La película explora la delgada línea entre el dolor y la ira, una línea que es aún más peligrosa cuando se está enojado con la persona que está de duelo. Aunque en realidad, la película es mucho más que eso: un duro y tierno retrato observador, exquisitamente matizado de emociones encontradas.

El director gasta una sensibilidad especial para retratar personajes complejos, imperfectos y emocionalmente vulnerables. Transforma una historia de muerte, traición y disfunción familiar en una película entretenida, que también se las arregla para ser emocionalmente reveladora. Por suerte resulta fácil conectar con los conflictos emocionales de un padre de familia, y más si lo interpreta George Cooney en una de sus más sentidas actuaciones.

Y sin embargo, la película nunca se siente sobrecargada. Es ese sello distintivo del estilo Payne que se adapta perfectamente al talento de Clooney para la mezcla de lo serio y cómico.

El secreto de la película está en su humor inteligente debajo del drama que transmite una sensación de tranquilidad aún en los momentos más incómodos. Desde luego Clooney es serio candidato a ganar el Óscar a mejor actor.

No será el paraíso, pero siempre hay algo de esperanza para los personajes de Alexander Payne, se encuentren donde se encuentren.

Debido a como Meryl Streep absorbe a su personaje desde el primer minuto hace que sea demasiado fácil de perdonar los defectos de esta película sobre una de las figuras más formidables del siglo 20 y la primera mujer líder de una nación occidental.

Enmarcada como una sucesión de flashbacks, la película habita en la longitud de las debilidades mentales y físicas de la Primera Ministra a la vez que pisa el terreno más subjetivo de los recuerdos, tanto buenos como amargos.

Temas como la guerra de las Malvinas, las batallas con los sindicatos o su caída estrepitosa del poder pasan precipitados a modo de regresiones, centrándose en el lado humano y el carácter de la Thatcher.

¿Cuánto de buena es la interpretación de Meryl Streep? Lo bastante buena como para salvar a la Thatcher y encaminarla a la gala de los Óscar

La primera hora de la película engancha y te mantiene alerta en todo momento, los planos cortos y escogidos al milímetro suscitan tensión al espectador, pero luego decae y tropieza en una encrucijada de la que no sale bien resuelto.

Hay un claro paralelismo entre la propagación del virus y la propagación del miedo, así como una crítica feroz contra la forma de gestionar ese miedo por parte de las autoridades.

Trata de ser un ejercicio analítico de los procedimientos científicos, políticos y mediáticos que rodean a una pandemia mundial, pero Soderbergh se centra en la historia del virus, no la historia de sus personajes (a pesar del gran elenco de actores del que dispone), de modo que a medida que el tiempo va transcurriendo se hace pesada y monótona.

La maldad está presente en las guerras, el terrorismo, la violencia, pero también tiene presencia en lugares como un edificio de la capital transitado por sus inquilinos. El film trata de una pesadilla hiperrealista donde Tosar interpreta a un atípico villano, incapacitado para ser feliz.

"Mientras duermes" obliga al espectador a empatizar con el personaje malvado a pesar de la repelencia que provoca. Se fomenta la tensión y el suspense orientado a que el espectador quiera proteger al malo y se ayuda con música y los tiros de cámara.

Una historia sórdida, donde el espectador no sabe quién va a ganar la partida y la acción transcurre agónicamente. Buen trabajo de Tosar y buen trabajo de Balagueró.

Cisne negro hace malabarismos en una cuerda floja entre el virtuosismo y la locura, dos estados que se relacionan y están obligados a entenderse en la mente del espectador.

Un excelente trabajo de fotografía y música se suman a la actuación de Natalie Portman, que es sin lugar a dudas la mejor interpretación de toda su carrera.

Pero más allá de la interpretación, la psicosis y el suspense de la cinta, Cisne Negro es una historia truculenta y angustiosa que habla de la competitividad, la represión sexual, y dependencia familiar, donde los recovecos más oscuros de la mente de una bailarina muestran que a veces el enemigo no está fuera sino dentro de uno mismo.

Muy buena.