Haz click aquí para copiar la URL
España España · Valencia
Críticas de Carorpar
Críticas 1.116
Críticas ordenadas por utilidad
4
24 de marzo de 2024
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si la primera entrega de «Dune» ya me pareció un pestiño de muy ardua digestión, su segunda parte me ha resultado todavía más infumable.
Algo que llamó especialmente mi atención en «Dune» (ídem, 2021) era la paradójica convivencia que en ella se daba entre la sobreabundancia de escenas de acción —a fin de cuentas, se trata de una «space opera»— y un aburrimiento supino. Pues bien, pese al tumefacto presupuesto (de nuevo) puesto en manos de Villeneuve, ese inaudito niño mimado de crítica y público, en «Dune: Parte Dos» —del cacofónico anglicismo al que, para su título, se han acogido los distribuidores patrios mejor ni hablo— hay menos acción y el mismo, desesperante aburrimiento. Sí asistimos a numerosos amaneceres en el desierto, una vibra muy como de viaje de fin de carrera en Marruecos, pero sin la shisha.
En mi reseña de «Dune» —y también en otras— cuestionaba las dotes narrativas de Villeneuve y aquí me reafirmo en mis suspicacias al respecto. El realizador canadiense se muestra incapaz de hilar una secuencia mínimamente coherente, de manera que la película constituye un deslavazado conjunto de escenas visualmente muy aparatosas cuyo hipertrofiado barroquismo se subraya con unas estridencias sonoras a cargo de Hans Zimmer que cabe entender como un desesperado intento de compensar la absoluta insipidez de diálogos e interpretaciones, cuando no de mantener despierta a la concurrencia o que los ronquidos no se hagan evidentes en exceso.
321 minutos después sigo sin tener claro para qué sirve la especia y por qué media galaxia anda a la gresca por ella. ¿Es una sustancia de uso recreativo? Todo el mundo se toma muchas molestias para recolectarla y acapararla, pero ¿con qué motivo? Imagino que en algún momento de la veintena de novelas que integran la saga se explicará. Tampoco me entran en la cabeza las razones para hacer la guerra a sablazo limpio y con tácticas propias de la Edad de Bronce cuando se cuenta con los avances tecnológicos —y, por ende, armamentísticos— propios del año 10191. Entiendo que ello no es achacable a Villeneuve sino a Frank Herbert y sus albaceas; pero hay que decirlo: ahora mismo, una unidad de boy scouts comandados por la infanta Leonor también derrotaría a los Harkonnen.
Sólo la escena «alla» «Gladiator» (ídem, 2000) con estimulantes ribetes expresionistas raya a la altura deseable. Porque ni siquiera Javier Bardem se salva del estrepitoso naufragio creativo. Su Stilgar estaba entre lo poco digno de reseña en «Dune». Componía entonces un lacónico y, a su modo, carismático beduino que, en esta segunda parte, se ha convertido en un fanático religioso adornado de una cargante verborrea.
En fin, Villeneuve amenazaba en 2021 con una trilogía y todo indica que la va a completar. Pobres de nosotros, los espectadores, y de la ciencia ficción. Aunque, siendo optimistas, quizá de una vez me entere de para qué sirve la especia.
Carorpar
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
21 de octubre de 2023
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me alegra poder decir —por fin— que me he reconciliado con Mike Flanagan, tras una racha de soberanas decepciones culminada por la bochornosa «El club de la medianoche» («The Midnight Club», 2022), de cuyo tercer episodio no pude pasar. Y eso que no le auguraba un futuro nada halagüeño a esta «La caída de la casa Usher», toda vez que, apenas empezada, tuve la desalentadora sensación de que Flanagan había aprovechado que el Pisuerga pasa por Valladolid para montarse su propia «Succession» (ídem, 2018-2023).
