cara a cara después de no pocos tanteos auditivos, a cual más chocante, el desencanto se produce casi al instante, cual pompa de jabón singularmente gigante que, no obstante, estalla apenas abandona su cánula.

Con todo, muy buenas interpretaciones, especialmente de Sandoval, y mensaje correcto, como requieren las duras circunstancias que nos han tocado vivir (si bien en el colmo de mi ignorancia sigo sin entender esa obsesión enfermiza, casi tan colectiva como la histeria, por aplaudir e instar a aplaudir a diario). Reconozco, eso sí, que llegado el caso mis aplausos irían dedicados mayormente a ese prodigio tecnológico de Xiaomi, que se lleva la consabida puntuación máxima y que, ¡miren ustedes por donde!, como el virus que nos ocupa, también llegó de China.

Ana es una periodista que busca humanizar su currículum y para ello apuesta sobre seguro: Síndrome de Down. Pero algo que a priori parece preconcebido para, finalmente, engordar el propio ego, acaba constituyendo una experiencia inolvidable que, incluso, la lleva a reflexionar muy a su pesar sobre su propia existencia. La "culpa" es de Lourdes Naharro, la deliciosa coprotagonista de este corto, que no solo tiene un cromosoma de más, sino muchas, muchísimas otras cosas significativas, como cualquier joven de su edad: curiosidad, descaro, esperanza, ingenuidad, valentía, ilusiones, pasión por la música, planes de futuro… Y además, empatía, comprensión, ternura para dar y vender…, y no poca madurez emocional. Esa que hoy en día se presenta ante las masas cada vez más como una competencia esencial para afrontar cualquier reto vital y de la que, paradójicamente, muchos de nosotros, en el colmo de nuestra “normalidad” carecemos.
En paralelo al discurrir de la entrevista, que es el eje principal de este corto, vemos documentados instantes, algunos de ellos igualmente emotivos, siempre alrededor de ese cromosoma de más que —puede percibirlo el espectador— no tiene por qué ser un impedimento para llegar a la plenitud personal de cada individuo. Plenitud ante la que Ana, que en un primer momento se acerca a su entrevistada un tanto resignada y únicamente para meritar en su profesión, experimenta un proceso interior brutal, que roza casi la catarsis, y que, en todo caso, acaba suponiendo la mejor de las terapias para reencontrarse consigo misma en estado puro.
Y es que cuando la diferencia nos une derribando tópicos y barreras, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la vida, satisfecha, nos sonríe. Y lo hace tanto o más que Lourdes, ¡que ya es decir!