Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de Daniel Reigosa
1 2 3 4 5 6 7 >>
Críticas 34
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
3 de agosto de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Richard Linklater es un director de difícil catalogación. Capaz de filmar películas tan interesantes como Movida del 76 (Dazed and Confused, 1993) o la original (aunque cansina) A Skanner Darkly: Una mirada a la oscuridad (A Skanner Darkly, 2006), entre largometrajes con una clara vocación comercial como Escuela de Rock (School of Rock, 2003), mientras el director también encuentra tiempo para filmar una trilogía sobre un concepto tan universal como el amor, de la mejor manera posible.

Antes del amanecer (Before Sunrise, 1995) nos mostró el primer encuentro entre Jesse (Ethan Hawke) y Céline (Julie Delpy) en un tren -símbolo de lo pasajero, de aprovechar las oportunidades- y de cómo pasaron la noche juntos a la espera de una despedida que sonó a definitiva. Nueve años más tarde los protagonistas vuelven a converger en Antes del atardecer (Before Sunset, 2004), esta vez en un fugaz encuentro (hora y media a tiempo real en la película) que pareció ser definitivo. La tercera entrega de esta apasionada trilogía supone un brillante conclusión, totalmente necesaria, en la que se explica la cara más amarga de la pasión: la rutina y sus efectos devastadores.

Si la primera entrega situaba a sus personajes en la romántica Viena en lo que a posteriori significó el inicio de su relación, en la siguiente la ciudad escogida para un segundo (y definitivo) encuentro fue París -la tan veces denominada "ciudad del amor"-, con lo que tiene mucho sentido que la tercera entrega (Before Midnight, 2013) discurra en la antigua Grecia, cuyas ruinas que han soportado el paso de la humanidad desde tiempos inmemoriales. Grecia simboliza como ninguna otra ciudad el desgaste de lo construido, de lo que una vez fue eterno, en este caso concreto el desgaste del amor provocado por el paso del tiempo -es simbólica la escena en que Jesse y Céline divisan desde el coche las ruinas que ansiaba ver su hija y deciden volver en otra ocasión, como queriendo aplazar un problema del que aún no eran conscientes-.

Linklater, como es habitual en cada entrega, utiliza en su narración un ingenioso guión cargado de frescos e ingeniosos diálogos, así como meticulosos largos planos secuencia tanto con cámara fija, utilizada en secuencias en las que los protagonistas se desplazan (autobús, barco, coche), como con un ligero travelling cuando la pareja pasea, acompañándolos en su viaje. El director, a través de estas dos herramientas principales (diálogos y planos secuencia) disecciona numerosos temas de actualidad, aparte de definir de manera precisa los rasgos de personalidad de los dos amantes.

Antes del anochecer respeta el paso del tiempo real entre los actores (al igual que Antes del atardecer) en clara coherencia con la ponderación de la constante tiempo en cada entrega. En cada película podemos ver cómo evolucionan los personajes tanto a nivel físico, como intelectual, cómo pasan de la ingenuidad de la primera entrega a la madurez de la última. Precisamente en esta última entrega el amor empieza a resquebrajarse, muestra la fragilidad propia del paso de los años, aderezada por la aparición de la rutina -que es una bomba cargada que espera al momento menos indicado para ser explotada- y los fantasmas del matrimonio anterior de Jesse.

La película cuenta con tres partes bien diferenciadas aunque prácticamente continuas en el tiempo. La primera nos revela el misterioso final de la segunda parte, nos posiciona en la situación actual de los personajes a través de un espléndido plano secuencia de más de diez minutos en el coche, tras dejar al hijo de Jesse en el aeropuerto, hasta la mansión de unos amigos en el sur del Peloponeso. La segunda parte, que consta de más planos, transcurre en la enorme casa, en la que el anfitrión y varios amigos matienen conversaciones trascendentales sobre sexo, amor o política mientras disfrutan de la gastronomía griega. En la tercera, un relajado paseo de la pareja protagonista en el que reviven escenas del pasado y cuyos diálogos ayudan al espectador a comprender a los personajes (en otro larguísimo en interesante plano secuencia) hacia un hotel donde pasaran la noche, acaba convirtiéndose en una catársis de sentimientos, donde los reproches, el desgaste de la vida diaria en común, las frustraciones y desengaños se convierten en aliados del grito y la pérdida de respeto. Se trata de una última parte totalmente ensordecedora, en un tranquilo pero constante in crescendo, que se convierte en uno de los relatos más certeros sobre la vida en pareja jamás rodados.