No obstante, a partir de su segundo capítulo, recreación de «La máscara de la muerte roja» en clave «centennial», gore y con sugerentes ecos de «Eyes Wide Shut» (ídem, 1999), se hace evidente que el realizador de Salem ha recuperado el pulso perdido a lo largo de sucesivas producciones de calidad decreciente hasta embarrancar en el bodrio «teen» antedicho. Efectivamente, su aproximación al universo de Edgar Allan Poe corrige buena parte de los errores cometidos en «La maldición de Bly Manor» («The Haunting of Bly Manor», 2020), tentativa anterior y, a mi juicio, un tanto fallida de adaptar a otro clásico, Henry James en su caso. En consecuencia, puede afirmarse que «La caída de la casa Usher» (casi) raya a la altura de «La maldición de Hill House» («The Haunting of Hill House», 2018), hasta la fecha —y de largo— la obra maestra de Flanagan.
Más discutible encuentro, como siempre, el algorítmico anhelo de que las «dramatis personae» abarquen todo el espectro étnico y LGTBIQ+, redundando en una diversidad forzada y artificiosa, de tal modo que los Usher, en lugar de a una familia pésimamente avenida, se asemejan a una campaña de Benetton. En cuanto a los encargados de interpretar a tan variopinta —nunca mejor dicho— cáfila de indeseables, Flanagan se rodea de sus habituales (Carla Gugino, Kate Siegel, Henry Thomas, entre otros) y suma a la causa a Mark Hamill, que convierte al aventurero Arthur Gordon Pym en maquiavélico picapleitos, y a una Mary McDonnell más drogada que una mula de Tijuana.
En suma, «La caída de la casa Usher» es tenebrosa, goticista y violenta. Acreditando de nuevo su corrosiva visión de la institución familiar y un talento innegable para la construcción de atmósferas malsanas, Flanagan sale de Netflix por la puerta grande. Su despedida de la plataforma radicada en Los Gatos constituye un estupendo calentamiento para la inminente noche de Halloween y, aún mejor, muchos vamos a estar tentados de (re) leer a Edgar Allan Poe.
Carorpar
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
14 de noviembre de 2018
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dada la temática de ambas, parece inevitable comparar esta “Outlaw King” y “Braveheart” (ídem, 1995). Sin embargo, a mí se me antoja un tanto ocioso.
En primer lugar por la abismal diferencia presupuestaria. Si bien es cierto que Netflix suele facturar cintas aseadas y ésta no constituye una excepción —la atmósfera de la época y las batallas vienen recreadas con gran solvencia—, no lo es menos que difícilmente iba a rivalizar en espectacularidad con una superproducción de las paquidérmicas proporciones de aquélla.
Tampoco los formatos son equiparables. “Braveheart” es una obra puramente cinematográfica, entendiendo el epíteto a la vieja usanza, destinada a disfrutarse en pantalla grande y cuanto más, mejor. “Outlaw King”, en cambio, se concibe para soportes reducidos, una Smart TV a lo sumo. En consecuencia, las posibilidades estéticas, pese a la evolución experimentada por el medio televisivo en la última década, todavía difieren mucho.
Hubiera costado, asimismo, emular el carisma que Mel Gibson emanaba hace veinticinco años. Hoy ídolo caído, más por sus excesos privados que por deméritos profesionales —típico de nuestros días, cuando la hipocresía es norma—, en 1995 era un actor infaliblemente taquillero y un cineasta novato aunque muy prometedor —“Braveheart” recibió cinco Oscars, entre ellos el de mejor director—. Chris Pine, por su parte, entrega un trabajo de indudable corrección, como —insisto— todo en “Outlaw King”, pero su Robert “the Bruce” palidece indefectiblemente al lado del icónico William Wallace compuesto por Gibson en el cénit de su popularidad.
“Outlaw King” sí sale bien parada en el aspecto del rigor histórico. No soy un experto en la materia, pero, entre otras licencias, la proliferación de “highlanders”, tartán y caras pintadas de “Braveheart” no debía de constituir ningún prodigio de veracidad, conque a este último respecto sí cabe romper una lanza en favor del film que nos ocupa.
Carorpar
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
23 de junio de 2015
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
La esforzada voluntad noir de que hace gala esta miniserie viene matizada por unas holguras presupuestarias poco acostumbradas en el subgénero. Aunque viendo el buen gusto con que, de un tiempo a esta parte, se están haciendo las cosas en televisión —al menos en lo que a ficción se refiere—, la generosidad en el dispendio no extraña tanto.
