'Lo que sé de Lola' es una investigación constante del discurso interior, y una aventura que se acerca a lo experimental a partir de continuas pinceladas de director de clase, concediendo un valor sublime a las imágenes que filma más allá del cine hablado. Pero la historia, que en un principio se presupone idónea para llevar a cabo este experimento, se termina convirtiendo en una bomba que no termina de explosionar, y lo que comenzó como un exotismo, se termina convirtiendo en un ir y venir de miradas insulsas, giros previsibles, y soliloquios cercanos al paroxismo.

Dolls es cine oriental. Porque, a pesar de las diferencias abismales entre las películas que nos llegan de Mongolia, y las que provienen de culturas ejemplares como la china, la coreana, la filipina o la japonesa, todas ellas comparten una visión tan similar del cine como la que utilizamos para denominar otros cines como el europeo o el americano.

Relatos místicos, casi folclóricos, costumbristas, pero a su manera, envolviéndolo todo de un romanticismo onírico tan directo como minimalista; con sus tópicos y sus maneras de ver, entender y sentir la vida. Muchas veces, simplemente por exóticos y diferentes, esos estereotipos nos suelen parecer sugerentemente hermosos.

Diálogos sopesados. Cada palabra está milimétricamente incluída en el texto, con lo que se consigue un cine tan visual como silencioso y contenido. En Dolls, por ejemplo, la historia se sustenta a través del teatro de marionetas, donde todo gira entorno a los diálogos corporales, metafísicos y/o metafóricos de sus protagonistas.

Además, la plasticidad visual de Dolls simboliza a grandes rasgos el cine que produce el amplio conjunto de directores orientales actuales. La riqueza de planos, los movimentos calculados y la estética colorista generan un discurso visual independiente y locuaz, que de alguna manera hace que el presente y el futuro del cine tenga que tener muy presente a autores tan diferentes como Kar-Wai, Ki-Duk, Yimou, Miike y tantos otros que engrandecen con sus películas ese misterioso arte que -a duras penas- encadena 24 fotogramas por segundo.

Tom DiCillo parece renegar de su pasado indie muy a su pesar. En esta fábula cursi y esterotipada, desde un principio, pretende satirizar la comedia romántica americana a través de una parodia que, lejos de sus propósitos, se termina convirtiendo en un culebrón venezolano. A pesar de Steve Buscemi. Repito. A pesar de Steve Buscemi.

En 'El almuerzo desnudo' todo supera la realidad. Porque David Cronemberg no es un director al uso, es mucho más que eso. De hecho, la película no se queda en mero experimento, es mucho más que eso. Es un esperpento en sí misma, una caza de lo surrealista a cualquier precio, un juego con la ficción narrativa más o menos argumentada. No digo yo que deteste esa tendencia cool que algunos llaman 'el fin del argumento', repito, es mucho más que eso. Porque esta pequeña pieza experimental quiso ser la avanzadilla de algo banal e insulso y se terminó convirtiendo en mucho más que eso. Sin ir más lejos, 'Naked Lunch' nació con el síndrome del caballo de Troya posmoderno, y se quedó en un buen puñado de mierda.

La 'txalaparta', como instrumento musical, tiene una filosofía compartida por, al menos, dos personas que armonizan sus inquietudes y su ritmo. En este estupendo documental la txalaparta expande ese sentir hasta límites transnacionales, y conjuga su caracter comunitario con culturas que, en sí mismas, poseen formas similares de sentir la música y la vida. Y 'Nömadak tx' se limita a capturar precisamente eso. Música. Vida. Cine.