Sólo queda hablar de los actores, fantásticos en sus respectivos papeles, donde Ethan Hawke raya a la altura de una Julie Delpy siempre superior en anteriores entregas. Además, los interpretes repiten colaboración en el guión, lo que demuestra la implicación de éstos con sus respectivos papeles.

Probablemente la mejor historia de amor en el cine de los últimos tiempos, en la que cada breve historia sólo es entendida en su totalidad gracias a la siguiente y en la que se define el instante en la vida de una persona como una perfecta y detallada explicación del propio ser completo. Desconozco si habrá nueva entrega dentro de nueve años, pero la trilogía en la actualidad funciona de una manera precisa como pocas historias de la gran pantalla.
Daniel Reigosa
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
3
3 de agosto de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando tu película lleva el mismo título que uno de los mayores best-sellers de los últimos tiempos, la atención del público y crítica está garantizada, eso sí, debes saber también que las comparaciones serán ineludibles. En este caso el parecido entre novela y libro se queda simplemente en el título, ya que mientras la novela de Max Brooks (hijo del director Mel Brooks) realiza un profundo análisis de los vicios de la sociedad exponiéndola (de manera documental y documentada) ante un ataque zombi mundial, la película esquiva cualquier análisis y se limita a cumplir como película de acción. Quien haya leído el libro (bastante recomendable, por cierto), sabrá que su adaptación al cine se presenta, cuanto menos, complicada. Haría falta un director más arriesgado que se atreva a filmar una especie de falso documental (creo que es la única manera de hacer este proyecto viable) y que trabaje desde una productora (aquí está la Paramount, paradigma de poco riesgo) más independiente que pueda apostar por este tipo de proyectos.

Uno de los aspectos fundamentales de la película es la movilidad y reacción de los zombies. Estamos acostumbrados a muertos vivientes de movimientos perezosos, arrastrándose en busca de comida, extremadamente patosos pero esencialmente lentos. Este tipo de zombis funciona a la perfección para hacer autocrítica de una sociedad dormida, en la que el exceso de tecnología nubla cualquier intento de movilización, una sociedad únicamente pendiente de satisfacer (de cualquier manera) sus necesidades más básicas, y en la que la superficialidad suple las carencias culturales. Es la era del todo vale y en la que existe relación directamente proporcional entre felicidad e ignorancia. En este tipo de películas subyace una profunda reflexión sobre nuestros valores y sistemas socio-económicos, poniendo en duda y haciendo tambalear su planteamiento desde los cimientos más profundos.


Por el contrario, los zombis de Guerra Mundial Z son rápidos, con un instinto depredador más agresivo, así como también se les intuye una cierta capacidad de trabajo en grupo. Simplemente con este cambio, que por otro lado ya empezaron a mostrar series como Dead Set: Muerte en directo (Dead Set, Charlie Brooker, 2008) o sagas cinematográficas como Resident Evil, el concepto cambia radicalmente. De análisis de la sociedad a película de terror con monstruos; de olor a clasicismo de las películas de George A. Romero a la modernidad apocalíptica con la invasión de una nueva especie; de los sonidos agónicos alargados a los gritos agresivos, etc. No obstante, en la serie Dead Set, seguía existiendo una fuerte crítica social, pero en este caso caía del lado de los vivos, ya que la serie estaba ambientada en un plató de Gran Hermano mientras el resto de la humanidad caía bajo la amenaza de los muertos vivientes (panorama desolador si los únicos supervivientes son los concursantes de un reality show y sus presentadores).


