"Planet Terror" es, sin duda, más divertida que la soporífera "Death Proof" (algo por cierto nada meritorio), pero al igual que aquella volvemos a estar ante un auténtico despropósito, que bebe de tantas fuentes que acaba por emborracharse. Se echa en falta el humor de "Braindead" o el suspense de "28 semanas después". "Planet Terror" constata que un par de buenas ideas, un abuso excesivo de alcohol y muchas ganas de pasarlo bien no aseguran que el resultado bien valga lo que una entrada en una sala de proyecciones.

Realizado ya el visionado de "Death Proof" y este "Planet Terror" de Robert Rodríguez, sólo decir que el proyecto "Grindhouse" es en conjunto un experimento fallido, pretencioso, irritante y totalmente prescindible, surgido del vacío mental de dos endiosados amigos absolutamente faltos de ideas, a los que sus brillantes debuts que les encumbraron han acabado por devorarles. Y es que es infinita la distancia que separa todo lo que toca Tarantino, de las excelentes "Reservoir Dogs" y "Pulp Fiction", y lo mismo le sucede a un Robert Rodríguez que, luego de "El mariachi" sigue llenando de la "shit", que busca el personaje interpretado por Bruce Willis, las pantallas de cine de todo el planeta.

Por fin, mi aplauso más sincero por la estupenda labor de Rose McGowan, y pedirle al inefable Quentin Tarantino que no muestre más su cara de ladrillo en ningún film. Sólo con eso, reduciríamos el número de razones para evitar por completo todos aquellos trabajos en los que mete mano.

Después del impacto de las excelentes "Reservoir Dogs" y "Pulp Fiction" que le consagraron como un gran valor del séptimo arte, la carrera de Quentin Tarantino ha ido de mal en peor: la soporífera "Jackie Brown", su aportación a la irregular "Four Rooms", la floja "Kill Bill", algunas colaboraciones con su amigo Robert Rodríguez y el intento de promoción de dudosos jovenes valores como Eli Roth, conforman un pobre curriculum para un director con tan esperanzador debut.

La historia que se narra en "Death Proof" se podría contar con todo lujo de detalles en un par de líneas. Si a esto le sumamos una sucesión de interminables diálogos sin interés que ocupan la mayor parte del metraje -la locuacidad de Tarantino y sus personajes llevada hasta el máximo extremo-, nos encontramos ante una película terriblemente aburrida, vulgar y que termina por irritar a todo aquel que no le haya jurado fidelidad a cualquier precio. En esta ocasión, ni el innato poder visual de Tarantino, ni las correctas actuaciones, ni un par de secuencias de acción realmente notables salvan del naufragio más estrepitoso el último producto de un director totalmente falto de ideas, emborrachado de sí mismo y cuya carrera sigue en caída libre.