La racha de películas de Marvel abanderada por Los Vengadores nos ha hecho pasar momentos inolvidables en los últimos años. Junto con la trilogía de Batman, no cabe la menor duda de que han experimentado un salto cualitativo (y probablemente también narrativo) que hasta hace una década era poco menos que impensable. Lo que antes era un producto que aspiraba a ser mero divertimento, ahora tiene siempre ínfulas de querer cambiar la sociedad (véase el caso de Wonderwoman o de Black Panther), abarcando temas que en algunos casos resultan disonantes en mundos de fantasía pura y dura.

Venom se aleja de esta propuesta y se centra única y exclusivamente en una cosa: entretener. Lo hace utilizando un estilo comiquero que se aleja de complicaciones argumentales y que no parece tener más ambición que la de hacernos pasar un rato entretenido delante de la pantalla. Olvidarnos de nuestros problemas con un espléndido Tom Hardy y un "anti-héroe" como Venom que, sorprendentemente, no se toma muy en serio a sí mismo pese a que habitualmente ha sido el contrapunto negativo del siempre honrado Spiderman.

Parece mentira que podamos salir del cine sin tener que plantearnos si la película ha incluido alguna de las 200 referencias a otras franquicias o si este o aquel personaje ha desaparecido para siempre, o si esta o aquella frase tendrá implicaciones en la novena parte de alguna entrega que aspira a cambiar para siempre el mundo del cine.

No obstante, esto no quita que Venom sea un producto que flaquea en muchos aspectos cruciales para una película de género (especialmente en lo que a efectos especiales y escenas de acción de refiere), o que de la impresión de ser una obra que sus propios creadores no se han tomado todo lo en serio que deberían.

A medio camino entre el la comedia y la acción, con un Hardy espectacular, Venom parece más indicada para ser el típico estreno de verano que apetece ver tras pasar un día tranquilo en la playa. Aun así, e incluso en octubre, merece la pena verla.

Preferiblemente sin grandes expectativas.

Cinco cintas han dado una reputación a The Fast & The Furious que no se aleja tanto de la realidad como muchos podrían pensar. La esencia de la franquicia -velocidad, dinero, el bueno contra el malo- se ha ido desvaneciendo poco a poco para dar paso a nuevos valores. Uno de ellos se pone de relieve en Fast Five: la importancia de la familia.

Suena a tontería y probablemente para muchos lo sea, pero se diría que Vin Diesel ha aceptado el rol que le toca vivir a Toretto como hombre justo, pendenciero, alejado de la clásica visión que se muestra de los ladrones.

Bandoleros profundiza en ese aspecto gracias al rol de Tego Calderón y Don Omar, especialmente del primero. Vin Diesel aparece como un personaje secundario de quien se conoce un aura especial, pero in necesidad de presentación alguna. Su papel se intuye, no se mastica, lo mismo que el ambiente que se respira en la República Dominicana. Sencillez, calor y mucho sabor para explicar los orígenes de los que no siguen la senda establecida.

Como producto meramente cinematográfico, Bandoleros es el mejor exponente de A todo gas, tanto en cuanto a producción visual como a mensaje. Cuenta más en 20 minutos que una cinta de The Fast & Furious en 120. No se puede juzgar en la misma línea que sus homónimas ni tampoco ha de ser vista como un sacacuartos, dado que se trata de un trabajo personal e íntimo de Vin Diesel, probablemente para exprimir el potencial de estos dos señores que han dado nombre al Reggeaton.

Resulta sorprendente que, sin tener nada que contar, Vin Diesel asuma la dirección y producción de una obra tan agradable como recomendable para los que busquen un poco de la esencia dominicana a manos de sus mejores representantes, o bien una introducción para la también recomendable Fast & Furious Five, que inexplicablemente supera el rendimiento de sus hermanos mayores.

Cinco minutos de metraje bastan para percibir la esencia de Resident Evil en este extraño film, lúcido, espectacular a nivel estético y visual, en el que el argumento es poco menos que un tributo a los fans.

Leon y Claire son los protagonistas de la aventura, cada uno en su respectivo rol desempeñado en los videojuegos de la saga, fielmente adaptados y con coherencia a la hora de ser llevados a escena. El film adolece del habitual problema en las películas basadas / inspiradas en un videojuego, y del mismo modo que Advent Children parecía quedarse corto en cuanto a la historia, en Degeneration pasa un tanto de lo mismo.

Ciertamente es difícil sacar una introducción, nudo y desenlace coherentes con la línea que ha seguido la saga, manteniendo algunas características propias sin matar de tedio al espectador. Capcom ha elaborado una película apta para todos los públicos, centrada en los aficionados, de calidad media / notable que entretiene, divierte y muestra un espectáculo visual digno de ser justamente apreciado.

