El documental es una delicia visual como pocas veces he visto. La calidad de imagen (en Dolby Vision) es inmejorable, haciendo que la experiencia sea maravillosa.
No se le puede poner ningún pero porque no lo tiene.
El truco viene cuando escuchas la voz en español del narrador y descubres que es la de Penélope Cruz. Si bien es una actriz aceptable, su voz no es que sea la más adecuada para este tipo de trabajos. Una dicción absolutamente mediocre -la mayoría de las veces no se le entiende nada de lo que dice- unida a un tono inapropiado consiguen empañarlo y estropearlo todo hasta el punto de proporcionar a las incomparables imágenes que podemos ver una atmósfera que no se corresponde con lo que escuchamos.
Desde aquí, recomiendo encarecidamente escuchar la voz original del narrador en inglés, David Attenborough. Por lo demás, es un material completamente imprescindible, el cual y con las tecnologías que hay hoy en día se convierte en una gozada.

Tengo una extraña sensación después de que el propio Clint haya confirmado que Walt Kowalski es el personaje con el que le recordaremos, tanto nosotros como las generaciones venideras antes de que se vaya para siempre y cada vez que veamos "Gran Torino", tengamos la reflexión de que, por buena que sea, que de hecho lo es, siempre nos invadirá la duda de poder haberlo visto interpretando otra película, pero, el paso del tiempo es impepinable, irreversible, seguro y constituye el único aval que la especie humana puede asegurar como certero y Clint, que es más sabio que la mayoría, así nos lo ha plasmado en esta última obra maestra que nos ha regalado a los millones de enfervorizados seguidores y admiradores que se reparten por todo el planeta, entre los cuales se incluye un servidor.
Clint pone patas arriba el modelo establecido como correcto en esta sociedad en la que el individuo tiene como aspiración llegar a ser feliz, aunque no sea de manera constante, sí por momentos, todo ello basado en pilares sagrados que nos han autoimpuesto por cojones como es la familia, pero la familia no es elegida por el individuo que pretende ser feliz, y esa misma familia a veces supone la mayor carga y el mayor enemigo de uno mismo que hace que con el paso de los años las arrugas excesivas y el ceño fruncido se apoderen de tí, mostrando una imagen asquerosa y repugnante para todos aquellos a los que les encanta prejuzgar sin conocerte, incluida tu propia nieta, a la que la mala educación y los nefastos modales le hacen pedirte de la peor manera un puto sofá y si cuela, tu coche que simboliza lo único que realmente quieres de verdad aunque no tenga vida, pero que, según los parámetros que tú mismo has establecido te da más cariño que a los que se les presupone vivos.
Y también puede que te invadan otros demonios de los que jamás podrás escapar, pero quién sabe si para redimirte de ellos antes de abandonar este asqueroso mundo, los descendientes de esos "demonios" se conviertan en las únicas personas que de verdad te quieren porque tienen la virtud que tanto deseaste siempre en tus seres cercanos pero ellos no se atrevieron a radiografíar porque sencillamente y pese a ser tu familia, no tenían la suficiente capacidad o paciencia para ello. Sigo en spoiler.

Clint Eastwood, desde que rodó "Cazador blanco, corazón negro", ha mostrado una regularidad en todas sus películas de notable alto, exceptuando las películas llamadas de encargo y de cara a la galería sin ningún otro fin que el recaudar pasta, y, especialmente desde que nos regaló esa descomunal obra maestra llamada "Mystic river" hasta esta última "El intercambio", su promedio es de matrícula de honor, por culpa de una serie de films que forman ya parte de la historia del cine y que han catapultado al realizador norteamericano en el grupo de los más grandes de todos los tiempos y en el director número 1 del cine mundial desde hace más de una década y que hace que, cada vez que escuchemos su nombre, nos demos cuenta de que tenemos la inmensa suerte, al menos los cinéfilos de pro de poder pagar gustosamente una entrada para ver el último regalo que nos ofrece para que nuestras almas estén satisfechas al salir de una sala de cine y poder seguir teniendo fe en que el cine es un arte y no un mero entretenimiento para comer palomitas durante más de dos horas mientras vemos un espanto de cosa llamada de manera errónea película en la que ni siquiera le hemos metido mano a nuestra compañera de turno con lo que la experiencia no es amortizable, se mire por donde se mire.
Eastwood es un mago: Se propone que una madre se encuentre en la más absoluta de las desesperaciones ante la desaparición de su hijo, y, tras hacer todos los intentos posibles para ser ayudada, se encuentre en una situación en la que las autoridades que deben socorrerla, sabedoras de la verdad, se comporten peor que la propia realidad y todo para mantener su inexistente categoría de protectores de los ciudadanos.
Lo que hace que Eastwood se convierta en un Semi-Dios es la capacidad de mimetización y aislamiento, a la vez que un talento descomunal para que Angelina Jolie salga en pantalla y no la relacionemos ni con Brad Pitt, ni con sus hijos adoptados, ni con sus reportajes en las revistas en las que la tachan de la mujer más sexy del mundo ni demás parafernalias y la veamos como una mujer de comportamiento y mirada sincera y serena, buscadora de una verdad imposible que serenará su alma para limpiarla la conciencia de un hecho que jamás permanecerá descansado en su ser, pero que, cuenta a su favor la fuerza ilimitada de ser una madre que quiere a su hijo por encima de todo y que busca la verdad... su verdad... la verdad que todos querríamos saber ante una situación tan desoladora...

