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España España · Miranda de Ebro
Críticas de la28
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Críticas 25
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
4
10 de diciembre de 2023
9 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decepcionante. Esta película me ha parecido un episodio malo de “Cuéntame”.Las interpretaciones, excepto las de CarolinaYuste y Pablo Verdarguer, flojas y descuidadas ( ¿fallo del director?). La escritura de los personajes, plana y superficial. El doblaje sin sincronizar en muchos momentos. ¿ Por qué se han doblado o da esa sensación? Es un guión facilón. Lo mejor: Las canciones y CAROLINA YUSTE ( No se la pierdan en El cover).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
la28
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3
13 de marzo de 2023
0 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que hay una epidemia de series que en realidad son largometrajes en porciones. ¿Dónde están aquellas series que te enganchaban desde el primer episodio? Cada capítulo era una historia cuyo desenlace abría otra para el siguiente. Ahora, si llegado al tercer episodio no ha conseguido interesarme, no sigo perdiendo mi tiempo., En el cine estrenan películas cuya duración da para una miniserie y las plataformas hacen series que son largometrajes troceados. No entiendo nada.
Upright es otra más del montón pandémico: bien producidas, bien interpretadas pero un coñazo.
la28
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8
9 de junio de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un día de 1960 un joven afroamericano, versado en todo tipo de drogas y bien cualificado para la delincuencia, cometió un atraco a mano armada. Nunca hubiera podido imaginar que aquel delito, además de llevarlo a la cárcel, supondría el primer paso hacia su conversión en uno de los líderes sociales más importantes de la comunidad negra de la historia reciente de EE.UU. Durante su estancia en la prisión de Virginia, este joven, llamado Petey Greene, pudo desarrollar su talento para seducir a la gente. Primero lo hizo con sus compañeros de prisión. Cada día, durante veinte minutos, se le permitía dar rienda suelta a su lenguaraz verbo y ejercitarse como pinchadiscos a través de la megafonía de la cárcel. La condena de 10 años le fue conmutada por libertad condicional, y en Washington, su ciudad natal, tuvo lugar la metamorfosis.
El recorrido de dicha trasformación es lo que se relata en Talk to me. Película desbordante, arrolladora, cargada de intensa vitalidad.
En plena efervescencia de la década de los sesenta, con los ánimos dispuestos a cambiar el mundo, la población negra de EE.UU. quería también hacerse oír. Entonces la radio seguía teniendo un enorme poder de difusión, y Petey, sin pretenderlo, convirtió su voz en un poderoso instrumento de movilización de masas.
En la cinematografía estadounidense, se puede considerar casi como un subgénero, dentro del biopic, las historias del nacimiento de un líder. Un título más reciente, Me llamo Harvey Milk, retrata el proceso de otro joven hasta llegar a ser uno de los primeros abanderados del movimiento gay. Sin embargo, este filme, aunque correcto y con una excelente interpretación de Sean Penn, es convencional y plano. Mucho más interesante es el tratamiento dado al protagonista biografiado aquí, porque junto a la ebullición social de aquella época, incluido el trauma causado por el asesinato a Martin Luther King, se describen también los cambios interiores de Petey, con sus claroscuros, que le ocasionan los acontecimientos externos. La directora, Kasi Lemmons, consigue imprimir un ritmo ajustado; incluso al variar de tono no lo deja caer y nos lleva, sin dejarnos pestañear, desde la ácida comicidad hasta un dramático y palpitante tiempo histórico. Trabaja con material de primera. Unos actores sobresalientes: Don Cheadle encarnando al excesivo Petey; Chiwetel Ejiofor como Dewey Hughes, descubridor del carisma del ex convicto; el siempre interesante Martin Sheen y un restante acertado reparto. El guión, salpicado de diálogos cáusticos e hilarantes. La banda sonora, imprescindible.
Sorprende que siendo un filme accesible a un público mayoritario, con interpretaciones “oscarizables” y estrenado en el Festival de San Sebastián, su distribución posterior en España haya sido tan nefasta. Solamente 1633 espectadores han pasado por taquilla.
la28
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8
19 de abril de 2009
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“En estos momentos de ambigüedades, de medias verdades, yo sólo intento decir la verdad”.
Esta frase -pronunciada por Xavier (José Coronado), el profesor de universidad coprotagonista de Todos estamos invitados- resume la voluntad de Gutiérrez Aragón, quien concibió la realización de esta película como “un deber ciudadano” Aunque en otras ocasiones haya abordado temáticas políticas, su filmografía no es la de un Ken Loach. Su estilo, sus historias, suelen estar tocadas por matices costumbristas, e incluso de realismo mágico. Ese “deber ciudadano” ha puesto una semilla en el desierto de la ficción cinematográfica española relacionada con la cuestión del terrorismo etarra. Hasta ahora, ETA había aparecido en el cine de manera colateral o bien en guiones donde el autor mantenía cierta equidistancia o comprensión hacia los asesinos.