Otro aspecto fundamental que culmina en Guerra Mundial Z -y que ya viene pronunciándose desde hace varios años-, es la consolidación del género zombi como un género de moda, apto para superproducciones e incluso de carácter familiar, ascendiendo de categoría desde la "Serie B" en la que parecía permanecer de por vida hasta el "blockbuster" alcanzado con la película de Marc Forster. Series como The Walking Dead o películas como la anteriormente mencionada Resident Evil (y sus secuelas posteriores), 28 días después (28 Days Later..., Danny Boyle, 2002) o Amanecer de los muertos (Dawn of the Dead, Zach Snyder, 2004) han focalizado en los zombis el término apocalíptico, reemplazando a los desastres naturales tan machacados y sobreexplotados de finales de los 90.

Volviendo a la película, ésta aguanta bien, con un guión que funciona gracias a un par de decisiones acertadas (aunque cumpliendo con exactitud milimétrica los patrones más convencionales del cine comercial actual) y con escenas muy impresionantes: como la primera aparición de los muertos vivientes en un atasco en Philadelphia o la fantástica secuencia ambientada en Israel con el asalto de una masa de zombis al muro gigante construido por las autoridades para aislar el país.

Aquí el héroe (el único) es Brad Pitt pero, aunque no desentona en el papel, falta sensación de que lo que está ocurriendo es a escala mundial y de proporciones desorbitadas (algún apunte en forma de noticias en la TV o imagen aislada). Los zombis, como comentábamos anteriormente, son bestias salvajes agrupadas en hordas imposibles de detener lo que, unido a la dinámica y frenética cámara del director provoca pocos momentos de relax (casi todo es acción) a lo largo del film con lo que queda poco espacio para la planificación y estrategia, algo de lo que más abunda en el libro (exceptuando una gran escena al final en la sede de la OMS que no desvelaremos, pero en la que la pausa, el raciocinio, el miedo y el suspense se mezclan con inteligencia para mantener al espectador pegado a la butaca).

Se trata de un producto comercial de alto nivel pero que, siendo estrictos, contiene demasiados vicios hollywoodienses que no se deberían pasar por alto, como iniciar una conversación en un edificio y continuarla en la siguiente escena en un coche para dar continuidad, focalizar demasiado la cámara en la cara de Brad Pitt para deleite de sus seguidoras (o seguidores) o la anticipación constante del "todo saldrá bien" -generalmente impuesto por los estudios- para que el público salga con buen sabor de boca tras la actuación del héroe de turno. Este compendio de errores y vicios formales hacen que un servidor no acabe de disfrutar del todo con la película...a fin de cuentas yo prefiero a los zombis de Romero.
Daniel Reigosa
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
14 de junio de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La duda universal
“Ser o no ser: esa es la cuestión”, planteaba Shakespeare en boca del Príncipe Hamlet en el ultra famoso soliloquio. Hamlet pronuncia estas palabras tras la visión del fantasma de su padre, que le revela que había sido asesinado por su propio tío, en complot con su madre tras haberle sido infiel. Hamlet se cuestiona así el SER, cumplir su venganza y matar a su tío, lo que le convertiría en asesino; o el NO SER, es decir, no hacer nada.

Tras el visionado de la magnífica película dirigida por Ernst Lubitsch, Ser o no ser (To Be or Not to Be, 1942), queda claro que el título no está escogido al azar. En el filme del director berlines tienen cabida las infidelidades, las tramas de asesinato y los engaños. Los personajes, cuidadosamente tratados, también tienen que hacer frente a la duda en sus acciones. El SER implica la toma de decisiones, hacer frente a las adversidades, es el paso que deben dar los valientes. Y en este caso los valientes son una compañía de teatro, la última esperanza de la resistencia para acabar con un respetado profesor polaco (Prof. Siletsky, interpretado por Stanley Ridges) que decide traicionar a su pueblo y colaborar con los nazis, tras la repentina (y sorpresiva) invasión de Polonia por parte de las tropas del Führer.

