He visto la película a trompicones: he intentado dejar de verla veinte veces pero me ha resultado imposible, pues Joaquin Phoenix me parece un portento haga lo que haga y quería, por curiosidad, averiguar su método para tolerar tamaña tontería y actuar de manera impecable incluso en sandeces como ésta.

Ari Aster debiera estar en un psiquiátrico pero, en lugar de eso, le han otorgado un ridículo y academicista título de artista; le han proporcionado medios para rodar con calidad y técnica; y ha aprovechado enfermizamente su judaísmo para realizar una patochada psicoanalítica que se aleja de toda razón y lógica. Un gran peñazo, en suma, que más bien pareciera propio de un repelente y caprichoso hijo de papá que utiliza su fortuna y se nutre de una intelectualidad estúpida y bastante woke a la que el mundo de hoy en día nos aboca.

Al terminar la cinta acabas teniendo la incómoda sensación de que se está gestando un complot para convertir al espectador en un “beaubeau” de verdad.

Estados Unidos, por número de habitantes, tiene mayor proporción de imbéciles a los que engañar. Este es un nuevo formato televisivo que bien parece un ejercicio para becarios guionistas que desarrollan la trama conforme avanzan los capítulos. Capítulos éstos sin sentido, repetitivos, con diálogos pacatos y rellenados con un marasmo de insultos y palabrotas que parecen darle un toque molón a una modernidad progresista y chachi. Un engaño manifiesto que no merece la pena tenerse en cuenta, salvo para ir avisando de esta mierda de creaciones a los menores que nos rodean para que abran los ojos cuanto antes. La serie no hay quien la coja: uno se queda viéndola, por curiosidad, para ver por dónde van a salir los guionistas, sabiendo que no hay salida posible, y que se va a cumplir lo que acabo de exponer en esta sensata visión y crítica.

Reptiles se vuelve densa, turbia, pesada... Muy pesada. Sólo cuando la cabeza parece que te va a estallar y comienzas a pensar en la aspirina, la trama da un giro hacia el alivio.

Necesitabas sumirte en la asfixia para entrar en situación y retomar luego ese hálito vital que te invita a llegar hasta el final. Igual que hace el personaje de Benicio, enorme, para aguantar la compostura en ese equilibrio demoledor para los nervios de cualquier mortal que no sea él.

La cinta es olvidable, todo hay que decirlo; valga la situación a la que invita. A del Toro, eso se la ha de traer al pairo.

Esta cinta de Terrence Malick es un absoluto cuadro viviente que invita a la meditación contemplativa a través del paisaje, sus pausas y la cadencia de sus reflexiones serenas. Todo ello con la guía sonora de un siempre magnífico Hans Zimmer, que modula muy bien todo aquello que no se dice y otorga grande alivio en las angustiosas escenas de batalla que necesariamente han de ser horribles, pero visionadas.

Y ojo, que la meditación no es para el encuentro con una serenidad artificiosa, sino con una profundamente madura que hace frente a los horrores de la p... guerra para empaparse de ellos y salir convencido posteriormente de su rechazo.

Una maravilla antibélica para no hacer de lo bélico... una maravilla.

Esta iba a ser mi puntuación y crítica de 65 mientras me acercaba al final de la cinta completamente aburrido:

Título: Un Parque Jurásico innecesario.
Puntuación: 4
Crítica:
"Adam Driver tiene papeles memorables en películas notables. Prometía ser un actor a tener en cuenta por su carisma y simpatía; se erigía como un acertado criterio para decidir ver una peli sin riesgo a equivocarse.

Pero es que aquí, Adam se ha tropezado con una piedra de proporciones meteóricas. 65, más allá de la genial ambientación y efectos especiales, no logra salvarse ni siquiera con él. Aunque incluso así, en lo que a mí respecta, seguiré depositando mi confianza en él."

Hasta que... ¡Oh, sorpresa!

(Atención: Aconsejo ver la película antes de leer el spoiler. Hágame caso, se lo ruego, o se perderá un auténtico golpe de efecto y no disfrutará de ella ni de su impacto final.)