Pero, ¿y el punto de vista del espectador, su nivel de información previa? Me pregunto cómo asimilaría este filme un sueco, por ejemplo. Tal vez no entendería muy bien el motivo que origina el acoso criminal al profesor universitario, y probablemente lo achacaría a un fallo del guión por lo poco verosímil. Sin embargo, los espectadores españoles sabemos que el fallo es de la realidad. No obstante, el cinéfilo nacional asistirá, si quisiera abstraerse, a un entretenido thriller. Gutiérrez Aragón, desarrollando una gramática clásica del género, hace así más accesible su denuncia. En los primeros diez minutos, con una sintaxis perfecta, describe el paisaje geográfico y humano donde se van intuyendo los acontecimientos. La música de Ángel Ilarramendi nos introduce en un clima de suspense y desasosiego. Una vez planteado el nudo, las situaciones y los diálogos, sin ser nada forzados, están llenos de carga metafórica. El papel de la gastronomía no es trivial; motivan un escenario muy rico, literal y visualmente. En el comedor de una sociedad gastronómica, mientras desfilan ante nuestros ojos suculentos platos, es donde surgen las frases más contundentes y estremecedoras:
“- ¿Qué? ¿Estaban buenas las cocochas?
-Sí. Las mejores que he comido nunca.
-Me alegro. porque son las últimas que vas a comer en tu vida.”
Contrastando con la potente realidad hay unas escenas oníricas que son las más endebles, por innecesarias. Todo lo demás está ajustado. La interpretación de Oscar Jaenada encarnando a Josu Jon, el terrorista desmemoriado, es sobresaliente: de pocas palabras y sobria, consigue hacernos dudar de si realmente no se acuerda o es que quiere olvidar. La idea del etarra amnésico procede de un hecho verídico que Gutiérrez Aragón conoció a través de Juan María Bandrés. También auténtico, pero mucho más frecuente, es el caso de Xavier, el profesor amenazado. No es un héroe, pero ha dado un paso que no tiene marcha atrás: ha dicho lo que piensa, y, como le aconseja la Ertzaintza, “la mejor autoprotección es estar calladito”.
Gutiérrez Aragón no se calla. Nos habla alto y claro, aunque casi todos estemos sordos.
la28
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8
19 de abril de 2009
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si queremos recuperar la inocencia como espectadores, y sentarnos delante de una pantalla con el ánimo dispuesto a dejarse llevar y deslumbrar por la belleza de un sencillo cuento, donde hay buenos y malos, La antena nos brinda la oportunidad perfecta. Nos sentiremos en la piel de aquellos primeros testigos del cine, de mirada intacta e ingenua. Nada que ver con lo que nos hemos convertido: cinéfilos cubiertos de escamas escépticas entre las que rara vez se cuelan el asombro o la admiración hacia una nueva historia, y que aspiramos, al menos, a no mirar el reloj hasta que salimos de la sala. Por eso, si pasados los primeros minutos de proyección, no hemos conseguido desprendernos de nuestras escamas, asistiremos solamente a una simple y obvia alegoría sobre la falta de libertad de expresión que imponen, paradójicamente, los dueños de los medios de comunicación que silencian la voz de la sociedad y anulan el pensamiento individual y crítico. Merece la pena, por tanto, disfrutarla, además, como ejercicio de poesía visual que recoge, entre otras, influencias del cine expresionista de Murnau o guiños y homenajes a la magia de Méliès. Es un filme en blanco y negro, prácticamente mudo. Como el cine antiguo, también es mudo para los ruidos; todo el sonido está “pegado” a la película, de manera que se realza ese tono naif. La falta de voz de los personajes se compensa con la gestualidad, la caracterización, el maquillaje, textos que interactúan dentro de la imagen y una hermosa y elocuente banda sonora. Pero no se trata sólo de reproducir una estética reconocible sino que también sorprende, continuamente la original puesta en escena que desborda creatividad y ternura.
Detrás de este regalo cinematográfico está el director argentino Esteban Sapir, que ha dedicado muchos años para hacer real un sueño. Previamente al rodaje, toda la película estaba dibujada, plano a plano, en un impresionante story board de 4.000 dibujos hechos por él mismo. Aunque hay una sofisticada labor de postproducción digital, siempre que pudo utilizó maquetas y efectos ópticos para parecerse más al cine primigenio.
En cuanto a los actores, esta es una película donde han tenido que ser muy generosos. Sus papeles parecerían fáciles, por esquemáticos, pero. acostumbrados a ser intérpretes con voz, el tener que trabajar suprimiendo su instrumento fundamental, suponía actuar bajo un cierto síndrome de mutilado, aceptando ser un engranaje del espectáculo; no los protagonistas.

Aunque La antena se presentó en Festival de San Sebastián de 2007, en la sección “Horizontes latinos”, tal vez no fuera vista por los críticos de cine o éstos la verían con las escamas puestas… Después de su estreno comercial en mayo de 2008 sólo pasaron por taquilla 5.500 espectadores. Este es el drama de la pequeñas distribuidoras que arriesgan para ofrecernos joyas y no nos enteramos.
la28
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