Hi Myself!
La película, en un brillante inicio cargado de ironía y humor, comienza su narración en la apacible vida de la Polonia pre-invasión, centrándose en los personajes de una compañía de teatro liderada por Joseph y Maria Tura (Jack Benny y Carole Lombard) que, casualmente, están ensayando “Gestapo”, una obra de teatro crítica con el nazismo. Cabe destacar de este inicio el fantástico momento en que el actor que representa el papel de Hitler, grita “Hi Myself!” al responder al saludo convencional nazi de “Hi Hitler”, desvelando el director el tono que va a ir adquiriendo la película.

La invasión polaca y la aparición de un joven piloto enamorado de María Tura y que sospecha de los oscuros planes del Prof. Siletsky, provocará que los actores de la compañía teatral se revelen como parte clave para el éxito de la resistencia polaca. A partir de este momento, la película se articula como una ingeniosa sátira antinazi, en la que el guión fluye como pocas veces se ha visto en el cine. Una maquinaria perfecta donde todas las escenas son necesarias y los chistes se suceden de manera magistral. Lubitsch se atreve con todo: el régimen disciplinario y totalitario, la cadena de mando, la propaganda con mensaje e incluso con la figura del propio Hitler.

La película está repleta de ironías, dobles sentidos y el característico “toque Lubitsch”, utilizando el ingenio para dejar entrever las insinuaciones sexuales de los personajes, esquivando así la tijera de la censura americana.



Arriba el telón
El teatro se convierte aquí en una constante metáfora de la vida, reflejando el día a día e incluso la muerte (el Prof. Siletsky muere en el escenario cuando se levanta el telón). En un continuo juego de repeticiones, el director alemán anticipa las reacciones de los personajes mediante la representación de los actores de la compañía, dejando en el aire la reflexión de que somos actores de nuestra propia vida.

Lubitsch también saca tiempo para satirizar un mundo que conoce bien, el de los egos y excentricidades de los actores y la pérdida de importancia y respeto a la figura del director. El vanidoso Joseph Tura es el conejillo de indias que usa el director para desahogarse y se encarga de dejar claro que el actor es sólo una parte más del engranaje final. Por el contrario, los secundarios se vuelven a erigir en parte importante de las películas de Lubitsch, destacando principalmente Greenberg (Felix Bressart) mediante el cual el director expresa las ambiciones de la clase media, en este caso la representación del monólogo de Shylock.

La escena final (nuevamente en el teatro) arroja una moraleja un tanto pesimista con el ser humano: la vida (el teatro) continúa mientras que las personas raramente cambian. Ernst Lubitsch firma una obra maestra, que parece más fresca cuánto más años tiene y que cada visionado aporta nuevos descubrimientos.
Daniel Reigosa
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
6 de junio de 2013
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hemos tenido que esperar un año para que En otro país, la película del director Hong Sang-soo se estrenase en España tras su paso por el festival de Cannes de 2012. De hecho se trata de la primera película del director coreano que llega a las carteleras españolas -sin duda uno de los grandes olvidados del panorama actual-, que viene avalada por la presencia de la actriz francesa Isabelle Huppert.

Hong Sang-soo propone un divertido juego de repeticiones e interacciones al espectador con esta película. A través de los guiones que escribe una chica en una habitación de un hotel, el director nos propone tres historias con varios elementos comunes entre ellas: objetos materiales (botella de soju, paraguas), personajes (socorrista, la chica del hotel), diálogos y planos. En todas ellas la historia se inicia con la llegada a un pequeño pueblo pesquero coreano de una mujer francesa llamada Anne (magistralmente interpretada por Isabelle Huppert).

Las historias fluyen al ritmo al que escribe la joven guionista, incluso rectificando ideas sobre el papel (como la escena de la segunda historia que transcurre a la orilla del puerto mientras Anne espera a su amante) y utilizando elementos de su entorno, como el hotel o su propia madre.
Al director coreano le hacen falta pocos recursos, pero muy bien escogidos, para definir a sus personajes (especialmente Anne). El uso de la climatología, la vestimenta o la interacción con los elementos comunes (interrelacionados en todas las historias), bastarán como elementos narrativos y definitorios de la personalidad de los personajes en cada historia.

