'Cualquiera menos tú' representa la cabecera de mi vuelta a las comedias románticas, un género desterrado por la necesidad de dar un respiro al producto comercial básico en el que se estaban convirtiendo. No es que esta película se aleje de dicha calificación, pero me suscita un par de cosas que otros films del estilo no estaban consiguiendo. Como, por ejemplo, el deseo de ser la prota -con sus clichés y todo- que vive un amor idílico en un paisaje idílico también, rodeada de gente y escenarios molones que no ponen las típicas trabas al enamoramiento. Porque es una peli guay, dirigida por una mente abierta que adapta lo mejor de los viejos y los nuevos tiempos. Aparte de su banda sonora dosmilera y el argumento basado en el concepto arraigado de pareja romántica, desfilan por la pantalla, asimismo, una colección de outfits modernos veraniegos, vacaciones soñadas en Australia, una boda LGTBI friendly, familias que fluyen y dejan fluir... Creo que después de mucho tiempo, la comedia romántica ha ampliado su target y ha logrado captar a cualquier perfil de espectador.

Quizá se presente la película más simple de Pixar en cuanto al plano argumental. La idea no va más allá de un amor imposible, al más puro estilo Romeo y Julieta, pero adaptado a las exigencias de los más pequeños de la casa. Sin embargo, la evolución gráfica, artística y creativa son el sello diferenciador de 'Elemental'. ¿A qué me refiero? Que si no fuese por la explosión de colores, signos y figuras estrambóticas y coloridas, el filme podría tratarse de un remake (o de una obra inspirada) de otros muchos títulos romanticones. Siguiendo el canon de sus primas-hermanas, no le falta el humor (que roza el cuñadismo pero luce hecho a propósito) y la escena cuasi-final lacrimógena con su respectiva moraleja de empoderamiento. No es la mejor peli, desde luego. Pero pienso que es una monería.

Seámos sinceros: "La ballena" no es una película para todos. Es incómoda, angustiosa, claustrofóbica. El reflejo de la grasienta habitación del pánico. El inquietante escenario en el que la soledad y la dejadez se dan la mano para perderse, lejísimos de la razón. Pues eso. Una peli que, comprensiblemente, no es apta para cualquier público. Sin embargo, deja un mensaje tan bello y cotidiano que postula a perdurar más allá de los tabúes que la sociedad todavía no es capaz de tratar con rigor, entereza y profesionalidad. Es decir, se deja disfrutar (y mucho) pese a los complejos que emanan al salir del cauce normativo del cine. Me gusta. Me gusta que la realidad tan palpable que crea el brillantísimo Brendan Fraser sea tan solo la excusa para transmitir la más sincera y cruda verdad. Nadie puede huir de un fin asegurado, por eso, la vida se reduce a perdonar, aprender y mejorar.

'Cinco lobitos' pone de manifiesto la evidente ausencia de un manual de instrucciones en el desempeño de un rol familiar. Ser un buen progenitor, un buen hijo o un buen esposo (y los acabados en -a), esa es la cuestión. Una cuestión ambigua e inmedible. Aunque angustiosa, parece ser -y más si se afronta el caos en silencio o fingiendo que no existe-. La película, cruenta pero sincera, no es más que el reflejo de un bache con el que topa un tren en marcha. Una estampa que constata que, efectivamente, la vida es un ciclo donde, a veces, uno es feliz sin saberlo. Y que, a falta de ese dichoso manual, no queda otra que hacer lo se puede.

'American Beauty' refleja una tragicómica crítica de la vida media americana poniendo en bandeja una serie de secuencias protagonizadas por el imperioso deseo de obtener aquello que no se posee. Con la caracterización abrupta y desmedida de cada uno de sus personajes -todos ellos con su cárcel (rutina) particular - Mendes consigue el 'embobamiento' del espectador a costa de imágenes que, simplemente, son cotidianas. Porque esa es la esencia de esta película: hallar la belleza en lo usual, en la vulgar bolsa de plástico que se adapta al ambiente, se acomoda y, aún así, es capaz de bailar. Lo otro no trae más que consecuencias... y qué decirle a nuestro Kevin, brillante protagonista y dramaturgo, quien, a pesar de apropiarse de todas las emociones humanas en dos horas de filme, finalmente, se empapa de felicidad. Con sus consecuencias, ya digo.