El referente más evidente y hasta por momentos sospechoso de plagio es Big Fish; madre terminal que cuenta sus andanzas de juventud con tintes de fábula a su hija descreída, con retorno periódico al momento actual en medio del flashback generalizado en el que consite el resto de la película. El otro ingrediente de la pócima es Forrest Gump (o cualquier otro film biográfico donde se relate una historia de amor imposible, irrealizable, con reencuentros y abandonos moteando el film). Tampoco se puede negar que Benjamin Button tenga otros aspectos novedosos, ni que coger los retales de otras creaciones y enmendarlos para hacer una nueva obra carezca de mérito; de hecho en eso basicamente se ha convertido el cine moderno, carente en su mayoria de innovaciones técnicas o narrativas y dadivoso con los remakes, las secuelas, las precuelas, los spin-off, las remasterizaciones, los montajes del director, las escenas eliminadas, etcétera.

La película es enfermizamente oscarizable por momentos, Fincher ha dejado los experimentos con gaseosa (quizá mas loables que su viaje al lado luminoso de la fuerza) y ha tomado la ruta de lo hollywoodianamente correcto, tintes emocionales por doquier, moraleja del estilo capraniano de que bello es vivir y sus momentos lacrimógenos correspondientes (yo he llorado viéndola al menos). El inicio es prometedor, posteriormente y una vez aceptada la singularidad del protagonista se entra en una zona pantanosa que roza lo plúmbeo,y que fácilmente podría haber sido recortada en beneficio del espectador, para llegar a una última parte que va in crescendo y realmente contiene el núcleo y la esencia de la película, la rescata de su soporífero discurrir y la transporta a otra dimensión repleta de ternura y compasión, centrandose en la realización de un amor primigenio, idealizado, eterno, un amor más allá de edades, mundos o épocas.

Gomorra no fue seleccionada como candidata para la ceremonia de los Oscars, ¿ha de sorprendernos? Es un título que ha recibido excelentes críticas y multitud de premios a este lado del Atlántico, amén de la taquilla realizada. El impacto mediático de la novela y de su autor, Saviano, condenado a muerte por la mafia italiana, ha sido inmenso. Y Hollywood le ha dado la espalda. Sin embargo analizando el suceso todo parece comenzar a encajar como las piezas de un puzzle. El directo estilo visual de Gomorra, su estridencia auditiva, su violencia explícita hacen que sea una película ciertamente incómoda de ver. Sin retrotraernos en exceso una joya del tamaño de 4 meses, 3 semanas y 2 días, justa palma de oro en Cannes, con una secuencia de la realización de un aborto en primer plano, fue ignorada igualmente en las nominaciones de 2007; otra muestra del conservadurismo que se destila en la meca del cine y que pocas veces deja abrir las puertas para que entre aire fresco, como sucedió con el premio a Crash o al canto eutanásico de Million Dollar (aquí el plan B era premiar una historia de vaqueros homosexuales con lo cual en Los Angeles se encontraban atados de pies y manos a conceder la estatuilla a un film políticamente incorrecto y de temática controvertida). Ahí están Amenabar y su mar adentro, Benigni y su vida es bella, aparentes narraciones truculentas pero que son agradables de ver y encierran un canto por la vida, conmovedoras, tamizadas al más puro estilo norteamericano, rodadas sin hueco a la heterodoxia. De ahí sus galardones. Gomorra es un tortazo en la cara, a ratos hedionda, sucia, carente del glamour mafioso del Padrino. Hecha para no codearse con el tufo bienpensante californiano; bien lo sabía Tarantino cuando en su discurso por el mejor guión original de Pulp Fiction afirmó que tenía la certeza de que esa noche no volvería a subir al escenario…y tuvo razón.

…Y Kubrick murió con las manos vacías.

La película es una multitud de diálogos entre los dos personajes, de los cuales algunos son más afortunados y otros más intrascendentes; en lo referente al hecho romántico a mi personalmente no me ha transmitido una sentimentalidad especial y no me considero ningún Bogard; la ciudad de Viena, la belleza de Julie Delpy y la brevedad del metraje juegan a favor de la cinta, que podría llegar a agobiar porque llega un momento donde no hay más que escarbar en la personalidad de los personajes, siendo lo efímero y frágil de su encuentro lo que aviva un poco la contemplación de su relación.

Vi este documental en Documentos TV hace unos años y lo menos que puedo decir es que es impactante y descorazonador; muestra a niños que apenas han cumplido 10 años en su mayoria viviendo como mendigos, bebiendo como hombres, drogandose y muriendo sin apenas haber iniciado a vivir. No está orientado al llanto ni a la compasión pero es inevitable que aparezcan esos sentimientos; en España no estamos acostumbrados a este panorama, por fortuna, aunque cada vez se ven más niños, especialmente inmigrantes, pidiendo en los metros, malviviendo en la calle. Siempre he sido un defensor de los documentales, ese género demasiado olvidado más allá de Moore, porque si alguien puede mostrarte la realidad cual es ¿por qué hacer una película que la imite?. Recomiendo, por último, un documental que también emitieron en documentos TV y es, sin duda, lo más estremecedor que he visto; se llama "las habitaciones de la muerte", y trata sobre los orfanatos chinos. En filmaffinity no viene puntuado; se puede bajar del emule, no se si queda muy legal decirlo.

Siempre he desconfiado de la gente que cree en dios, sé que probablemente no son culpables de ello, quizá ni siquiera alardeen de ello, e incluso puede que sean mejores personas en sus actos y conductas y tengan una mayor fortaleza interior que yo por ello mismo, pero definitivamente viven engañadas y eso en mi fuero interno me supone un problema al entablar una interacción con ellas; me desagrada la manera en que influyen en la sociedad con sus costumbres atávicas y su espiritualidad recalcitrante. Asimismo siempre me ha parecido curiosa la distinción realizada, con ánimo de legitimar sus creencias, entre las religiones monoteístas de mayor aceptación (el islam, el catolicismo, el judaísmo, etc.) y las sectas más minoritarias (la cienciología, los testigos de Jehová o los amish de “Único testigo”) cuando en definitiva flotan en conjunto sobre la misma esencia, y sus diferencias, si bien importantes a nivel de penetración en la vida de una persona, son cuantitativas y no cualitativas. Jesús Camp es un retrato extraordinario de cómo teledirigir a un ser humano desde su más tierna infancia lavándole el cerebro de una manera tan desproporcionada que debería estar sin duda penada por la ley (se que al decir esto peco de iluso porque en USA la “ley” se podría decir que aprueba, justifica e incluso apoya este radicalismo religioso a ultranza). Es también sorprendente comprobar como las dos culturas sobre las que gravita el mundo actual (la judeo-cristiana y la musulmana), enfrentadas, opuestas y enemigas eternas ambas desde la época de la reconquista y los cruzados, por mucho que la llamada “alianza de civilizaciones” pretenda hermanar se cobijan, se relamen y se parapetan bajo diversos clichés y creencias comunes: un dios todopoderoso que les respalda y ayuda en la batalla, un más allá para los caídos, un libro sagrado, unos tabúes disfuncionales que sólo persisten como códigos de conducta de la tribu y unos centros de oración donde reunidos bajo un mismo techo replicar una y otra vez las mismas cantinelas con la finalidad de crear una unión entre los allí presentes e infundirse el ánimo de espíritu que la simple vida mortal no les puede deparar.