Anne pasa de ser una directora bohemia e independiente (con una ropa elegante y sofisticada) en la primera historia, a una vivaz, ingenua e infiel esposa en la segunda (con un sensual vestido rojo), para acabar siendo una mujer despechada, en crisis y consentida (con un vestido de color triste).
Resulta magistral el uso del personaje del entrañable socorrista (siempre con la misma indumentaria, potenciando la idea de personaje invariable en las tres historias), cuyo encuentro con Anne (siempre de la misma manera) servirá al director (en la piel de la joven guionista) para experimentar con el personaje de Anne, poniéndola a prueba, observándola cuidadosamente y provocándole diferentes reacciones, en una especie de catarsis emocional.

Junto a todo este puzzle atemporal, construido meticulosamente, el director saca tiempo para hacer una profunda reflexión sobre la fragilidad de las relaciones personales, condimentada por la dificultad de entablar una relación amorosa (aquí el idioma), los celos o la búsqueda de la espiritualidad.


En definitiva, una película divertida, bien construida y estructurada, en apariencia simple pero de enorme complejidad, que supone un reto al espectador (preocupado por encontrar los elementos comunes en cada historia) y que refuerza la idea de necesidad de búsqueda constante del placer (aquí un pequeño faro). Maravillosa.

http://momentovosp.blogspot.com.es

Nota VOSP: 8,5
Daniel Reigosa
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
4
24 de mayo de 2013
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya es una costumbre que a los directores de más peso en Europa y Asia se les ofrezca un proyecto ambicioso (me refiero a más dinero) para revitalizar el decadente y sin ideas universo Hollywood, y también es costumbre que estos proyectos fracasen estrepitosamente, sobre todo a nivel de calidad, (no tanto de taquilla), recordemos casos como el de Michael Haneke y su horripilante remake de la inquietante Funny Games. Exceptuando a Ang Lee, reciente ganador del Óscar a mejor director por La Vida de Pi (Life of Pi, 2012), cuyo lenguaje se acerca más a lo demandado por el gran público, sin tener que fallarse a sí mismo.


Tras la repercusión que generó en su día Oldboy (2003), Hollywood se encaprichó de este director que convertía la violencia en un espectáculo de color y buen gusto -no deja de ser curioso que a la vez que el director coreano estrena nuevo proyecto bajo la producción americana, a un director americano (Spike Lee) se lance a hacer un remake de Oldboy-.

Pues Park Chan-wook ha hecho exactamente lo que se esperaba que hiciera (o por lo menos yo), es decir, una buena película en el plano visual (en eso los coreanos son auténticos maestros, no hay más que revisar la filmografía de Kim Ki-duk), pero floja en lo demás.

La película genera un clima muy interesante, atemporal (cuando crees que está ambientada en los años setenta te sorprende con un teléfono móvil), con una desaturación de los colores muy acertada. La potencia de ciertas escenas es arrolladora y la genialidad del director queda patente en algunos cambios de escena absolutamente geniales y realizados con un gusto exquisito. El uso del sonido como narración, muy al estilo de Darren Aronofsky, es una delicia y te mete en las escenas sin darte cuenta. Genial la escena de la cena con su tío mientras beben una copa de vino o la sensual escena de la ducha.

Y hasta aquí las virtudes, ya que el resto flojea por todos los lados, empezando por el guión, muy previsible y mal construido. En este aspecto, el novato Wentworth Miller (más conocido por su papel de hermano guapo de Prison Break) tiene mucha culpa, le falta consistencia y, sobre todo, ritmo. En la película no hay espacio para la imaginación, te lo dan todo masticado y eso es un error gravísimo en una película de este género.


La película no consigue enganchar (por lo menos a mi, ya que estoy leyendo críticas bastante favorables), te deja frío y encima los actores no ayudan demasiado -Nicole Kidman aparte, que después de las miles de operaciones ya no se sabe si ríe o llora-. Una decepción del un director del que se podía esperar más, ya que su lenguaje es muy del estilo del gran público y que tras lo visto en Oldboy podría dar mucho juego en la sosa industria hollywoodiense pero, eso sí, en Oldboy contaba con un guión.

http://momentovosp.blogspot.com.es/

Nota VOSP: 4,0
Daniel Reigosa
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
1 2 3 4 5 6 7 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow