Sin desmerecer al clásico de Robert Wise, esta película es una maravilla estética. Los colores, las sombras, las luces, los claroscuros dan una vida nueva a esta nueva versión de nuestro moderno Romeo y Julieta. Me cuesta entrar al principio, porque uno siempre tiene en mente la maravillosa versión previa. Para mí no alcanza el olor a clásico de la versión previa, pero, como digo, es una maravilla a nivel estético y de dirección.
En cuanto al reparto, más ajustado en edad que el del clásico, me gustaría destacara a las dos protagonistas femeninas, sobre todo a María que, desde que aparece en pantalla por primera vez, te enamora. Más blanditos me parecen los protagonistas masculinos, entre los que destacaría a Bernardo.
En definitiva, merece la pena ver esta revisitación de un clásico que no necesitaba una revisión, pero que tampoco sobra, sobre todo a nivel visual. La he visto en casa y me ha gustado mucho. En el cine tiene que ser una gozada.

Lo que más destaca de esta película es su belleza visual y su banda sonora. Es un ejemplo de cómo los efectos especiales pueden estar al servicio de una película que no sea de acción, y no que la película esté al servicio de los efectos especiales, como ocurre con las tres últimas películas de la saga Star Wars.
La película tiene una gran viveza en sus colores y en sus decorados, en algunos cuadros emulando a cuadros. Por ello, es conveniente verla en el cine o en dvd. A todo ello le acompaña una magnífica banda sonora que acompaña el ritmo lento de la película (lo que no significa que la película sea lenta) y su romántica historia (sin caer en cursilerías ni en dramas innecesarios para contarnos una historia de amor que trasciende más allá del cielo y el infierno).
Advierto a los detractores de Robin Williams que éste no es el histriónico que es habitualmente, sino que está muy contenido. Se encuentra muy bien acompañado por Annabella Sciorra, la cual transmite una gran tristeza de trasciende la pantalla.
Tal vez, si se le pueda poner varios peros, sobre todo, al final, el cual no pienso desvelar. La aconsejo, pero hay que verla sin prejuicios.

Mel Gibson sigue demostrando que es un gran director. La película es cine en estado puro, sin necesidad de palabras. Es una película de acción trepidante, donde sí, hay violencia, pero la justa y necesaria y sin que resulte desagradable al espectador.
La película es un canto a la familia, con momentos memorables comparables con la lágrima de Dios de "La pasión de Cristo", como es el parto acuático. En ningún caso la violencia se muestra en su más cruda realidad como puede ser una violación o hacerle daño a un niño.
Los actores son desconocidos pero algunos están geniales. La música es una maravilla, al igual que la ambientación.
Una película muy recomendable, aunque, tal vez, se le podría haber pedido algo más de profundidad. Pero es una magnífica película de acción.

Thriller de abogados que defienden a un psicópata. Sin sorpresas. Las interpretaciones no son nada del otro mundo y el argumento es bastante flojito, con un romance metido con calzador, y un abogado medio lelo que se plantea temas morales al defender a un psicópata cuando se da cuenta de que era culpable, después de haberlo defendido con anterioridad.
Si un abogado criminalista se limitara a defender a los acusados que fueran inocentes, se moriría de hambre, por no hablar de que no respeta el principio del ordenamiento jurídico de que toda persona tiene derecho a la mejor defensa, que pueda pagarse, añadiría yo.

Deliciosa comedia mágnificamente dirigida por el maestro Billy Wilder e interpretada por Jack Lemmon, que sin llegar al nivel de otras colaboraciones entre ambos, como "Con faldas y a lo loco", "El apartamento" o "Irma la dulce", no deja de mantener una sonrisa en nuestros labios. Típico Billy Wilder, que ya es muchísimo.
Reflexión de este gran director sobre el carácter latino sin llegar a caer en los estereotipos.