"Brute Force" claramente trata sobre el abuso de poder y todo lo que este desencadena. Dicho poder es ejercido con mano ferrea por el sádico capitán Munsey, un personaje que sirve para exponer como el motivo de la elección de esa clase de trabajos puede ser el gozar de una gran autoridad para dejar salir la crueldad interna. Pero además, Munsey es una clara representación de cualquier lider autoritario, por lo que todo remite al fascismo.
Si bien Dassin comete errores que van desde los flashbacks poco importantes sobre la vida amorosa de los reclusos, hasta la inclusión de momentos discursivos y poco cinematográficos, también se luce con momentos increíbles como las escenas de tortura que recuerdan a "Roma città aperta" (1945) de Rossellini, o la secuencia del intento de fuga durante el final que cierra la película gloriosamente exponiendo el caos y la anarquía de la situación con una fuerza tan apabullante que recuerda a la obra de Eisenstein.

Una película siniestra y con esto no me refiero a su trama de suspenso, sino a su ridícula propaganda liberal a favor de los propietarios.
Más allá de que el éxito de un género como el thriller depende muchas veces de la suspensión de incredibilidad en el espectador, el caso de esta película es extremo, ya que cualquiera sabe que en la vida real son los propietarios quienes tienen todas las de ganar contra los inquilinos. El verosímil en este caso está completamente forzado para victimizar a quienes poseen propiedades (seguramente el guionista, el productor y el director pertenecían a ese grupo socio-económico acomodado).
En casos como de "Air Force One" (1997) la propaganda supo envolverse con un gran espectáculo de entretenimiento, pero "Pacific Heights" ni eso pudo lograr, ya que para colmo es bastante aburrida.
Lo único bueno fue la presencia de Michael Keaton y que el personaje del marido propietario está expuesto como el verdadero pelotudo que es.

Los que se dicen machos se acobardan y huyen bien temprano, mientras que las mujeres sobrepasan las complicaciones y se quedan para luchar.
Los hombres a cargo de la caravana, a cargo de "cuidar a las mujeres" comienzan teniendo un mal concepto sobre ellas, las subestiman y creen que no pueden cuidarse solas. Finalmente las mujeres terminan por demostrarles cuan equivocados estaban.
Si bien la historia transcurre en el lejano oeste, su tratamiento sobre el rol de las mujeres como sosten y empuje de la sociedad puede estar referenciando a como ellas también sostuvieron el país durante la Segunda Guerra Mundial.

Es un western de personaje y su protagonista es un hombre idealista y aventurero que vaga sin destino en busca de su libertad y de un paraíso perdido, un lugar donde el capitalismo y sus límites aun no esten asentados. Por eso, por su trauma pasado y sus cicatrices exteriores e interiores odia los cercos de alambre de puas: los límites de la propiedad privada que solo llevan a la destrucción individualista.
El maestro King Vidor además de contar con la magnífica performance de un actor tan imponente como Kirk Douglas tiene a Jeanne Crain en el rol de una mujer moderna de negocios. Este personaje femenino está claramente emparentado con otras mujeres fuertes y caóticas de la filmografía de Vidor: Ruby Gentry (Jennifer Jones) y Rosa Moline (Bette Davis)

Como de costumbre en el cine clásico predomina la ambigüedad y en este caso sabemos lo que desea la mujer pero nunca estamos seguros de lo que desean los hombres...
No es casual que desde lo formal mayormente veamos a Gilda de frente, mientras que vemos a los hombres de espaldas. Gilda es el único personaje que muestra sus sentimientos de forma sincera. Los hombres son prisioneros de su propia masculinidad y al no poder ser libres se comportan de forma destructiva, ensañándose sobre todo con Gilda. Se desquitan haciéndola su prisionera, la mujer que está ahí para ser vista por ellos: publicamente cosificada, deseada, celada, odiada y envidiada, mientras que en la intimidad aún más maltratada e ignorada. Y la propia Gilda intenta constantemente liberarse y vengarse utilizando como arma su propio atractivo físico.
Se palpa la influencia de Casablanca, pero ciertamente ambas partieron de otra película anterior: "Shanghai Express" (1932), aquel clásico de Marlene Dietrich con von Sternberg donde una misteriosa y bella mujer se robaba toda la atención. No es casual que las tres películas partan de una premisa similar: hombre dolido que aparenta ser un cínico se reencuentra en un lugar exótico con la bella mujer que fue su pareja y lo lastimó, todo ocurre mientras hay asuntos de guerra de por medio. Tampoco es casual la aparición de la secuencia del carnaval, la cual puede estar referenciando mas directamente al universo cinematográfico del propio Josef von Sternberg.