... es decir, ese tipejo sin nombre al que su incompetencia le hace recibir lo suyo y lo de su primo. Y es que, amigos míos, en esta película los hay a cientos, cada cual más inútil para mayor gloria de los protagonistas, una especie de "übermensch" capaces de las mayores proezas físicas y psiquicas (ver spoiler). El antagonismo Statham-Owen debió apestar a testosterona y mamporros, pero la combinación entre un guión absurdo y un director gris han hecho que todo se reduzca a ceños fruncidos (sinónimo de intensidad actoril en estos tiempos), peleas de ejecución confusa y duración inverosímil, y unos diálogos para besugos que matan cualquier atisbo de drama. No hay espacio suficiente para enumerar los tópicos sobre el mundo de los sicarios que son recuperados por los libretistas, y que producen una sensación de deja-vu desagradable porque hay un buen puñado de películas sobre el tema mucho mejores: si no tienes nada que aportar al paradigma de asesino de buen fondo que quiere dejar el negocio, no lo hagas. En definitiva, amorfa película de acción carente de la más mínima personalidad y/o interés. Ah, se me olvidaba, sale un tipo que se llama Robert de Niro y que se parece un huevo al actor...

La afición de los estadounidenses por los thrillers políticos sólo es comparable a la de los ingleses por las películas de época con aristócratas: se han explorado todas las combinaciones posibles con congresistas, presidentes, lobbies, etc, y con dispares resultados. A favor de los Idus de marzo, centrada en un proceso de primarias dentro de un sólo partido está una sobria dirección de Clooney y un reparto atractivo, que le da una pátina de cine clásico muy de agradecer. Sin embargo, la película no es redonda porque aunque no aburre no apasiona, y para esto la explicación puede ser que los españoles desconozcamos en demasía el intrincado sistema político yanqui o que el guión no de más de sí. En definitiva, película recomendable en cuanto adulta y seria pero con mucha menos intensidad que trabajos como "Buenas noches y buena suerte" (Gosling es más guapo que David Strathairn pero peor actor).

La única razón por la que trataré de ser elegante en esta crítica es porque el director, Edgar Wright, nos ha regalado momentos deliciosos con Hot Fuzz y Shawn of the dead, ambas memorables y bastante más hilarantes. He de decir que el arranque de Scott Pilgrim es muy potente, y me gusta la agilidad con la que trascurre, contando con algunos momentos muy inspirados, como los musicales. Por otra parte, la plasmación del lenguaje del cómic en el cinematográfico es muy hábil y sin haber leído el original me imagino que Wright debe haber aprobado la adaptación sin dificultad, siendo notable el trabajo de post-producción. El gran problema de esta película, en mi opinión, es que la historia central no es muy interesante, o al menos no lo es para una película, y una vez superado el choque visual inicial, se convierte en una tediosa sucesión de homenajes al mundo del videojuego (logrados, eso sí) que diluye completamente cualquier intento de profundizar en las relaciones humanas o de hacer un espectáculo con mordiente, no solo visual. Hay gente que la define como una comedia romántica, pero a mí no me lo parece, porque las peripecias a la postre son grotescas, sin mucha ironía, y el duo protagonista no establece la química necesaria aunque por separado no están mal. Por tanto, al final solo queda un enorme guiño a una generación muy concreta a través de sus modelos de ocio, pero no hay la capacidad de guasa o de mala baba que pedía.

Solo hay una cosa imperdonable en este tipo de cine, y es el aburrimiento. Realmente las licencias narrativas o la ausencia de originalidad son pecata minuta siempre que el espectáculo tenga una mínima brillantez; pues bien, no la tiene. El ritmo festivo que podía encontrarse en sus antecesoras, y que podía llegar a compensar sus defectos, ha desaparecido y solo queda un desarrollo plomizo, una repetición de fórmulas y muuuchos minutos de metraje. Por supuesto, Ian McShane siempre es un aliciente, y junto a Geoffrey Rush y la desaparición de Orlando Bloom es lo mejor de la película; Johny Depp, para ser honestos, solo coge el cheque y poco más. En resumen, nula aportación al universo narrativo previo, y lo que es peor, sin diversión.

Este documental es muy recomendable porque da una idea bastante completa de cómo estan imbricados los sistemas filosóficos y de sanación en lugares tan ajenos a nuestra experiencia como la India. Así, asistimos tanto al punto de vista de aquellos que la administran como de los que la reciben, así como los fundamentos teóricos de este arte milenario. No es mi intención polemizar, pero el director parece creer bastante en la efectividad de los preceptos ayurvédicos y su integración de los aspectos físicos y mentales del ser humano, y sinceramente me parece muy bien. Obviamente, no dedica ni un solo plano a sugerir que quizás esas personas no tienen acceso a otro tipo de atención, a que el Estado Indio no está en condiciones de ofertar otro tipo de medicina y a que si se realizara un estudio estadístico serio acerca de su efectividad, tendríamos en que pensar. Tampoco hace mucho hincapié en el hecho de que la inmensa mayoría de aquellos hindús que pueden permitirselo y tienen una enfermedad grave van un hospital de usos occidentales. En definitiva, a todos los amantes de lo New age y a los que creen que un tumor de 20 cm se puede curar con hierbas y meditación les entusiasmará, y al resto les parecerá simplemente una buena forma de conocer otras formas de vivir y de pensar.