Así me siento cuando he terminado de ver esta serie, como el secuestrado que empieza a tener sentimientos de afecto ante sus raptores, pese a que estos sean en su esencia unos hijos de la gran puta, gente desalmada que tiene un concepto de amistad limitado, cuyo único verdadero sentimiento es el que desprenden los billetes.
Y digo secuestrado porque "Los Soprano" me raptaron en el primer episodio y no me he desprendido de ellos hasta el capítulo 86, completando y devorando la serie en un periodo inferior a un mes, en el que la propuesta que me ofrecían era impactante, irresistible, cautivadora, hipnotizante... todo un lujo ver desde mi cama a través de la televisión las andanzas de Tony, Carmela, Paulie, Bobby, Silvio, Chris y un ilimitado número de fascinantes personajes, todos ellos escapados de las mejores películas del género y dirigidas por quienes todos sabéis y no voy a nombrar.
Hubiese sido un verdadero placer y una novedad mundial que esta serie hubiese sido llevada a la pantalla grande, pero en su totalidad, por ejemplo a razón de 2 episodios por entrada y que no hubiese sido posible la distribución de la misma de otra manera, salvo cuando finalizase, pues creo que las 43 entradas de las que constaría la serie entera estarían en una colección privada de quien aquí escribe, guardadas con cariño, ilusión y a buen recaudo.
No voy a entrar en matices de los mejores episodios o la explicación de su tremendo final, tan sólo me limitaré a seguir diciendo que cuando he escuchado ese "Don´t stop believing" de Journey, canción con la que se pone punto y final, he tenido la sensación segura de que la serie que acababa de visionar era grande, muy grande, tan grande o más que ese oso de peluche gigantesco llamado Tony Soprano, con una doble moral que estremece al más pintado y con una disciplina férrea para lo que le interesa y, en otras situaciones, con comportamientos de un niño de 3 años.
"Los Soprano" no es una serie de mafia, es el mayor estudio que se ha entregado en la historia de la televisión sobre el comportamiento humano, que bien podría ser estudiado en muchas facultades de psicología.
Serie irrepetible que deja en pañales a casi todo lo que hoy conocemos como series de calidad, y que me despeja las dudas sobre qué fue antes, el huevo o la gallina... sí, ya sabéis la respuesta... "Los Soprano", INMEJORABLE.

"Cinema Paradiso" no es la mejor película de la Historia del Cine, pero jamás se contó mejor la Historia del Cine en una película.
"Cinema Paradiso" es un test para encontrar personas que aman el Cine, en el que, a través de él, ven pasar sus propias vidas.
"Cinema Paradiso" anula al tiempo como magnitud que mide el paso de los años, estableciendo nuevas unidades como el cine mudo, la llegada del sonoro, la omnipresencia de la censura y el fin de ésta.
"Cinema Paradiso" es una historia de amor imposible, intensa y verdadera tras la insistencia férrea por ver una sombra abriendo una ventana, mientras los pájaros te cagan encima, pero tú, hipertérrito allí, sólo esperas tu objetivo, esquivando a la desesperación, aunque cuando ésta te invade y decides marcharte, a lo mejor es la mejor manera de comenzar un Año Nuevo mientras suenan de fondo unas notas escritas en el pentagrama del corazón cuando ella es quien va a buscarte y te dice que de verdad te quiere como quieres que te quiera.
"Cinema Paradiso" son algo más de un par de horas de razones de lo bonita que puede llegar a ser esta vida.
En 1989, Giuseppe Tornatore encontró la fórmula y nos la regaló a todos, evidentemente muchos querrán saber el secreto, yo, no le preguntaría eso, sencillamente le diría y parafraseando a alguien a quien admiro que gracias a películas como "Cinema Paradiso" soy mejor persona.