Tiene sus taras, como de costumbre, pero en resumidas cuentas es un producto bastante recomendable que ningún fan de la franquicia debería perderse. Eso sí, hay que dejar de lado los típicos clichés del género (melodramas, relación entre protagonistas, etcétera), para centrarse en lo que Degeneration aporta a Resident Evil. Afortunadamente es suficiente para dejar un agradable sabor de boca cuando aparecen los títulos finales, mucho más de lo que se le puede pedir a una producción de estas características.

El periplo de Indiana Jones suena a dinero. Rocky y Rambo ya han demostrado que el cine es lo suficientemente versátil como para poder matar y resucitar a un personaje tantas veces como se desee, siempre y cuando éste posea unos rasgos característicos, léase el caso de Die Hard 4.0 con Bruce Willis, o este mismo Indiana Jones. Cuando un personaje como el que interpreta Harrison Ford se ve lastrado por una edad demasiado madura como para protagonizar intensas escenas de acción, ahí es cuando comienzan los problemas.

Mucho se ha hablado del guión, de su carencia de sentido y del ridículo final del film. De escenas absurdas, sin sentido, que se resuelven de forma chabacana y que distan muchísimo de los grandes momentos de acción que nos ha brindado Spielberg en la hasta hace poco trilogía del arqueólogo. Y bien, es innegable que en esta ocasión el argumento flojea, que la trama se pierde en el tramo final de la película y que, en resumidas cuentas, el tiempo ha pasado factura tanto en la imágen de Indiana como en la imaginación de los guionistas.

En tanto que se recupera a un personaje se pierde el mito, la aureola de clásico. Si hoy se hiciese una continuación de Blade Runner, difícilmente alcanzaría críticas tan loables como las del film original -que en su día tampoco gustó a la prensa especializada-. Quizás contaría con mejores efectos especiales, más escenas de acción; pero simplemente no es lo mismo. Spielberg ha conseguido que Jones siga siendo Jones, más allá de su edad, de su hijo y de los cientos de golpes que el guión nos brinda durante los 120min que dura la película. Misma ambientación, mismo humor, personajes carismáticos y muchos guiños a la trilogía -la relación entre Shia y Ford es un fiel reflejo de la vivida entre Sean Connery e Indiana- son pequeñas piezas de coleccionista que los aficionados apreciarán sobremanera, y básicamente son los elementos más trascendentales de la película.

O dicho en otras palabras; Indy es más viejo, el guión menos interesante y profundo, menos logrado; pero la ambientación, junto a la variedad de escenarios, peleas, combates y contínuos chistes, conforman un todo que supura la fórmula "Indiana Jones" por los cuatro costados. Una buena forma de que la nueva generación conozca al héroe, un regalo a los aficionados que no ha de ser analizado bajo lupa sino con una perspectiva enfocada en el entretenimiento puro y duro. Y si se merece un adjetivo esta cuarta entrega, sería precisamente ese. Divertido.

Chow es un experto, una de esas pequeñas joyas en bruto de la cinematografía china. A diferencia de otros directores no rezuma ese aire pijo e intelectual de algunos famosos asiáticos, y al igual que Kitano cuenta con un toque muy especial que pocos son capaces de lograr en sus películas. El problema es que hablar de Chow es hacerlo de un tipo de cine muy particular, mundano e incluso se diría poco vistoso. Dentro de su filmografía podemos encontrarnos con todo tipo de historias a la cual más absurda que sin embargo y pese a su aspecto simple y descafeinado logran exaltar todo tipo de sentimientos.

CJ7 es un film puramente Chow, con la presencia del pequeño Min Hun Fung como protagonista y con el realizador en un segundo plano como sostén del argumento. En una familia extremadamente pobre compuesta por estos dos personajes, Min Hun representa la ilusión infantil y el respeto hacia un padre con el que mantiene una estrecha relación. Chow no sólo trabaja, también toma su tiempo en aleccionar a su hijo para alejarle de los conflictos que sufre en su reputado colegio, una institución de lujo que a duras penas acepta al niño. La aparición de un extraño objeto alienígena es en resumidas cuentas el suceso más importante de la película, el motivo de la metamorfósis que sufrirá la vida de estas dos personas, amén de uno de los personajes animados más llamativos que pueda recordar en el cine asiático.

La moraleja de la película, como suele ser habitual en Chow, va dirigida hacia las clases marginadas y hace eco de la autosuperación que a la postre son capaces de conseguir todos los personajes del director, como también sucede en CJ7. Humor puro y duro combinado con una buena ración de drama, apto para todos los públicos y otra cinta más que viene a demostrar nuevamente que no siempre es necesario un humor fino y delicado para entretener. Incluso pese a rozar el absurdo en muchas ocasiones.