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Críticas de Melón tajá en mano
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Críticas 113
Críticas ordenadas por utilidad
7
22 de noviembre de 2011
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres años después de la emotiva 'La ventana', Carlos Sorín regresa al frente escribiendo y dirigiendo 'EL GATO DESAPARECE', thriller psicológico en su sentido más pleno con un punto de partida básico e inquietante: un paciente de una clínica psiquiátrica vuelve a casa con su mujer tras recibir el alta.

Sorín aprovecha cada milímetro de película y se basta con un fabuloso metasintagma antes de los créditos iniciales para presentarnos al protagonista. Su background queda al descubierto en sólo tres minutos a través del análisis de su historial clínico.

En 'El gato desaparece' el director argentino da una lección sobre cómo crear expectación únicamente con dos personajes enigmáticos y de recovecos perfectamente dibujados. El espectador asume rápido que no hay espacio suficiente en los psiquiátricos para tanta locura y que buena parte de ella tiene que quedarse fuera.

La banda sonora (compuesta por su hijo Nicolás) acentúa correctamente cada escena sin recurrir al histrionismo. De diez son la fotografía y el sonido, que juegan roles fundamentales en este viaje a las trastornadas psiques del paciente y su señora, cuyo sufrimiento es tan contagioso como esquizofrénico.

El cineasta se hace grande utilizando el cuadro y el espacio escénico con una inteligencia poco habitual entre sus compañeros de oficio. Justo cuando la película empieza a enfriarse el director nos rescata del abismo con un exquisito ejercicio de fuera de campo, elevando la tensión de la película a su cota más alta.

Sorín roza la gloria con la punta de los dedos pero nos deja helados con un giro final frío, colegial y poco acorde con todo lo narrado. Muchas de las cálidas sensaciones se desvanecen en un solo minuto. Fantástica película, sobre todo para huir un rato de tanta cordura.
Melón tajá en mano
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La casa Emak Bakia (Emak Bakia baita)
Documental
España2012
7,5
315
Documental
26 de noviembre de 2012
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera (y de momento única) película de Oskar Alegría es una hermosa e inteligentísima composición de planos que da lugar a un fabuloso relato lleno de matices. Un viaje tras los pasos de Man Ray que se deja caer en los brazos de una apasionante sucesión de casualidades y causalidades.

Cada detalle de la travesía está construido con el mayor de los cariños. El viaje es tierno, acogedor, bien improvisado, idílico, romántico. Sin prisa alguna por cerrar el billete de vuelta. Fluyen ríos y ríos de sensibilidad. El azar, gran protagonista, convierte al espectador en el copiloto perfecto que se mantiene expectante por la siguiente parada, el nuevo destino.

‘La casa Emak Bakia’ es una película pequeña que te hace sentir gigante hinchándote las arterias con el mejor de los entusiasmos. El equilibrio perfecto entre lo obsesivo y lo poético. Una auténtica fascinación ultrasensorial. Una de las mejores experiencias que he tenido jamás en una sala de cine. Gracias, Oskar.
Melón tajá en mano
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2
22 de noviembre de 2011
14 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo habéis conseguido: ya está en vuestro cine más cercano la cuarta entrega de 'Twilight' ('Crepúsculo'), la famosa saga de vampiros pop. Y visto el tirón comercial de la versión vampírica de 'Beverly Hills 90210', la broma va para largo.

La tortura se divide claramente en dos mitades: la primera nos atiza con un romanticismo artificioso y la segunda nos remata con una suma inconexa de escenas patéticas. Los productores se siguen haciendo de oro gracias a la generosidad de un público encandilado por el cine hecho en piloto automático.

Diez minutos y la escena de la boda son suficientes para entender que nos han colado como película un videoclip de dos horas. Repito: dos horas. La máxima expresión de la agonía llevada al cine.

Se mire por donde se mire, la nueva entrega está hueca. Su argumento carece de sentimientos y no pasa del melodrama plano. Ni rastro de fantasía en el relato. Pasan muchas cosas, pero ninguna interesante.

Los modelos que hacen de actores suenan a chiste gracias a su más que dudoso talento y a unos diálogos que parecen escritos con el codo. Da la risa floja ver al trío protagonista tratando de actuar en serio.

Como un taladro en la cabeza cuando estás durmiendo: así suena la banda sonora. Las emociones hay que buscarlas con microscopio. La acción y la tensión se han quedado dormidas en casa.

