Entendida por todos como testamento cinematográfico, al menos a nivel interpretativo, “Mula” es la crónica de un hombre que, en el ocaso de su vida, busca la redención mediante su propio sacrificio. Personalmente, siempre me pareció ejemplar la forma que tuvo Clint Eastwood de despedirse en “Gran Torino”, por lo que este epílogo se me antoja innecesario. Aún así, “Mula” ofrece suficientes virtudes para recomendar su visionado. Por encima de todo, la constatación de que el de San Francisco sigue conservando intacto su carisma, lo que permite hacer atractivo un relato que interpretado por otro actor hubiera resultado demasiado plano. No hay que obviar, en este sentido, que el guión es poco arriesgado, muy previsible y los personajes secundarios son meras caricaturas (malotes y tías buenas, no hay mucha cosa más). No obstante, como digo, Eastwood se las ingenia para que la historia avance sin perder interés, con ese clasicismo marca de la casa, sabiendo aprovechar como nadie un personaje que le viene como anillo al dedo.

Desconozco si la historia de Earl Stone guarda paralelismos con la propia del actor y director, pero no es difícil interpretar que en esas reflexiones sobre el equilibrio entre trabajo y familia haya un poco de los dos. La humanidad que desprende y el cariño con el que es dibujado, denotan que al director de “Sin perdón” el personaje no le es del todo ajeno. Evidentemente, “Mula” no figurará entre las mejores películas del Eastwood director, pero mantendrá para siempre el honor (ojo, si el tiempo no dice lo contrario) de ofrecer la última interpretación de uno de los más grandes.

Lo mejor: la dignidad que Eastwood aporta a su personaje.

Lo peor: la sensación de que se le podía haber sacado mucho más jugo a la historia.

Siempre he considerado atractivas las historias con pocos personajes encerrados en un único escenario. De ahí suelen salir películas interesantes, en las que la tensión y el suspense acostumbran a ser elementos habituales. En el caso que nos ocupa todo indicaba que podía haber un caldo de cultivo que nos trajera otra pequeña joya que incorporar al subgénero. Pero, lamentablemente, no es así. “Feedback” parte de una premisa argumental interesante, pero se muestra excesivamente torpe narrativamente hablando, tanto en la presentación de personajes como en el desarrollo de la historia.

La película del debutante Pedro C. Alonso, se ve lastrada por dos aspectos fundamentales. Por un lado, ni el protagonista principal ni los secundarios adquieren durante el relato suficiente entidad. Se quedan en meros estereotipos (sobre todo esa pareja de enmascarados) y caricaturas, retales de otras películas, sin personalidad propia. Ello aleja la historia del espectador, que se ve afectada a la vez (y aquí entraríamos en la segunda losa que impide que el film alce el vuelo) por un guión sin pulir, lleno de incoherencias y que deja al espectador con más de una pregunta al salir de la sala. La sensación es que se trata de un debut fallido, cuyas buenas intenciones se ven diluidas por la falta de oficio.

Lo mejor: la contundencia de alguna de sus escenas.

Lo peor: ni las actuaciones ni el desenlace ayudan a hacerla mínimamente creíble.

Esta es una película fruto del signo de los tiempos. Esto es, un argumento que no tiene nada de original, pasado por el filtro del nuevo feminismo, protagonizado y dirigido por mujeres. Aspecto importante si tenemos en cuenta el punto de vista diferente que esto ofrece, sobretodo al personaje principal, defendido con dignidad por una Nicole Kidman, muy lejos de la imagen glamurosa a las que nos tiene acostumbrados.

Karyn Kusama propone un thriller seco, sucio, de reminiscencias ochenteras, en el cual no falta ningún elemento de los que caracterizaron el género. Traficantes, atracos imperfectos, dinero marcado y policías de vuelta de todo, atrapados por un pasado, en busca de redención. Y en el centro de todo ello, una perdedora en pleno proceso de autodestrucción. Aspectos que conforman una película que avanza en paralelo mediante flashbacks, en un juego narrativo del que Kusama logra salir airosa. Un divertimento con sabor a nostalgia que gustará a quienes añoran aquellos thrillers de justicieros callejeros.

Lo mejor: Kidman, dándole entidad a su personaje.

Lo peor: unos secundarios demasiado estereotipados.

Estamos ante una de esas películas difíciles de catalogar. En principio es un biopic, pero también puede ser una comedia, un drama, una película sobre política, y, aunque no contenga ninguno de los elementos que caracterizan al género, una película de terror. No, no hay ningún tipo acechando a jovencitas en un callejón oscuro, pero sí, un asesino en serie eliminando desde el sillón de su despacho a miles de personas sin que le tiemble el pulso. Con el añadido que esto no ha salido de la imaginación de ningún guionista, si no que es real como la vida misma. Causa pavor, está claro, el retrato, no solo de Dick Cheney, sino de la historia política reciente estadounidense, que nos brinda Adam McKay. Horroriza comprobar en manos de quien ha estado el orden mundial. En manos de quien hemos estado todos, en definitiva. Y se nos hiela la sonrisa al comprobar cómo gente tan mediocre como el que fuera vicepresidente de los Estados Unidos, llegó a acumular tanto poder de decisión.

“El vicio del poder”, película que se postula como un imán a la hora de atraer premios diversos en todas las categorías, se muestra como una sátira despiadada hacia una persona y su entorno, hacia una manera de entender la política y las relaciones internacionales, siempre al servicio de los intereses personales de quienes sustentan el poder. McKay juega con el espectador y parece sentirse como pez en el agua mostrándonos el patio trasero de la Casa Blanca, alumbrando la cara oculta de la alta política mientras nos eriza el vello con revelaciones que dinamitan cualquier sentido de la ética y la justicia.

Y no sería justo dejar de destacar el gran trabajo de caracterización de los diferentes personajes que aparecen a lo largo del film, a la altura de la labor interpretativa que nos regala todo el elenco. Christian Bale esta soberbio, pero sus compañeros no le desmerecen en absoluto.

Lo mejor: la contundencia de lo que se nos muestra.

Lo peor: algunos tramos resultan indigestos.

Estamos ante la reivindicación de la diferencia. Tan diferentes son los protagonistas de este relato entre el resto de la gente, como la misma película lo es respecto a las que habitualmente llegan a nuestras carteleras. Entre sus encantos está esa mezcla de thriller (el aroma a noir nórdico envuelve la película desde la primera escena) y fantasía, tan sugestiva como inhabitual, sacudida por una historia de amor extraña, puro lirismo freak elevado a sus más altas cotas. Pero no es solo la celebración de la discordancia lo que impera en la película de Abbasi, sino también el reclamo de la naturaleza como símbolo de vida, la contraposición del bosque como refugio físico y espiritual frente a una casa que es de todo menos un hogar. Transgresora y gamberra, “Border”, no obstante, nos obsequia con retazos de poesía visual y, frente al repetitivo esquematismo formal y narrativo del cine actual, es capaz de dejarnos unas cuantas escenas para el recuerdo, que no es poca cosa.

Lo mejor: Tina y Vore, desde ya, una de las parejas cinematográficas más singulares de la historia del cine.

Lo peor: un cierto exceso con el mal gusto.