Efectivamente, "Quirke" adapta a la pequeña pantalla las novelas que el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014 firmara con el pseudónimo de Benjamin Black. Esto es, el irlandés John Banville. En concreto "Christine Falls" (El secreto de Christine, 2006), "The Silver Swan" (El otro nombre de Laura, 2007) y "Elegy for April" (En busca de April, 2010).
Con todos sus aspectos positivos, que los tiene, y que desgranaré a continuación, hay que reconocer que "Quirke" no es ningún prodigio argumental. De hecho, atraviesa su primer episodio una convencional trama de niños robados de la que se trata de escapar recurriendo a un retruécano final —casi un calambur— bastante ineficaz, por impuntual e incoherente. La intrascendencia que preside el tercero revela su empeño —escasamente convencido, por otra parte— en atar los cabos sueltos que pudiera haber dejado la naturaleza parcialmente autoconclusiva de los tres capítulos que vertebran la serie. Sí me ha gustado, y mucho, el segundo, correspondiente a "The Silver Swan". Sobre todo porque alienta en él la vigorosa sordidez que se les presume a productos de su pelaje, un resabio "pulp" que remite gozosamente a James Ellroy, maestro indiscutible del "hardboiled" contemporáneo.
La ambientación, marca de la casa BBC, es excelente. El plomizo Dublín de los 50 devora a sus hijos con la voracidad de un decadente Saturno goyesco. Los responsables del diseño de producción debían de tener en mente el axioma con que hará cuatro años me ilustró un airado taxista local: "en Irlanda no hay más que lluvia, viento y pubs. Y hay pubs porque dentro de ellos ni llueve ni hace viento". Tan cínico como acertado.
Otro punto fuerte en "Quirke" es la elección de Gabriel Byrne para encarnar al personaje que le da título. El de forense alcohólico aureolado de ínfulas detectivescas es un rol con numerosas papeletas para degenerar en burda caricatura. No obstante, Byrne aporta esa prestancia suya, hecha de miradas tristes y hombros derrotados, que lo reviste de una dignidad inopinada, componiendo un sólido centro de gravedad dramático y estético, ancla sin la cual se hubiera corrido riesgo serio de naufragio.
Carorpar
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
6 de julio de 2013
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Libérrima transposición de la tragedia shakespeareana "El rey Lear" al universo cinematográfico del western.
En la dirección del represaliado Dmytryk late firme el pulso clásico que es de esperar en un autor de su nombre.El oscarizado guión de Richard Murphy contiene la densidad y el conflicto característicos del gigante de las letras en que esta película busca su reflejo. La belleza de los feroces exteriores en que se fotografía la fecunda hacienda de los Deveraux y una correcta banda sonora que no abusa del subrayado envuelven con mimo un producto ambicioso, consciente de sus enormes posibilidades. Por si fuera poco, la presencia de Spencer Tracy, una de esas bestias maravillosas que hicieron del cine la más bella de las artes, eleva cada escena a la que pone rostro, cuarteado y duro, irlandés y pendenciero, a la baqueteada, y aquí ineludible, categoría de lo sublime.
Lamentablemente, a "Lanza rota" se le ven las costuras cada vez que el maestro Tracy abandona el plano. Y es que cuando su incontestable lección se suspende y la cámara es obligada a chirriar sobre su eje para captar la bovina belleza de un Robert Wagner de cartón piedra, todo el, hasta el momento admirable, entramado se viene abajo con estrépito. Efectivamente, la sección joven del elenco se muestra a todas luces incapaz de mantener el tipo, y solamente el taimado Richard Widmark alcanza a esbozar una tímida réplica a la excelente interpretación de la madura pareja interracial que componen el infartado patriarca Spencer Tracy y su resignada "princesa" Katy Jurado.
En cuanto al edulcorado final, indigno de una tragedia como la que se apunta durante cerca de hora y media, cabe el discutible consuelo de creer que se trató de una imposición del todopoderoso estudio.
En fin, correcta cinta que pudo haber sentado cátedra a la que, sin embargo, unas pocas decisiones bastante desacertadas han condenado a un relativo olvido.
Carorpar
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow