Las escenas de (poca) acción y la interpretación de Moretz juegan un papel clave en el filme; son lo único que merece la pena del mismo. Sí se puede apreciar, en alguna escena, un pequeño resquicio de sintonía entre toda la parafernalia que es el hilo argumental, que, saturado de diálogos intrascendentes y clichés de la industria hollywoodiense, sobreexplota una vez más la decrepita fórmula nacida de los ya ajados huevos de oro de la gallina.

Poco tengo que decir sobre esta serie a la que poco sentido le encuentro. Si bien los protagonistas ofrecen unas actuaciones sosas y vacías, el único que se salva es nuestro querido Neil, que logra con gran éxito cautivar al espectador con sus interpretaciones extravagantes y cómicas.

Sin embargo, el excesivo uso de CGI para la puesta en escena, así como el hecho de que estos efectos especiales estén a medio cocinar, rompen la ilusión creada y convierten cada episodio en una estrambótica sucesión de acontecimientos triviales.

Una pena que semejante interpretación por parte Neil quede eclipsada por la banalidad de la serie.

Hacia tiempo que no veía un elenco tan acertadamente elegido. La interpretación, de cualquiera de ellos, es fantástica y aporta a la historia vigor y entusiasmo. No obstante, destaca sobre todos Matt Damon con su más que gloriosa actuación. Por otro lado, la historia, única e inigualable, nos hace ver el lado más humano de la sociedad. Sin duda estamos ante una de las más grandes películas de este año.

La nueva historia sigue los pasos de la original, sin desmarcarse mucho de ellas, lo que la convierte en predecible. El hype creado entorno a Luke resulta decepcionante, pero es eclipsado por las admirables actuaciones de los nuevos protagonistas, destacando sorprendentemente Ridley y Driver. En definitiva, una notable continuación a la trilogía original.