Está bien ver esta ¿películas? de vez en cuando, porque luego te tragas cualquier bodrio y te parece una Obra Maestra del cine de terror. Nada se salva de este despropósito de ¿zombis?, ¿infectados?, en los que parece ser que el director no tiene ni un grupo de amiguetes (y no me extraña) para que hagan de zombis, o infectados, o lo que leches sean, ya que los monstruos de turno salen de uno en uno, y creo que no hay más de cuatro. Los efectos especiales son, sencillamente, inexistentes. Hay una escena en la que uno parece que está devorando a un cadáver en el suelo, y no se ve ni una gota de sangre. Espectacular. Mención aparte merece el protagonista, un cara-cartón que parece un cruce entre Vanilla Ice y Luke Perry de "Sensación de Vivir". Un periplo por Sudáfrica que da pie a filmar cuatro montañas, aderezado todo con música étnica, y un guión chorras hasta el delirio. No tiene ni el encanto de las películas extraordinariamente malas. Vamos, que ni te ríes. En serio, no perdáis vuestro valioso tiempo.

Pues eso, que salta la liebre. En este caso, en forma de gamberrada gore que se ve con tensión y el alma en un puño. Empecé a ver la peli sin demasiadas expectativas, y a pesar de un inicio un tanto cansino, con los protagonistas de fiesta en fiesta y tiro porque me toca, cuando se desata la violencia no hay concesiones. Terremoto brutal, grupo de pijillos buscando escapar y unos presos escapados de la prisión sedientos de sangre y sexo. Brutal. Y un gran final.

No entiendo cómo sigo picando. Es que, a la que veo que la historia es de rodaje cámara al hombro o "material encontrado", debería cortar por lo sano y pasar a otra cosa. Pero no sé qué leches me sucede, que pienso: "igual ésta no está mal". Y sí, evidentemente está mal. Porque este subgénero se ha convertido en el vehículo ideal para que una caterva de incapaces nos torturen con movimientos vertiginosos de cámara, tomas desenfocadas, oscuridad en la pantalla y demás truquillos que tuvieron su gracia en películas puntuales, pero que ya no. De verdad. Dejadlo de una vez. Tremebundo pestiñazo con curas alcohólicos, frikis escépticos y sustillos de medio pelo. Que no.

Estoy de acuerdo con el autor de una crítica anterior. Si éste director coge "Guerra Mundial Z" no estaríamos todavía acordándonos de los ancestros de Brad Pitt y los que le ayudaron a perpetrar semejante desaguisado. "Virus" es una muy buena película de temática "infección". Bien dirigida, manteniendo la tensión en todo momento, y con un desenlace emotivo y dramático. Efectos especiales más que decentes y una buena escenificación de las tensas negociaciones de los gobernantes ante una crisis de este tipo. Punto aparte merece la actuación de la niña, pérdidas aparte, expresiva y creíble en todo momento. ¡Qué leches, que me ha encantado!

El gore es un subgénero muy bien definido y con unas intenciones muy sencillas: tripas y sangre. No tiene grandes aspiraciones de trascender, y normalmente no suele hacerlo. Son películas que cumplen su cometido y se olvidan rápidamente, salvo algunas honrosas excepciones en las que un competente director conjuga el el desparrame visceral con sabias dosis de terror o, incluso, humor. Ni sus fans más irredentos negamos el carácter de divertimento brutote y gamberro de este tipo de cine. Es por eso que cuando el típico hispter gafapasta intenta darle al tema un aura de intelectualidad y reflexión, normalmente el resultado es el fracaso más estrepitoso o el ridículo más espantoso. O lo que es peor, un film plúmbeo, cargante e irremediablemente lento, como es el caso de esta película. Tras casi media hora de metraje, sólo hemos podido observar cómo la protagonista del film, una gafapasta con pretensiones de escultora que lleva tropecientos años dándole vueltas a una especie de chupachups de barro, se levanta tras un polvete con el novio brutico, se nos hace una pajilla porque se ve que se ha quedado con ganas y se arregla para ir al trabajo. Sí señor, media hora de chica enseñando el culete, maquillándose y vistiéndose. Luego la cosa parece que se anima. La niña se nos empieza a pudrir. A partir de ahí, se le empieza a ir la pinza cosa mala. Todo intercalado con lo que parecen ser las visiones psicodélicas de los 13Th Elevator hasta las trancas de ácido. En fin, me puedo imaginar al director tirándose el pegote con metáforas y mandangas varias. A mí sólo me ha producido un sopor impresionante.