En el mundo Woke, llega otra nueva serie que intenta lavarnos el cerebro con todos los componentes necesarios de este apestado movimiento: mujeres empoderadas, hombres floreros retrasados mentales, LGTBismo, lucha ambiental, etc..
Pero lo peor, no es eso. Es el aburrimiento que, a la mitad del segundo episodio (y son seis), te obliga a darle al botón de apagado.
Lo único que la iba salvando es una reminiscencia a la fabulosa película “La cosa” de Stephen King, pero cuando al final del primer episodio sacan el ninot (véanlo quién aguante hasta ese momento) ya se ve que intentaron copiarla imitando la última escena de la película de referencia. Vergüenza ajena.

Ye me empecé a mosquear cuando en el inicio de la película, durante interminable tiempo, presentaban el elenco y dirección de la película sobre negro y en letras chinas.
Las escenas interminables de vida cotidiana solo compensaban para ver cómo se vive en china actualmente, lo que ya imaginábamos porque ocurre en todo país comunista.
La trama no tiene ningún interés ni se compensa con los grandes medios de producción que tiene esta película en imagen, sonido y música.
Y, amigos, son TRES HORAS. Vamos, que ni con el forward.

Cuando voy a ver una película busco situaciones extraordinarias o emociones intensas. Imprescindible buenas interpretaciones y, si la película lo requiere, efectos especiales creíbles. Esta película está bien interpretada pero el guión es más soso que ir el lunes a trabajar. Ninguna situación extraordinaria lo que lleva al aburrimiento; algo que es lo peor que puede transmitir una película.
Por otra parte, me parece que las críticas profesionales ya no pueden tenerse en cuenta, sobre todo en las películas españolas, ya que creo que están pagadas por los estudios o salas.

Después de la fabulosa serie Juego de Tronos, todo valía. Así que, como ya tenían cautivo al público y era la oportunidad de expandir sus pensamientos feministoides, contrataron a Irene Montero y le dieron una sarta de millones y unos guionistas mayordomos para que expusiera, en el fabuloso Reino de Poniente, todas las chuminadas feministas y anti-hombre: Mujeres al poder, hombres retrasados o al servicio de las mujeres, objetos para la cama, niños repelentes (no las niñas), peticiones de perdones todo el tiempo, y bla, bla, bla sobre todo. Siempre, en el set del castillo, durante interminables conversaciones tele-novelescas, para ver que mujer ocupara el trono, cuando a ti ya te importa tres cojones. Sin acción, sin violencia, sin tramas secundarias, sin personajes reales, sin dragones, nada (hasta las mujeres normales se habrán dormido). Llegué hasta el 8 pero ójala no la hubiera empezado.