Lo cierto es que el director de la película cumple con su misión de entretener a los aficionados de la saga dándoles más de lo mismo. De momento todos parecen estar contentos con una fórmula que es simple y funciona: a más carnaza, más apetito.
Melón tajá en mano
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8
28 de noviembre de 2011
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algo ha llovido desde que Robert Redford dirigiera en 1980 la inolvidable 'Ordinary People'. La carrera como director del rubio norteamericano ya va por su octava película: 'THE CONSPIRATOR' (traducida por los pelos como 'LA CONSPIRACIÓN'), filme basado en el juicio a los supuestos asesinos del presidente Abraham Lincoln a mediados del siglo XIX.

Estamos ante un thriller de grandes dimensiones narrativas cuyo interés crece a buen ritmo gracias a un guión mayúsculo que gestiona a la perfección el icerberg de la información. James McAvoy está perfecto como protagonista y abogado defensor. Pero el que llena la pantalla con pocos minutos de metraje es, una vez más, el inconmensurable Tom Wilkinson.

La dirección cumple sobradamente con una genial ambientación de época y una realización limpia sin aspavientos ni lujos. La banda sonora es tan asombrosa como la función dramática que cumple. Puede que la fotografía se obceque en la búsqueda del naturalismo y que en algunos diálogos haya demasiados cambios de plano, pero el resultado global de la cinta es sobresaliente. Casi de obra maestra.

Redford nos regala muchos minutos del cine más exquisito en todas y cada una de las apasionantes secuencias judiciales. El director es coherente hasta las últimas consecuencias y da un golpe certero al espectador con un doble giro final que desemboca en una escalofriante escena final de las de quitarse el sombrero.

El jurado popular, clavado en su butaca, dicta sentencia: así se hacen las cosas, rubio. Ahora toca esperar el veredicto de la taquilla.
Melón tajá en mano
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6
13 de diciembre de 2012
22 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jamás leí la novela original de Víctor Hugo, pero a cambio tuve la inmensa fortuna de disfrutar de mi abuelo relatándome una y otra vez la misma batallita de forma apasionada y con todo tipo de detalles. No hay lectura capaz de superar la narración intensa de un lector entusiasta, podéis estar seguros.

El pecado de la mayoría de adaptaciones que se han hecho de ‘Les Misérables’ es haber descafeinado una tragedia cargada de elementos críticos sociales y morales. En este caso el pecado es mortal y casi imperdonable.

Las posibilidades de que un musical respete el tono original de cualquier obra son remotas: las emociones fuertes quedan atrapadas en la capa extra-edulcorada de la siempre idealizada trama romántica. El filtro hollywoodiense convierte en light todo acto revolucionario acontecido fuera de los EE. UU.

Es muy probable que Tom Hooper -director de esta nueva versión para el cine que antes fue teatro- arrase en las galas de premios habidas y por haber. Y tiene algunos buenos argumentos para hacerlo, aunque la mayoría sean más actorales y técnicos que de realización.

Hugh Jackman es el rey de la selva en este género. Indiscutible. Contundente. Y aunque él solito podría cargar en sus espaldas toda la película, otros dos compañeros de reparto logran mantener el tipo con admirable contundencia: tanto Russell Crowe como Anne Hathaway rozan el sobresaliente.

La primera hora de cinta resulta, a grandes rasgos, una genial exhibición de esfuerzo y talento. Después el ritmo cae de forma estrepitosa, debido principalmente a una propuesta musical cuyo protagonismo parece dictatorial, negando por completo la presencia al diálogo convencional y haciendo que el conjunto global del filme se haga eterno pero salvable.

Su factura visual guarda una doble cara: por un lado aburre con recursos tan ostentosos como grúas, travellings y picados; por el otro encandila cámara en mano, con primeros planos de pura raza y un refinado gusto por el enfoque.

‘Les Misérables’ de Hooper no parecen tan miserables y trasmiten más pereza que agonía. Su emotividad es bastante superficial, los personajes están desdibujados y su apuesta musical esquiva la esencia de la propia historia.

Lo que pretende ser un canto al género musical no pasa de ser una película entretenida con ciertas dosis de genialidad y condenada al reciclaje. Mi abuelo también estaría decepcionado.
Melón tajá en mano
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